Woke y la batalla cultural

El libro de cabecera

Carlos Campos | Colaborador Diario de Querétaro

  · viernes 18 de noviembre de 2022

Foto: EFE

Titania McGrath es una autora ficticia y una cuenta de Twitter de parodia, ambos creados y dirigidos por Andrew Doyle, un comediante británico y columnista de la revista política digital Spiked. Doyle describe a Titania McGrath como "una vegana militante que cree que es mejor poeta que William Shakespeare". A partir de marzo de 2021, el personaje tiene más de 600 mil seguidores.

Una de mis lecturas favoritas durante el confinamiento pandémico fue Woke (Alianza Editorial, 2020), donde Doyle, a través de Titania McGrath, continúa dando rienda suelta al afán justiciero del personaje ficticio.

Foto: Cortesía | @amazon

Aunque en sus inicios el vocablo woke (despierto, en inglés) era utilizado para referirse a diferentes movimientos que estaban en contra de las injusticias sociales, recientemente se utiliza para resumir a todo lo que antes podía calificarse como “políticamente correcto”, de acuerdo con Evan Smith, profesor de la Universidad Flinders de Australia. Es decir, que mientras que para algunos ser woke es tener conciencia social y racial, y cuestionar los paradigmas y las normas opresoras impuestas históricamente por la sociedad, para otros describe a hipócritas que se creen moralmente superiores y quieren imponer a toda costa sus ideas progresistas sobre el resto. Los críticos de la cultura woke cuestionan, sobre todo, los métodos coercitivos que utilizan algunos "policías de la palabra" contra quienes dicen cosas o cometen actos que ellos perciben como misóginos, homofóbicos o racistas, como no utilizar rasgos del lenguaje inclusivo, por ejemplo, cuando no decimos o escribimos “todas y todos”, “todas, todos y todes”, “tod@s”, “todes”, “todxs” y sus insólitas combinaciones y derivados.

Particularmente ha generado mucho malestar el uso de un método conocido como la cancelación: un boicot o linchamiento social y profesional, en el que casi nunca hay una denuncia formal ante instancias judiciales, y que suele realizarse a través de las redes sociales, contra personas que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable.

Foto: Cortesía | Carlos Campos

En Woke se demuestra cómo todos pueden desempeñar su papel en la búsqueda de la justicia social. Como ícono milenario a la vanguardia del activismo en línea, Titania se encuentra en una posición única para guiarnos a través de la a menudo desconcertante variedad de terminología y conceptos que constituyen el "despertar" (woke) del siglo XXI.

Estar despierto, estar woke, es en realidad mucho más fácil de lo que la gente piensa: “Cualquiera puede ser activista. Simplemente agregando una bandera del arcoíris a su perfil de Facebook, o llamando a una persona mayor que no entiende lo que significa no binario, puede cambiar el mundo para mejor. De hecho, las redes sociales ahora han hecho posible mostrar cuán virtuoso eres sin tener que hacer nada en absoluto”.

Una satira punzante, que recurre a alegorías hilarantes desde el centro del discurso woke exhibido, como en el capítulo títulado Mi Lucha (sic): “Me amamantaron durante mis primeros seis meses de vida. ¿Acaso no se daba cuenta mi madre de que yo era vegana? ¿Le importaba siquiera? En cualquier caso, era abuso”. O cuando McGrath confiesa que “Con los años empecé a destacar en todas las asignaturas, excepto en biología, física, química, economía, historia, religión, informática y matemáticas. […] Esto no era debido a un `fracaso´ por mi parte, sino más bien se debía a que estas materias son constructos patriarcales para perpetuar el privilegio blanco”.

Respecto al ser hombre o mujer, McGrath refiere que “La palabra mujer significa `humano femenino´, mientras que hombre simplemente quiere decir `humano´. Desde un punto de vista lingüístico, esto implica que las mujeres somos la excepción a la norma […] Para mí, el hombre ideal es que ha sido “golpeado hasta convertirlo en una masa sanguinolienta, con un zapato de tacón incrustado en la boca, como una manzana en la boca de un cerdo”. El tema brincó en 2019 al mundo de la economía, con la campaña publicitaria “Lo mejor que pueden ser los hombres” de Gillette. A pesar de que en el anuncio criticaba desde una visión maniquea propia de la mercadotecnia al acoso sexual y escolar, violencia y mansplanning (tampoco se le puede exigir mucho a un comercial para televisión), fue vilipendiado por muchos hombres que se sintieron ofendidos al ser retratados como violentados, acosadores y mansplainers… ¡Sin reparar en la imagen contrapuesta promovida por la marca!

Este es el punto principal. El comportamiento woke ha visibilizado de una manera frívola los problemas sociales y los ha colocado como la principal fuente de la corrección política llevada a extremo, a costa de las víctimas, de los hechos y de la búsqueda de justicia. Como lo señala Alexandria Ocasio-Cortez, legisladora del Partido Demócrata y una de las más acérrimas defensoras del movimiento woke, que paradójicamente ha favorecido a movimientos de extrema derecha: “Creo que hay muchas personas que están más preocupadas por ser precisas y estar en lo cierto factual y semánticamente que por ser moralmente correctas”. De ahí que la cancelación, el acoso, la corrección y el linchamiento mediático a través de redes sociales sean las herramientas predilectas del movimiento: “A los sentimientos no les importan los hechos. Así es como funciona la justicia social. Si sientes que algo es verdad, entonces es verdad”. Para McGrath, en uno de los párrafos que han cobrado mayor fuerza con la llegada de Elon Musk a Twitter: “Las redes sociales deberían ser un espacio seguro en el que yo pudier expresarme sin miedo a ser insultada, ridiculizada o desafiada de cualquier manera. Todo este odio solo demuestra que mi trabajo y mi activismo son más necesarios que nunca […] No me cansaré de repetirlo. Odiar a alguien por el color de su piel no es racista si esa persona es blanca. De hecho, el vehemente odio que siento hacia la raza caucásica es precisamente lo que nutre a mi arte”.

Fenómenos complejos como la violencia contra las mujeres, la diversidad sexual, la protección del medio ambiente, la mal llamada y falsamente denunciada apropiación cultural (cuyo nombre correcto es apropiación indebida y que está tipificada como delito en el artículo 425 del Código Penal de nuestro país), la discriminación, el acoso sexual y escolar, entre otros, quedan reducidos a meros recursos simbólicos que animan las narrativas de grupos sectarios de la corrección política, quienes a través de invectivas a sectores o personas específicos, detonan el odio y la intolerancia hacia sus objetivos, mientras las causas y consecuencias de los problemas estructurales quedan intactos e impunes.

Desde la sátira política y cultural, Woke nos invita al diálogo y a la interpelación de las narrativas supuestamente militantes, en medio de la batalla cultural que se ha comenzado a tropicalizar mal y tarde en nuestra región, a través de nichos reactivos, sectarios, intolerantes, adiestrados y con mucho tiempo libre, a razón del odio a quien tiene la maldita osadia de pensar diferente.