La actitud de divo cinematográfico en la cinta El gallo de oro no corrió a cargo de su protagonista: Ignacio López Tarso, tampoco hubo desplantes de parte de Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez, los connotados escritores que adaptaron el cuento de Juan Rulfo al cine, no, esas insolencias las desempeñó el gallo que acompañó al primer actor, durante el rodaje de esta cinta dirigida por Roberto Gavaldón en 1963 y que tuvo locaciones en San Juan del Río.
“La anécdota que me gusta platicar de El gallo de oro”, relata Ignacio López Tarso, “es que el gallo que yo manejaba, un gallo que le regalan en el palenque a Dionisio Pinzón (personaje al que interpreta en la película) y acepta al gallo a medio morir. Anda, llévatelo, te lo regalo, le dice el gallero al personaje que yo hacía y él se lleva el gallito. Ve que tiene mucho espíritu, es un gallo ganador y entonces sabiendo que es un gallo que esta acostumbrado a ganar en las peleas, se lo lleva a su rancho, lo acomoda bien, le hace unas cuantas curaciones y lo mete en el hoyo para que se componga”, rememora el actor para hacer una sinopsis de la cinta, durante una charla con un selecto grupo de periodista, en la que BARROCO participó el pasado miércoles en el Teatro del IMSS, donde López Tarso ofreció una función de Aeroplanos.
“Un día lo despierta ya el gallo muy compuesto y empiezan en las ferias a ganar, ganar y ganar, pero al “gallo de oro” le ponían… yo se la ponía, porque aprendí a amarrar al gallo, que es ponerle la navaja de acero y al (gallo) contrario le ponían navaja de madera, porque tenía que ganar el gallo de oro.
“Éramos grandes amigos, el gallo y yo, pero ganó tantas peleas que cambió de carácter y entonces se sentía el dueño del mundo el desgraciado gallo, y ya no me le podía acercar; y amigos que éramos terminamos peleando, él, a picotazos y yo, a cachetadas, le decía: ¡Ya estate quieto, carajo, ya!, y así tuvimos que llevarnos, porque cambió totalmente el carácter, se sintió el gallo ganador, sin saber que era un truco de filmación, sin saber que él tenia navaja de acero y el otro de madera. Pues cuando fue al revés, cuando al final de la película el que debe morir es el gallo de oro, yo te juro que la mirada del gallo me conmovió profundamente, y ya medio muerto me veía, y con los ojos me decía: ¿Qué te esta pasando?, no entiendo ¿por qué no me ayudas, como me has ayudado siempre?, pero de verdad fue muy impresionante esa muerte del gallo, porque hablaba con la mirada y lo sentí muchísimo, porque había que matarlo y murió enojado conmigo, murió reclamándome y ya no le pude explicar por qué”, relató el actor ante la atención de todos los presentes.
Sobre esta cinta, el histrión de 93 años, recuerda además la buena relación que hubo entre los citados escritores que adaptaron el texto de Rulfo.
“Lo curioso es que Gabriel García Márquez es un gallero de corazón, (…) y Gabriel estuvo en la filmación, porque le gustaba el ambiente de ferias, como me gusta a mi”, acotó.
El intérprete de Macario habló además de la película Pedro Paramo, que llevó a la gran pantalla el director de cine Carlos Velo en 1967, con un guión en el Carlos Fuentes también participó, junto al citado cineasta y al guionista Manuel Barbachano Ponce.
López Tarso confesó que le hubiera encantado haber sido el protagonista de esa cinta, pero “invitaron a un gringo”, dijo el actor al referirse a John Gavin, actor californiano que dio vida a Pedro Paramo, “debió haberla hecho un mexicano”, sentenció de manera reiterativa.
Rosalío Solano
Otra de las memorias que López Tarso compartió a la prensa local, fue la relación profesional con el cinematógrafo queretano, Rosalío Solano, quien fotografió a Ignacio en la película Tarahumara (Luis Alcoriza, 1965).
El histrión calificó al oriundo del pueblo de Bernal como “muy buena persona, muy profesional, conocedor de su oficio, de su trabajo… Tarahumara fue una película que disfrutamos y sufrimos mucho”, acotó antes de internarse en sus memorias para compartir anécdotas alrededor de la filmación de esta cinta.
“Nos tocó el invierno y la tarahumara nevada es un espectáculo maravilloso, inolvidable, pero el clima es muy fuerte y fue tan grande el invierno de ese año en que filmamos Tarahumara que nos quedamos aislados, nos abastecía el Ejército por medio de avión y por carretera, una brecha donde viajan los camiones de 4x4”, recuerda.
“Pues nos quedamos aislados, porque el avión no podía aterrizar, era una pista muy chiquita, que la primera vez que llegué al campamento, a la filmación, yo dije: ¿Y a dónde vamos a aterrizar? Miré y veía a los árboles muy cerca, era peligrosísimo, y para salir se iba el avión hasta la orilla de un desfiladero”.
Tales fueron las circunstancias, que los alimentos y comida que utilizaron durante las grabaciones llegaron vía aérea y desde las nubes arrojaban los víveres, según recuerda el experimentado actor.
En Tarahumara, López Tarso personifica a un ingeniero que investiga la apropiación de tierras del pueblo rarámuri, por parte de políticos y aborígenes invasores. “La historia cuenta cómo se les reducen durante la noche sus terrenos, porque los chabochis, (mestizos o blancos conquistadores), en la noche es cierto que les mueven los linderos, y mueven la línea de división y les van quitando terrenos, yo era el ingeniero que investiga eso y un día me venadean, me cazan y me matan”, recuerda sobre su personaje.
El actor habla además con fascinación del espectáculo natural que ofrece aquella región del país.
“Hay un lugar que se llama el divisadero, porque es un espectáculo maravilloso y ahí se detiene el tren formidable (El Chepe), que va de Chihuahua a Topolobampo, ahí se detiene, ahí fui muchas veces a gozar de ese lugar, ahí se reúnen muchas de las barrancas más grandes”, subraya.
Querétaro teatral
La visita de López Tarso a Querétaro se dio en el marco de la reactivación de la red de teatros del Seguro Social, algunos de los cuales, hace 55 años, inauguró el actor.
El recinto de esta red que se encuentra en la capital queretana albergó la obra Aeroplanos el 15 de agosto pasado. La puesta es protagonizada por el entrevistado y Manuel Ojeda. Antes, en esta obra, Ignacio compartió escena Manuel “El loco” Valdés y Aarón Hernán.
Al respecto, el histrión elogió los cambios hechos en el Teatro del IMSS queretano y exaltó las bondades de la escena teatral en la ciudad.
“Me gusta mucho Querétaro, además de todo lo bello que tiene la ciudad, tiene la ventaja de tener una gran actividad teatral, que yo siempre lo pongo como ejemplo cuando hablo de la vida teatral propia de cada ciudad. Es muy importante mantenerla y Querétaro ha tenido grupos que han vivido por sí mismos, desde hace mucho tiempo, para el público de Querétaro”.
Y enumeró algunas compañías locales, como Cómicos de la Legua, El Corral de Comedias y El Teatrito de La Carcajada, como ejemplo de lo que en Querétaro se realiza en la actividad escénica.
“Son grupos que se han hecho profesionales, han vivido del teatro y han trabajado desde hace años para el publico de Querétaro”.
En este sentido, señaló que el teatro es su pasión y “si me faltara el teatro me moriría, seguramente”, sentenció.