/ viernes 14 de agosto de 2020

La nueva normalidad del teatro que no llega

Tinta para un Atabal

El teatro es una máquina que rechina pero que nunca se detiene.

El Espacio Vacío, Peter Brook.


En tiempos de pandemia donde el teatro ha tenido que cerrar sus puertas como parte de la estrategia efectiva de distanciamiento social para contener y evitar la transmisión del virus, los hogares de cada intérprete y creador se han vuelto trinchera, escenario y laboratorio de creación; mientras algunos utilizan el video y las redes sociales como herramientas, hay otros que esperan a que la situación mejore para poder regresar al teatro, y otros se hacen de alternativas laborales, apoyos y ofertas impulsadas por instancias estatales y federales.

Después de cuatro meses de contingencia, como sucede en todos los negocios, los que nos dedicamos al teatro también sufrimos los estragos que ha causado el Covid-19, trastocando nuestra economía, dejándola completamente dañada. A nosotros también nos urge regresar al trabajo, regresar a las salas.

Bajo la presión social y empresarial de reactivar la economía, en esta nueva normalidad se diseñó todo un sistema para las actividades esenciales, laborales y recreativas para disminuir al mínimo el riesgo de exposición al coronavirus.

A partir de este panorama se creó un plan estratégico que permite moderar la afluencia de gente en las calles; un semáforo para identificar, según el aumento de infectados y decesos por día, las actividades económicas que se pueden realizar, así como el aforo en locales y establecimientos; un sistema que permite monitorear y proteger a la sociedad en todos sus aspectos.

Pero, al parecer, alguien cometió el grave error de meter al teatro en la categoría de evento masivo. Quizá fue por desinformación o simplemente porque quisieron ahorrar tiempo y procesos englobando todo el universo de las artes escénicas como actividades de alto riesgo.

Según datos del INEGI*, el porcentaje de la población mayor de edad que asistió a un espectáculo de danza y/o teatro oscila entre el 21.4% y el 23.8%; teniendo un notable pico para el teatro en el 2019 con un 28.0%. Estos números demuestran que la escasez del público en las salas no es ninguna sorpresa.

Foto: Cortesía | Edén Coronado

Por lo tanto, el teatro se debe categorizar como evento masivo cuando se trata de las grandes producciones, musicales, comerciales, con personajes famosos y de la farándula, etc., siendo estos los que suelen tener gran aforo y por lo mismo se realizan en grandes teatros; también debería considerarse masivo cuando esté dentro de la programación de algún festival o evento cultural, ya que estos, por su gran alcance de difusión y al tratarse de eventos sin costo, son los que agotan sus localidades. Temer a la irreal aglomeración desbordada de afluencia de espectadores de teatro nos está llevando a la quiebra.

El permitirnos abrir las puertas representa, para los artistas, la posibilidad de seguir trabajando, aún sabiendo que el ingreso se verá totalmente afectado de acuerdo a esta nueva normalidad, con un aforo medido, controlado y con la debida distancia entre los espectadores y los propios intérpretes.

Estamos conscientes, al igual que todos los comercios que actualmente están abiertos y operando, del riesgo que representa reabrir las salas de teatro que congrega a la gente en un espacio cerrado, así como también de las condiciones que debe ofrecer quien convoca y los procedimientos para que las actividades se realicen con todas las precauciones sanitarias.

La presión ejercida por las pequeñas y medianas empresas logró su cometido con la reapertura de sus negocios (unos más esenciales que otros como los gimnasios). La iglesia también ejerció la propia presión sin tener que salir a manifestarse a las calles, ya que ellos tienen línea directa con las autoridades y sin ser una actividad esencial y/o “económica” ya están oficiando misas presenciales. Las líneas de autobuses circulan al 100% de su capacidad, confiando en que los usuarios han de acatar las condiciones del viaje, cuando en realidad se vuelve tierra de nadie una vez que el chofer cierra la puerta y arranca hacia su destino.

¿Cuál es la razón que justifica la apertura de las iglesias y los gimnasios pero no los teatros? ¿Por qué algunos negocios no respetan las medidas sanitarias?

Así como el teatro, la nueva normalidad es una máquina que rechina pero que nunca se detiene.

En cada estado de la República la vida es diferente, cada uno enfrenta de manera distinta según lo pude constatar hace dos semanas en San Luis Potosí, donde estoy realizando una residencia para la creación de mi unipersonal Yo soy Bruno. Durante mi estancia en el estado potosino, el semáforo sanitario estaba estacionado en naranja y los teatros tenían permiso de operar. Esto no significaba que todos lo estuvieran haciendo pero sí la agrupación El Rinoceronte Enamorado, que estaba presentando su más reciente producción Ella, bajo la dirección de Caín Coronado, a la cual tuve la oportunidad de asistir.

Honestamente, me sentía bastante seguro y dispuesto a disfrutar la función. Se siguieron todos los protocolos: el uso de cubrebocas es obligatorio en todo momento; en la entrada se revisa la temperatura con el termómetro láser y se proporciona gel antibacterial; una vez en taquilla se elige el asiento en un croquis que ya tiene el debido distanciamiento entre butaca y butaca. En fin, nada que esta nueva normalidad no nos exija, desde el ingreso al inmueble hasta la salida.

Pocos recintos culturales de la República ha logrado abrir sus puertas, desconozco cuáles, cuántos y su ubicación. Se agradece la labor titánica de atender la emergencia con iniciativas y propuestas de crear o adaptar apoyos para la comunidad artística tanto de instancias estatales como federales, pero ¿qué pasará cuando se agoten esas iniciativas? ¿Qué pasa con los que por diferentes motivos no pueden acceder a esos recursos? Por eso la urgencia y la importancia de regresar a las salas. Estoy completamente seguro de que somos capaces de propiciar las condiciones sanitarias que se requieren para abrir una sala de teatro, cuidar al público, a nuestros espectadores y a nosotros mismos, los hacedores teatrales.


* Comunicado de prensa Núm. 350/19, 26 de julio de 2019, página 2/2, Comunicación Social. El 60.3% de la población de 18 y más años de edad que asistió a eventos culturales seleccionados.

El teatro es una máquina que rechina pero que nunca se detiene.

El Espacio Vacío, Peter Brook.


En tiempos de pandemia donde el teatro ha tenido que cerrar sus puertas como parte de la estrategia efectiva de distanciamiento social para contener y evitar la transmisión del virus, los hogares de cada intérprete y creador se han vuelto trinchera, escenario y laboratorio de creación; mientras algunos utilizan el video y las redes sociales como herramientas, hay otros que esperan a que la situación mejore para poder regresar al teatro, y otros se hacen de alternativas laborales, apoyos y ofertas impulsadas por instancias estatales y federales.

Después de cuatro meses de contingencia, como sucede en todos los negocios, los que nos dedicamos al teatro también sufrimos los estragos que ha causado el Covid-19, trastocando nuestra economía, dejándola completamente dañada. A nosotros también nos urge regresar al trabajo, regresar a las salas.

Bajo la presión social y empresarial de reactivar la economía, en esta nueva normalidad se diseñó todo un sistema para las actividades esenciales, laborales y recreativas para disminuir al mínimo el riesgo de exposición al coronavirus.

A partir de este panorama se creó un plan estratégico que permite moderar la afluencia de gente en las calles; un semáforo para identificar, según el aumento de infectados y decesos por día, las actividades económicas que se pueden realizar, así como el aforo en locales y establecimientos; un sistema que permite monitorear y proteger a la sociedad en todos sus aspectos.

Pero, al parecer, alguien cometió el grave error de meter al teatro en la categoría de evento masivo. Quizá fue por desinformación o simplemente porque quisieron ahorrar tiempo y procesos englobando todo el universo de las artes escénicas como actividades de alto riesgo.

Según datos del INEGI*, el porcentaje de la población mayor de edad que asistió a un espectáculo de danza y/o teatro oscila entre el 21.4% y el 23.8%; teniendo un notable pico para el teatro en el 2019 con un 28.0%. Estos números demuestran que la escasez del público en las salas no es ninguna sorpresa.

Foto: Cortesía | Edén Coronado

Por lo tanto, el teatro se debe categorizar como evento masivo cuando se trata de las grandes producciones, musicales, comerciales, con personajes famosos y de la farándula, etc., siendo estos los que suelen tener gran aforo y por lo mismo se realizan en grandes teatros; también debería considerarse masivo cuando esté dentro de la programación de algún festival o evento cultural, ya que estos, por su gran alcance de difusión y al tratarse de eventos sin costo, son los que agotan sus localidades. Temer a la irreal aglomeración desbordada de afluencia de espectadores de teatro nos está llevando a la quiebra.

El permitirnos abrir las puertas representa, para los artistas, la posibilidad de seguir trabajando, aún sabiendo que el ingreso se verá totalmente afectado de acuerdo a esta nueva normalidad, con un aforo medido, controlado y con la debida distancia entre los espectadores y los propios intérpretes.

Estamos conscientes, al igual que todos los comercios que actualmente están abiertos y operando, del riesgo que representa reabrir las salas de teatro que congrega a la gente en un espacio cerrado, así como también de las condiciones que debe ofrecer quien convoca y los procedimientos para que las actividades se realicen con todas las precauciones sanitarias.

La presión ejercida por las pequeñas y medianas empresas logró su cometido con la reapertura de sus negocios (unos más esenciales que otros como los gimnasios). La iglesia también ejerció la propia presión sin tener que salir a manifestarse a las calles, ya que ellos tienen línea directa con las autoridades y sin ser una actividad esencial y/o “económica” ya están oficiando misas presenciales. Las líneas de autobuses circulan al 100% de su capacidad, confiando en que los usuarios han de acatar las condiciones del viaje, cuando en realidad se vuelve tierra de nadie una vez que el chofer cierra la puerta y arranca hacia su destino.

¿Cuál es la razón que justifica la apertura de las iglesias y los gimnasios pero no los teatros? ¿Por qué algunos negocios no respetan las medidas sanitarias?

Así como el teatro, la nueva normalidad es una máquina que rechina pero que nunca se detiene.

En cada estado de la República la vida es diferente, cada uno enfrenta de manera distinta según lo pude constatar hace dos semanas en San Luis Potosí, donde estoy realizando una residencia para la creación de mi unipersonal Yo soy Bruno. Durante mi estancia en el estado potosino, el semáforo sanitario estaba estacionado en naranja y los teatros tenían permiso de operar. Esto no significaba que todos lo estuvieran haciendo pero sí la agrupación El Rinoceronte Enamorado, que estaba presentando su más reciente producción Ella, bajo la dirección de Caín Coronado, a la cual tuve la oportunidad de asistir.

Honestamente, me sentía bastante seguro y dispuesto a disfrutar la función. Se siguieron todos los protocolos: el uso de cubrebocas es obligatorio en todo momento; en la entrada se revisa la temperatura con el termómetro láser y se proporciona gel antibacterial; una vez en taquilla se elige el asiento en un croquis que ya tiene el debido distanciamiento entre butaca y butaca. En fin, nada que esta nueva normalidad no nos exija, desde el ingreso al inmueble hasta la salida.

Pocos recintos culturales de la República ha logrado abrir sus puertas, desconozco cuáles, cuántos y su ubicación. Se agradece la labor titánica de atender la emergencia con iniciativas y propuestas de crear o adaptar apoyos para la comunidad artística tanto de instancias estatales como federales, pero ¿qué pasará cuando se agoten esas iniciativas? ¿Qué pasa con los que por diferentes motivos no pueden acceder a esos recursos? Por eso la urgencia y la importancia de regresar a las salas. Estoy completamente seguro de que somos capaces de propiciar las condiciones sanitarias que se requieren para abrir una sala de teatro, cuidar al público, a nuestros espectadores y a nosotros mismos, los hacedores teatrales.


* Comunicado de prensa Núm. 350/19, 26 de julio de 2019, página 2/2, Comunicación Social. El 60.3% de la población de 18 y más años de edad que asistió a eventos culturales seleccionados.

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