Braulio

El libro está construido de manera atemporal, acaso porque es así como habitan los recuerdos en el hombre,

Leslie Dolejal | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 23 de febrero de 2022

Foto: Cortesía | Calygramma

No sé si estoy ante la novela de un hombre que está escribiendo una novela, ante la expresión de un hombre que sencillamente se ha sentado a recordar, o ante los apuntes para escribir una novela, que son una novela. En cualquiera de los casos, el trabajo de Manuel Naredo, en Braulio, su último libro, me resulta estimulante.

El libro está construido de manera atemporal, acaso porque es así como habitan los recuerdos en el hombre, acaso porque la cronología es un invento innecesario para la forma real en la que el pensamiento trabaja. En él, en el libro, si bien podemos leer la historia de un joven que participa en la Guerra Civil española, leemos también la historia del hijo que se explica al padre, que tiene que reinventar los años perdidos del padre, y para hacerlo recurre a la interpretación, a la anécdota y al viaje, físico y mental, hacia los lugares donde aquella vida existió.

Es prudente decir que los motivos de cada uno de esos recuerdos forman ligamentos sensibles con quien evoca, y pasado y presente se funden en una sola pieza que, al explicar al padre, van develando al hijo como narrador situado siempre en un presente concreto.

El tema de los días de la guerra transcurre en Los Picos de Europa, entre un ejército diezmado por el frío, el hambre, la inclemencia y la muerte, y el derrotero de un paisaje de guerra, que en momentos de la narración logra mostrarnos la belleza de sus caminos, sus montañas, y sus árboles de bosque. La miseria ha hecho presa de la población, Braulio es un joven de apenas diecinueve años que participa en el frente, que no sabe mucho de la vida, pero que convive con sus amigos de infancia luchando por una República que finalmente perderá esa apuesta. Para él vendrán entonces las ejecuciones, la persecución, la delación, el campo de concentración, la muerte del hermano y los amigos, y finalmente el doloroso exilio.

Ser extranjero en una tierra por las ideas que un hombre tiene, es parte también de la vida de Braulio; el hijo lo mira ahora viejo, débil; sabe que pronto va a morir y está evaluando lo que ese hombre ha sido, lo que ese padre significa para él, y no sabe cómo empezar a contarlo. No tiene la certeza de empezar a narrar esa vida por algún momento en específico, porque lo que en verdad está ocurriendo, lo sabe, es una despedida, y el sentimiento que esa despedida deja es un asunto doloroso; no hay nada más terrible en la vida que ver cómo se va deteriorando lo que uno ama.

¿Cuántos árboles habrá plantado en su vida mi padre? ¿Cuántos duraznos? ¿Cuántos ciruelos y perales?

Ahora bien, siendo un libro que sitúa una historia en el marco de la Guerra Civil española, Braulio no es un libro sobre la Guerra Civil española, si no un libro que muestra a los héroes que murieron sin tener cabida en las páginas gloriosas de la Historia, a cuyo recuerdo nadie asiste, porque la guerra es siempre hecha por invaluables ausentes, cuyo nombre se pierde a menos que exista alguien capaz de decirlos.

Por ello, por sus características literarias, Braulio me parece un libro enorme: ríes y te conmueves, te entregas a la vida de los héroes y a la mirada del hijo que ve en el padre la anécdota, y al mirar la anécdota está evaluando la vida.

Sin duda, en Braulio, Manuel Naredo logra el ejercicio más alto del pensamiento al que puede aspirar un hombre: la sencillez de expresar los recuerdos en aras de encontrar lo verdaderamente valioso de nuestro paso por el mundo.

Debo decir que si ya guardaba admiración por Manuel, hoy, esta lectura, me ha permitido comprenderlo más y saber de cerca el porqué de todos los valores que practica en sus relaciones cotidianas; Braulio es el ejemplo del héroe que se exilia, que no tiene más remedio que vivir.