Como parte de los Hay Diálogos Cuadernos Hispanoamericanos, los escritores Juan Villoro e Irene Vallejo conversaron sobre el libro como ente que a lo largo de la historia ha visto amenazada su existencia y sin embargo, con la llegada de nuevas tecnología en vez de cumplir su supuesto destino apocalíptico, se ha visto prestigiado con respecto a las plataformas emergentes.
Partiendo de la consulta de “El infinito en un junco” de Irene Vallejo, que ha tenido gran éxito y hasta el momento va en la 18ª edición, la moderadora del encuentro, la periodista Irma Gallo, habló del libro como algo que incluso ha logrado “salvar” a las personas en situaciones críticas.
Al respecto, Villoro hizo una analogía de éste con un paracaídas. “Alguna vez yo escribí que la lectura es como el paracaidismo; en situaciones normales sólo unos espíritus arriesgados lo practican, pero en situaciones de emergencia le salvan la vida a cualquiera. No siempre te quieres tirar en un paracaídas, pero si el avión se está cayendo, esto te va a salvar y ha pasado lo mismo en situaciones de naufragio, cárcel o soledad”.
Hablando en primera persona, Vallejo recordó cómo fue que se encontró con el mundo de las letras durante su infancia. Teniendo tan solo 8 años sufría de bullying en el colegio y sin razonarlo siquiera, aceptó la regla implícita de que lo que sucedía en el mundo de los niños no podía compartirse con los adultos, por lo que jamás pidió ayuda.
“Leía libros de Stevenson, Jack London, y sentía que aquellos autores son los que me hubieran podido comprender y con los que yo hubiera podido conversar y no me hubieran apartado (…) Con estos libros yo recibí el mensaje de que el mundo no es solamente el patio del colegio (…), existen personas variadas con inquietudes, sueños, expectativas y deseos que podían corresponderse y dialogar con los míos. Aquellos libros me mantuvieron aferrada a la vida”.
Asimismo señaló que cuando relee aquellas lecturas, vuelve a sentir esa proximidad con las letras, y ahora deduce que representaron también su emancipación. “He entendido que para mí escribir y leer es la rebelión (…) Lo que nos prohíben decir en la vida los matones y los que nos acosan, es precisamente lo que encontramos, reivindicamos y contamos en la literatura”.
En tanto, Villoro destacó que en su caso, la lectura no llegó como una salvación, ni en edad temprana, sino más bien durante la adolescencia, cuando precisamente se negaba a ser como sus padres; hijo del filósofo Luis Villoro y la psicoanalista Estela Ruíz Milán.
Recordó que como parte del Colegio Alemán las lecturas que se compartían a los niños eran más bien propias de una educación represiva, donde los cuentos sólo eran lecciones duras para los pequeños llenas de crueldad, y en casa donde estaba rodeado de libros, ninguno se adaptaba a sus necesidades, pero cuando su amigo Jorge Mondragón le compartió “De perfil”, del escritor mexicano José Agustín; escrito en primera persona y donde el protagonista era un adolescente cuyos padres se habían divorciado, de inmediato conectó con él debido a la similitud con su propia historia.
“Muchas veces la mejor manera de acercarnos a los libros es tratar de encontrar una familiaridad con nosotros, para luego alejarnos y regresar a otros libros y darnos cuenta, muchos años después, de que también un libro como ‘El cantar de mio Cid’ está hecho de materia viva y puedes conectar con él, pero necesitas otra puerta de entrada”.
Finalmente, ambos escritores coincidieron en que su papel es defender al libro; “creo que no debemos preocuparnos demasiado de las amenazas o los anuncios de que el libro va a perecer, pero esto no debe eximirnos de la responsabilidad de defenderlo”, señaló Villoro.