Cuenta una antigua leyenda maya que hace mucho tiempo, el venado no tenía la piel como la tiene ahora, de hecho era pálida, lo que hacía que fuera un blanco fácil para los cazadores.
Un día, un pequeño ciervo bebía de un arroyo cuando escuchó los disparos de cazadores que acababan de verlo, espantado salió corriendo y consiguió llegar hasta una pequeña cueva, entró en ella malherido y tuvo la suerte de encontrarse con tres genios buenos, que curaron su pata y decidieron ayudarlo.
Cuando el venado se terminó de curar de sus heridas, se despidió de los genios muy agradecidos, pero uno de ellos le dijo:
– ¡Espera! No te vayas aún, te concederemos un deseo, pide lo que quieras...
El pequeño ciervo no se lo pensó dos veces:
– Deseo que todos los de mi especie puedan estar más protegidos frente a los peligros y el hombre.
Entonces, uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó por encima del animal, mientras otro miraba hacia arriba y pedía a los rayos del sol que cambiaran el color de su piel que se fue oscureciendo y llenando de pequeñas manchas, hasta llegar al color de la tierra.
A partir de entonces, los hombres ya no pudieron ver con tanta facilidad al venado y éste pudo protegerse mejor de los peligros.
Fuente: tucuentofavorito