La poesía

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 24 de marzo de 2021

a Norma


Poesía … eres tú

Gustavo Adolfo Bécquer


La poesía está por todos lados, no necesitas ni buscarla. Existe en miles de formas en el exterior, pero se desgrana con fineza a través de la mirada del poeta. No son versos necesariamente, aunque también. Es más una forma de mirar la vida, de utilizar cada uno de los sentidos que el cuerpo posee. La poesía es escritura, pero a la vez es mucho más. Es el diálogo sincero entre las musas y el escritor, es el espíritu que anima a todo lo viviente, sea naturaleza o creación humana. Está en la forma, belleza, armonía y funcionalidad de cada planeta y estrella, y en cada parte del diseño humano. En lo que veas, si lo sabes mirar, encontrarás como destila hermosura y perfección.

La poesía es más que nada una forma de ver, aunque también existe por sí misma, por ejemplo, en la flor silvestre que crece a la vera de un risco donde ningún ojo humano la verá nunca, y sin embargo es bella, es poesía. Existe también en el deleite de ese beso inolvidable de la primera vez, esa textura, la temperatura del toque perfecto donde las bocas se acoplan con perfección jamás soñada por un diseñador de máquinas. Está en la poesía inescrutable que crece cada día en el vientre de una madre, segundo a segundo, forma tras forma, de manera que nadie conoce todos sus secretos, incluso ahora, con tanto avance de la ciencia. Porque también la poesía es un misterio, sí, ese al que sólo acceden los que se deciden a ser iniciados en los secretos de Eleusis, en lo secretos que habitan en la vida y la muerte. Montada en los ojos de la imaginación puede recorrer los caminos más secretos o maravillarnos con los paisajes más despampanantes, con los viajes a lo más oscuro o a través de atardeceres en la montaña, en el mar o en las ciudades diseñadas al ritmo de la belleza.

El poeta es el mago, el alquimista que transmuta lo que toca en poesía, es decir, en otra forma de mirar la vida para encontrar la belleza y el amor en todo, lo que sea, no hay objeto que desprecie el poeta. La palabra encarna a la poesía, le da forma y vida, la hace manejable, palpable, la revela. Las escrituras sagradas de todas las culturas tienen razón: en el principio era el verbo, de su manifestación proviene todo. Así se señala, por ejemplo, en el libro sagrado de los maya-quiché, el Popol Vuh, en donde se dice: “Entonces vino la palabra, vino aquí de los Dominadores, de los Poderosos del Cielo, en las tinieblas, en la noche; fue dicha por los Dominadores, por los Poderosos del Cielo”.

Acercarse a la visión poética de la vida implica un cambio profundo en el ser. Es un proceso, aunque en algunos puede darse de golpe. Implica cambios a nivel de cómo se percibe el mundo y cómo se actúa en él. Necesariamente implica una concepción ética, una manera de ser más solidaria, empática, compasiva. Cierto es que ha habido escritores, poetas, cuyas vidas no han sido precisamente un ejemplo para los demás, pero de alguna forma en sus escritos se acercan a esta visión luminosa de la vida. Percibir la vida poéticamente es darse cuenta de cuán maravilloso es todo, de que la vida es un auténtico milagro y un misterio. Así, tratarás al mundo con mucho respeto y amor porque sabrás cuánto vale. Si ves una puerta de madera verás al árbol, al cielo, al viento, a la lluvia, y agradecerás su presencia. Si ves a los ojos del ser amado, verás todas las circunstancias que jugaron para que esté ahí, frente a ti.

Así es compañeros, la poesía vive, sólo es cuestión de abrir los sentidos, y entonces, como ya lo señaló el poeta William Blake en su célebre obra El matrimonio entre el cielo y el infierno, veremos la existencia en toda su enorme dimensión, “todo se le aparecería al hombre como es, infinito”. De la mano de los poetas puedes recorrer seguro el mundo. Léelos con atención, reflexiona en lo que dicen, aplícalo a tu vida e irás a buen recaudo. Imita a Dante, que para recorrer el infierno y el purgatorio, en su obra La Divina Comedia, se dejó guiar por los pasos sabios del poeta Virgilio, quien en ese viaje-metáfora de nuestras vidas-, se vuelve crítico, consejero, amigo, intérprete certero y protector.

Acompáñate siempre de un libro de poesía, deja que te aconseje, permite que te haga mirar la vida de otra forma, que alimente tus sueños dormido y despierto, tu alma y tu espíritu, incluso tu carne. Que se siente contigo, que caminen juntos, que abras sus hojas en el transporte, en las horas de espera o para leer en voz alta junto a tus seres amados. Que sea tu arcoíris, tu lluvia, tu sol, tu viento fresco, tu noche y tu día, tu sol interno.

En esos días de ira insensata, en que otros tienen que pagar los platos rotos de tus desajustes emocionales, deja que la poesía te sane, te cure las heridas. Qué tal un Jack Kerouac o una Silvia Plath. Cuando te duela el hígado de tanta rabia, cuando tu corazón esté apachurrado por la tristeza y el dolor, qué tal un soneto de Shakespeare o una poesía de John Keats. Y es que, a pesar de las desgracias que invaden al mundo, la poesía siempre aparece para hacernos ver la otra cara existente en todo, la cara que subyace y que está llena de amor, paz, solidaridad, empatía, compasión, sabiduría. Sí, en la vida existe el bien y el mal, pero la poesía se decanta por la luz que ilumina las tinieblas. Ya lo ha señalado hace siglos Cicerón.

La poesía es un paseo por lo que no se puede tocar ni ver ni oler, es un paseo por el inframundo y por el cielo, la poesía revela lo no dicho, es el arte del vacío, de la concreción, de lo paradójico, de la metáfora y de lo simbólico, es el mundo de lo inasible y lo posible, de lo no dicho y lo enunciado, es la revelación y el principio. Lee unos haikus de Basho y te darás cuenta de cuán cierto es esto.

La poesía puede aportar para llevar una vida más consciente, más plena, es la búsqueda inacabable. La poesía no lleva a la eternidad, ella es la eternidad, en el sentido de que al hacernos vivir el presente, el aquí y el ahora, nos mantiene en la eternidad. Esa es la característica de la consciencia.


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