Los instrumentos de un cazador: el hallazgo de un átlatl en el semidesierto queretano

Recorrer el presente, re/imaginar el futuro

Jesús E. Medina, Carlos Viramontes y Claudia Jael Jiménez / Colaboradores Diario de Querétaro

  · miércoles 9 de octubre de 2024

El hallazgo se encuentra actualmente en la Sala de Arqueología del Museo Regional de Querétaro. Foto: Donna Oliveros / Diario de Querétaro y Cortesía / INAH-Querétaro


A principios de 2023, integrantes de la Asociación de Espeleólogos de Querétaro (AEQ) que exploraban el interior de la Cueva del Tesoro, ubicada en la comunidad de Rancho Quemado, Cadereyta de Montes, Querétaro, realizaron el hallazgo de un extraordinario conjunto de artefactos prehispánicos de madera: un átlatl (también conocido como propulsor o lanza dardos) acompañado de un par de dardos y dos posibles lanzas; al percatarse de la importancia del hallazgo, los espeleólogos dieron aviso al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para su salvaguarda, conservación e investigación.

Los propulsores son artefactos de gran antigüedad y sirven como instrumentos de caza y pesca o como arma para enfrentamientos con otros grupos. Suelen ser de madera -u otros materiales- y permiten lanzar un proyectil con mayor fuerza, velocidad, precisión y distancia que si se arrojara únicamente con la mano. Sus partes esenciales son la hoja o el cuerpo del aparato, el gancho donde se fijan los dardos y el mango que sirve para manipularlo; los dardos pueden ser sencillos o compuestos y una vez que se colocan sobre el propulsor, funcionan como un complejo sistema de palancas en el que está involucrado el cuerpo, el hombro, el codo y la muñeca del tirador.

Los propulsores más antiguos provienen de diferentes lugares de Europa occidental -España, Francia, Suiza, Alemania- y datan del Paleolítico superior, entre 19 mil 500 y 14 mil 500 a.C. Este tipo de artefactos se diseminaron hacia otras partes del mundo con excepción de África y la Antártida. En Australia la evidencia sugiere que fue adoptado por las sociedades cazadoras recolectoras hace 5 mil años; mientras que en América fue introducido a través de diferentes oleadas migratorias de grupos humanos provenientes de Asia hace más de 12 mil años.

Dado que la mayoría de los propulsores se manufacturaron con materiales perecederos, existen pocos ejemplares arqueológicos que pervivan en la actualidad. Para el caso de Mesoamérica, la denominación más común del propulsor es átlatl, y hay al menos una docena que proceden de diferentes lugares; la mayoría carecen de contexto arqueológico y forman parte de colecciones de diferentes museos nacionales e internacionales como el Museo Nacional de Antropología, el Museo del Indio Americano de Nueva York, el Museo Etnográfico de Berlín y el Museo Británico, entre otros.

Cuando se trata de contextos asociados a grupos de cazadores recolectores en el territorio mexicano, la información referente a este tipo de artefactos es aún más escasa; se han encontrado evidencias de dardos y propulsores en el valle de Tehuacán (Puebla), la Cueva de la Candelaria (Coahuila), la Cueva de la Paila (Coahuila) y la Cueva del Diez de Enero (Sonora). En el caso del átlatl y los otros instrumentos de caza de la Cueva del Tesoro, se localizaron al interior de una pequeña galería a aproximadamente 200 metros de profundidad, en un sector donde las condiciones ambientales favorecieron su preservación. Los dardos y lanzas se encontraron dispuestos cuidadosamente en forma paralela, mientras que el propulsor fue colocado por encima, en posición transversal.

El átlatl mide 51.5 cm de largo y tiene un cuerpo trapezoidal con acanaladura del que surge un pequeño gancho y un mango cilíndrico prolongado. Su morfología es muy similar a dos ejemplares recuperados en la década de los 50 del siglo pasado por la arqueóloga Carmen Cook de Leonard en Cuautla, Morelos; por sus características, los dos átlatl encontrados en Morelos y el de la Cueva del Tesoro son únicos en el mundo.

Lamentablemente, los dardos están incompletos, pero se observan ciertos rasgos a destacar: uno mide 79 cm de largo y es una pieza compuesta, en el que una sección es de carrizo y la otra se hizo con una madera más compacta (probablemente colorín). Del segundo proyectil sólo se conserva el extremo distal, observándose que la punta de madera fue endurecida con fuego para mejorar su función penetrante.

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Finalmente, las piezas de mayor tamaño (de 1,35 m y 1.72 m de largo respectivamente) también presentan extremos afilados endurecidos con calor. No está muy claro qué tipo de herramientas pueden ser, pero es muy probable que sean lanzas; instrumentos de estas características, que a primera vista parecieran no tener las mejores cualidades aerodinámicas, se han encontrado en otras partes del mundo. El ejemplo más claro es el sitio Paleolítico de Schöningen (Alemania), donde se hallaron nueve lanzas de madera con una antigüedad de 300 mil años que fueron utilizadas por individuos Homo heidelbergensis, una especie extinta del género Homo. Estas son posiblemente algunas de las herramientas de madera más antiguas del mundo encontradas hasta el momento.

La datación de uno de los dardos de la Cueva del Tesoro arrojó una antigüedad del 7 al 132 d.C., lo que quiere decir que los objetos formaron parte del utillaje de caza de un individuo que vivió en esta parte del semidesierto a principios de nuestra era; sus pertenencias quedaron en el interior de la cueva por motivos aún desconocidos. Actualmente, estos instrumentos están en la exposición permanente de la Sala de Arqueología del Museo Regional de Querétaro, para que todas las personas puedan apreciar este hallazgo único en la historia de la arqueología del estado.