Alix Yolitzin es una artista de ascendencia indígena oriunda de Actopan, Hidalgo. Su abuela, aún hablante del otomí, fue una mujer que eligió no enseñarle a sus nietos la lengua materna, por temor a que fueran discriminados al crecer.
Y aunque Alix no habla el otomí, sí domina el lenguaje pictórico desde donde busca honrar su origen cultural y llevar a sus lienzos los rasgos de las mujeres que conoce: las mujeres de su pueblo y de otras partes del país.
“Desde un principio y por mis raíces, estaba muy interesada en hablar de la cosmovisión indígena, de la naturaleza, de las conexiones del ser humano con el medio natural, el simbolismo que como cultura teníamos y que se ha ido perdiendo, intentando no hacer una expropiación, sino una recuperación de identidad y sentido (…) Con el tiempo fui descubriendo el camino y ahora creo que lo que hago, y lo hago desde una perspectiva mucho más consciente desde mi propia experiencia como mujer y como mexicana”, revela Alix.
Los rasgos, las pieles morenas y las miradas son elementos característicos en su plástica, en la que, sin llegar al exotismo, revela una belleza que rara vez forma parte de las estéticas y discursos artísticos hegemónicos.
Aunque gran parte de su trabajo se ha centrado en la riqueza cultural de los pueblos originarios – que viven en resistencia y la lucha constante por su cultura y territorio–, Alix también habla de las mujeres así como de la violencia, desigualdad y racismo que viven.
“¡Claro que hay racismo en México! Ser mujer, ser de piel morena y venir de pueblo marca mucho y hace más difícil el poder aspirar a un desarrollo igualitario. Estamos acostumbrados a ver en todo, y hasta la publicidad otras caras, otras pieles, otros cuerpos y hasta una misma que interioriza el sentirse menos y eso es algo que como sociedad tenemos que ir cambiando”, sentenció la artista.
Cuerpo femenino, territorio de batalla
Violación sexual, pedofilia, desapariciones forzadas y violencia doméstica, son algunos de los temas que la autora ha decidido trasladar a sus lienzos sin incitar o hacer apología de ninguno de ellos.
En “El cuerpo femenino, territorio de batalla en México" la autora presenta una serie pictórica conformada por 12 piezas, donde desentraña una de las realidades más dolorosas en nuestro país: la violencia de género.
“El fin de mi trabajo no es replicar las escenas explícitas de la violencia. No busco pintar a la mujer como un ser sobajado o violentado; sino lograr una dignificación a estos cuerpos (…) si bien, muchos de los retratos no son personajes reales, sí las problemáticas y en ellas siempre procuro darles fuerza, carácter y esencia”, describe Alix Yolitzin.
Su trabajo, asevera, le ha posibilitado rodearse de una colectividad de mujeres que también trabajan con los temas desde sus propias trincheras.
“Esta experiencia ha sido impresionante para mí porque este proyecto me ha acercado a muchas mujeres, a curadoras, galeristas, periodistas, gestoras de arte y cultura que, desde sus trincheras, trabajan por hacer visibles aquello que no nos pasa a nosotras, que son reales y que incomodan; porque, así como he recibido mucho apoyo y comentarios positivos, también hay gente que se me ha acercado a decirme que ya no hable de violencia, que ya no pinte eso… y cuando eso pasa sé que voy por bien camino”, revela la artista.
A partir de esta odisea y de la apertura hacia nuevas experiencias derivadas de su trabajo, Alix Yolitzin se ha permitido redefinir lo crucial en el arte como herramienta de conciencia, de lucha y de transformación social.
“Es complicado el mundo del arte porque tienes que ser fiel a ti misma, y en el arte de resistencia, es igual;y lo bueno de este arte es la colectividad porque nunca estás sola, te acompañan las experiencias e historias de otras mujeres y eso es algo que históricamente está pasando en todos los niveles, está pasando en mi contexto y aquí en Querétaro”, reflexionó.
Uno de los impulsos más claros e inspiradores para ella, es el trabajo constante y cada vez más fuerte a través de colectivos y movimientos que se están generando a nivel local y nacional, tanto por el despertar de conciencias, como por las redes sociales y por la misma pandemia, la cual describe como un acelerador de cambios en todos los niveles.
“Ser del Valle del Mezquital y llegar a Querétaro y sentir un cobijo maravilloso de mi persona y de mi arte me ha inspirado para mostrar con más orgullo mis raíces y compartir mi relación inherente con mi ascendencia (…) vengo de un lugar en donde el arte es un lenguaje ajeno y estar aquí me hizo valorar aún más vivir allá, vivir en el campo y aprender de la riqueza cultural y ancestral que los pueblos y las personas indígenas poseen”, expresa.
Alix Yolitzin estudió arquitectura y desde hace unos años migró al estado para estudiar artes plásticas en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Bajo una retórica consciente, contundente, urgente, sorora y solidaria, Alix Yolitzin ha logrado vincular sus procesos creativos con realidades sociales que retoman elementos históricos, culturales y documentales para hacer eco de los problemas que permean su entorno, no como una mera representación plástica; sino como un ejercicio que suma la visibilidad de condiciones incómodas y poco abordadas desde la franqueza.
“El arte es una cuestión de mucha vocación, porque casi nadie te dice ¡estudia arte!, seguro te va bien, y es algo que demanda una continua preparación porque a su vez, es una experiencia que deriva en una responsabilidad más allá de la estética”, comparte la artista ante la toma de decisión de asumir su vocación con un norte determinado.
A partir de su incursión en el mundo creativo, Yolitzin fue descubriendo las herramientas que el arte provee a sus practicantes; tanto para comunicar, como para crear, revolucionar y trascender:
“Empecé a descubrir que el arte me podía dar la oportunidad de plasmar ideas y realidades y de hablar incluso, por alguien que no puede hacerlo; siento que también nos da una forma de estar comunicados y crear redes con otras personas que se identifican con el trabajo artístico y eso ha sido un parteaguas para mí, porque mi arte, me ha brindado la oportunidad de compartir, intercambiar experiencias y tejer conexiones que han nutrido fundamentalmente mi experiencia artística”.
La pintura ha sido el ejercicio más simbólico para Alix, al ser un proceso de confrontación constante al encuentro con las múltiples inspiraciones que, de pronto, la sumergen en un mar de pensamientos y emociones que tienen que neutralizar y derivar en cada pincelazo para lograr imprimir el guiño exacto en la interpretación de la obra, momento en el que el artista vuelca un poco de sí en cada obra.
“El tiempo creativo frente al lienzo es un elemento muy íntimo, siempre lleva una parte de ti, de tu sello, tu emoción, lo que estás pensando y de todo lo que llevas a la hora de pintar y creo que, por ello, la honestidad se refleja mucho en las obras y eso es lo que se convierte en el vínculo central con el espectador, porque es una forma plena en la que el artista vacía su entereza en su arte”.
Su construcción conceptual ha sido una indagación constante entre lo real, su entorno y la maduración de su enfoque crítico, abrazando en su expresión formas estéticas con mucha conciencia.