Plañideras, lamentatrices, lloronas o lastimeras fue como se le nombró a aquellas mujeres que intercambiaban sus lágrimas por un par de monedas. Cobraban por llorarle a muertos ajenos, con la misma efusividad y dolor como si se tratara de los propios. Y lo peculiar de este oficio es que de alguna manera estuvo presente en la mayoría de las antiguas civilizaciones.
Un elemento en el que han coincidido diferentes historiadores e investigadores es en que se trata de un oficio propiamente del sector femenino y que es igual de antiguo que el trabajo sexual. Las plañideras han sido personajes recurrentes en relatos antiguos, en fragmentos de libros sagrados e inclusive en los relatos populares.
Sin embargo, pese a todos los trabajos de investigación, siempre las preguntas recaen en: ¿quiénes eran?, ¿cómo las encontraba la gente?, ¿cuál era su finalidad? y ¿siguen vigentes hoy?
Llorar y llorar en la historia
Ana Valtierra, doctora en Historia y Teoría del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid, ubica la presencia de las plañideras en las civilizaciones sumerias, egipcias y griegas, y señala que se fueron trasladando a las civilizaciones ‘emergentes’ como en la Romana, y reaparecieron con mucho auge durante la época victoriana en Inglaterra del siglo XIX.
“Las plañideras eran seres psicopompos, que con sus lágrimas y cánticos preparaban el paso del difunto a otro mundo. Guardaban relación con las prácticas más antiguas de magia, un rito de paso documentado a través del arte desde época muy antigua. En la ‘Epopeya de Gilgamesh’, considerada la narración más antigua de la historia, ya aparecen las plañideras. En estas tablillas escritas en cuneiforme del II milenio a. C., Enkidú llora por su amigo, ‘Me lamento amargamente como una plañidera’, dice. También ‘para Tammuz, el amante de tu juventud, has ordenado llantos año tras año’, señala”, escribe la historiadora para la Revista Adiós, en el artículo Plañideras: Las profesionales del llanto funerario .
Su aparición temprana en la literatura y en las narraciones épicas fueron una forma de dejar constancia pública del dolor de los familiares del difunto, profundiza la historiadora dentro del texto. A su vez, señala que dejaban testimonio del estatus social, debido que estas “prestadoras del servicio” requerían una remuneración económica alta que no cualquiera podía pagar.
Su existencia es constatada por su aparición en vasos antiguos, pinturas, esculturas, y en la literatura. Este oficio también ha sido representado desde el cristianismo. Elsa Muñiz, doctora investigadora del Departamento de Política y Cultura del Área Mujer, identidad y poder de la Universidad Autónoma Metropolitana, señala que desde la religión cristiana-católica se introdujo una nueva percepción del individuo y la muerte, lo que impactó en la forma en la que se celebraban los ritos funerarios.
“En particular, en la pasión y muerte de Jesucristo se expresan de manera contundente dos imágenes que hasta nuestros días son modelos femeninos. La primera de ellas fue María Magdalena, a quien algunas versiones de la Historia Sagrada llaman ‘Magdalena la pecadora penitente’. (...) Las lágrimas y el amor que se expresa a través de ellas, se convierten entonces en el vehículo del perdón que los cristianos necesitan, en particular para llegar a la gloria después de la muerte. La otra mujer es María madre, quien junto a otras mujeres acompañó a Jesús durante todo el vía crucis llorando y gimiendo como auténticas plañideras”, explica la investigadora dentro de su artículo Llorar y llorar… El oficio de las mujeres en los rituales funerarios en el libro De muertitos, cementerios, lloronas y corridos (1920-1940).
Muñiz explica que la institución eclesiástica poseía un importante interés en la percepción que los pueblos tenían de la muerte, por lo que insertarse en los rituales funerarios fue una forma de transmitir su ideología sobre la muerte como un tránsito natural a la promesa divina.
Sin embargo, la Iglesia fue una de las primeras instituciones en rechazar a las plañideras. “Desde el siglo IV [la iglesia] se oponía al empleo de mujeres contratadas como plañideras para hacer del duelo algo más intenso, para incendiar el fuego de la pena, y amenazó con excomulgar a quien contratara a estas lloronas profesionales”, añadió la investigadora en su artículo.
Esto favoreció a la secrecía de esta profesión, a que las mujeres lamentatrices se movieran entre las sombras y entre los susurros de la población en general, quienes asumieron una complicidad silenciosa con las “profesionales del llanto” incentivada por el ‘temor de Dios’.
El papel de Querétaro en la preservación de la tradición
La época prehispánica en México no fue la excepción y también cuenta con registro de la existencia de las lloronas. Fray Diego Durán, historiador y fraile dominico español autor de Historia de las Indias de Nueva-España e Islas de Tierra Firme, inmortalizó en sus escritos que, durante los funerales del rey mexica Ahuízotl, se empleó a numerosas mujeres y hombres que lloraron durante cuatro días por el tlatoani.
Ubaldo Neftalí Sáenz Bárcenas, cronista del municipio de San Juan del Río, explicó en entrevista para Barroco que el oficio de las plañideras tanto deriva de la tradición de nuestros pueblos originarios, como del sincretismo que surgió con la llegada de los españoles al territorio.
“En México fue muy socorrido principalmente en cuatro estados del centro del país: Michoacán, Querétaro, Guanajuato e Hidalgo. En esos municipios sí había el oficio y se contrataba a las mujeres para que lloraran en los funerales”, comentó.
De acuerdo con Sáenz Bárcenas, fue durante la época posterior a la Revolución Mexicana cuando este oficio antiguo cobró mayor popularidad entre las personas. “Muchos difuntos se habían quedado sin familias, y entonces las contrataban para brindarles un momento de dolor y compasión al haberse quedado sin nadie”, explicó.
Aunque puedan ser percibidas como un gasto lujoso, el cronista señaló que su contratación en nuestro país por lo regular surgía de las clases menos privilegiadas. “Suponemos que realizaban su pequeño ahorro y así era como eran financiadas, pero algo que se tiene claro es que las clases más adineradas no eran clientes frecuentes de estas mujeres”, comentó.
Su desuso llegó a mediados del siglo XX, según nos explicó el historiador, esto por las nuevas leyes o normas para la regulación del comercio a nivel nacional. “Oficios como el de la prostitución también se vieron afectados por estos cambios”, señaló.
Sin embargo, algo que también influyó fueron los señalamientos realizados por instituciones como la Iglesia, los que incentivaron que ya no se acudiera a las plañideras.
Actualmente, el oficio se transformó en algo turístico, más que seguir con la tradición de negocio; sin embargo, últimamente el enfoque ha tomado un valor de patrimonio cultural intangible de Querétaro y de San Juan del Río.
“En San Juan se conserva la tradición por el concurso nacional que se celebra en el municipio. De alguna manera nos hemos convertido en un referente en la preservación de esta tradición. Nos han visitado investigadores de otras partes del mundo, porque somos de las pocas regiones que ha buscado mantener un registro de las plañideras en nuestro país. En ninguna parte del mundo se realiza un concurso de esta naturaleza, por lo que en nuestras manos tenemos una actividad sumamente única”, compartió el cronista.
Las plañideras son un misterio no solo a nivel local, sino también global. Por su oficio, la secrecía y anonimidad eran esenciales, explica el cronista: “hablamos aquí de mujeres que potencialmente tenían una segunda vida a espaldas de su familia, o de mujeres solitarias que cada determinado tiempo emigraban de los pueblos para mantener vivo su negocio. El chiste de las plañideras era que no se supiera que habían sido contratadas para el velorio”, añadió.
Ante estas características, la interrogante que sigue perturbando a todos los investigadores es el cómo la gente daba con ellas. “No tengo idea alguna”, nos comparte, “es una pieza que no he logrado descifrar. Es evidente que necesitaban pasar desapercibidas, pero ¿cómo llegaban a ellas? Esa es la pregunta verdadera”, enfatizó.
Aunque hoy en día solo son una representación del oficio, desde hace 17 años el municipio de San Juan del Río ha mantenido vivo su recuerdo al ser la sede oficial del Concurso Nacional de Plañideras.
“Hoy solo tenemos una representación de lo que solían ser las plañideras; sin embargo, aunque el público y las mujeres son conscientes que es una puesta en escena, momentos antes de que comience el concurso, la audiencia y las plañideras entran en un momento solemne, te sientes dentro de un funeral, lo que hace que sea mucho más real de lo que se busca originalmente. Por eso, este concurso es sumamente reconocido e importante para la preservación del oficio”, puntualizó.
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Actualmente, la convocatoria se encuentra abierta hasta las 15:30 horas del 27 de octubre. Cualquier mujer del país, mayor a los 18 años, podrá ser partícipe de este evento. El registro se tendrá que realizar previamente en las oficinas de la Dirección de Turismo Municipal, ubicadas en el Portal del Diezmo, en avenida Juárez Oriente No. 15, en el Centro de San Juan del Río, en un horario de 08:30 horas a 15:30 horas, de lunes a viernes. El único requisito que se debe presentar es contar con una copia de su INE (por ambos lados) para su registro.
El jurado calificará desde el llanto, la creatividad para la improvisación, vestuario, veracidad del discurso, la actuación y expresión corporal. El evento se realizará el 30 de octubre a las 19:30 horas en la Plaza Independencia del municipio, y la premiación se realizará a las 21:30 horas, al terminar la evaluación por parte del jurado.
El primer lugar del concurso se llevará 6 mil pesos, el segundo lugar será galardonado con 4 mil pesos y el tercer lugar con el monto de 2 mil pesos. Esta actividad forma parte de la programación del Festival Día de Muertos que se celebra en San Juan del Río.