Un párrafo de la novela clásica más reconocida de Joseph Roth, una de las más importantes del idioma Alemán, La marcha Radetzky, nos vuelve a llevar al dilema del valor de la existencia humana en el universo. Para unos, el ser humano es el centro de todo, el principal valor; para otros, el humano, junto al cosmos, resulta una criatura insignificante, prácticamente nada. ¿Sobre cuál de estas posturas inclinarse? El párrafo en cuestión aparece casi el principio del capítulo catorce, y es el nieto del héroe de Solferino, el teniente Carl JosephTrotta, quien dice lo siguiente: “El sur estaba en un país extranjero. Es decir que había también países extranjeros, no sometidos al emperador Francisco José I, que poseían sus propios ejércitos, con millares de tenientes en pequeñas y grandes guarniciones. En esos países el nombre del héroe de Solferino no significaba nada en absoluto. También allí había monarcas. Y esos monarcas poseían sus propios personajes que les habían salvado la vida. Era desconcertante en extremo tener tales pensamientos, tan desconcertante para un teniente de la monarquía como para nosotros mismos lo es pensar que este mundo es sólo uno entre millones y millones de astros y que en la Vía Láctea existen todavía soles innumerables y que cada sol posee sus propios planetas y, en fin, que no somos más que unos insignificantes individuos, para no ser groseros y decir que somos una mierda”. El teniente Trotta es un personaje central en la novela. En ésta todo gira alrededor de su familia, una dinastía formada por tres personajes: el abuelo Joseph que fue un héroe en la tristemente célebre batalla de Solferino que por salvarle la vida al emperador austrohúngaro Francisco José I, éste lo hace capitán y noble con el título de barón, condición que heredarán sus hijos: el hijo del héroe, Franz, un comisario de distrito en una ciudad de Moravia; y el nieto, Carl Joseph, teniente de caballería del ejército imperial. A través de ellos se narra la vida, decadencia y caída del imperio.
Entre los políticos es común la mentira, es casi normal y lleva a grados tan cínicos que hay políticos que juran y perjuran que ellos no mienten, y esta es su primera y gran mentira. En esta novela el abuelo Trotta choca de frente con la gran mentira escrita en los libros de historia para niños en donde su hazaña se cuenta tergiversada, engrandecida y falseada. La molestia es tan grande en el abuelo que llega a pedir un encuentro con el mismísimo emperador para exponerle su descontento. En los pocos minutos que éste le concede no logra modificar los libros. El emperador defiende la necesidad de la mentira, la cual no ve como tal sino como un recurso para motivar el patriotismo en los niños. El abuelo Trotta sale profundamente desilusionado de aquel encuentro. Él busca la verdad del evento vivido y se encuentra con una historia maquillada al gusto del pueblo crédulo. El poder se monta en la mentira en un juego hipócrita desde ambos bandos, uno sabe que miente, otro finge creer por algún motivo que le conviene. Después siguió la decepción en el hijo, y remató en la desazón total del nieto, el teniente Carl Joseph Trotta, que harto de todo quiere renunciar al ejército. Ya no cree en nada, no ve ninguna grandeza ni nada especialmente grandioso ni en el imperio ni en el ser humano.
La novela La marcha Radetzky, de Joseph Roth, está considerada por la crítica como una obra maestra. El escritor Mario Vargas Llosa la considera la mejor novela política que se haya escrito. Para la interpretación de un texto, siempre es indispensable citar un párrafo en su contexto, pues sólo de esta manera puede entenderse en casi toda su dimensión. En este caso, el contexto es más o menos el siguiente: el teniente Trotta, nieto del héroe de la batalla de Solferino, es un hombre harto decepcionado de la vida. En una misión para ir a reprimir y matar a obreros que luchaban por sus derechos, el teniente entra en una crisis existencial en donde no sólo duda, sino que descree de sus valores anteriores. Toda las historia de los Trotta camina junto a la crisis total que derrumbó al imperio más importante de su tiempo, la crisis del teniente Trotta es la crisis del entramado social de su lugar de origen, pero también es una crisis personal muy profunda. No le ha servido de nada, al contrario, ser nieto del héroe solferino. Finalmente se da cuenta que no son ni la tradición ni la herencia familiar ni el nombre ni el uniforme ni el título de nobleza los que pueden proporcionarle un poco de paz y tranquilidad a una persona. Intuye que sólo el encuentro consigo mismo, y hacer en el mundo lo que desea, es lo que puede darle un poco de serenidad. Y lo que en principio quiere es dejar el ejército, abandonar la tradición familiar, ya no cargar con el renombre del abuelo salvador de su majestad. Mientras no se libere de todas esas situaciones que lo llevan a la depresión no podrá encaminar su vida de otra forma, pero el narrador -al que podemos identificar como Joseph Roth-, también se incluye en esa visión pesimista cuando dice (subrayado nuestro): para nosotros mismos lo es pensar que este mundo es sólo uno entre millones y millones de astros y que en la Vía Láctea existen todavía soles innumerables y que cada sol posee sus propios planetas y, en fin, que no somos más que unos insignificantes individuos, para no ser groseros y decir que somos una mierda”.
Respecto a este planteamiento hay dos posiciones: la optimista, que reconoce al ser humano y a la vida misma como un milagro en el universo y como un misterio; y la pesimista en la que a pesar de lo hermoso que es la vida y el portento que representa la vida y la inteligencia humana, éstas sólo se miran como insignificantes, como una mierda. Usted, amigo lector, ¿con cuál opción se queda?
Detrás del joven teniente Joseph Trotta está la mano de Joseph Roth, y aunque en la literatura no necesariamente coinciden siempre personajes y autores se puede asegurar en este caso que detrás de toda la cosmovisión del personaje del joven Trotta está Joseph Roth, el autor de la novela, y que, por tanto, en el párrafo que aquí analizamos está presente la visión amarga de Roth, un hombre que sufrió en carne propia el derrumbe del imperio austrohúngaro, su único mundo, según sus propias palabras. Se dice fácil, pero apenas se puede comprender lo que siente un hombre que pasa por tales vivencias, y que para colmo sufre el exilio.
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