Los payasos, de Federico Fellini 

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 31 de mayo de 2023

Se trata de una docuficción (1970) en la que el director homenajea al circo como terreno de la imaginación, la risa y la adrenalina. Foto: Cortesía: @filminlatino


A Luis Anaya

Al pensar en payasos uno supone que todo se trata de alegría, pero no necesariamente es así, ésta es sólo una parte de todo lo que los payasos significan, de la gama de vivencias, tristezas, sufrimientos, buenaventura, vida y muerte, que están involucrados en sus rutinas. Con la extraordinaria música de Nino Rota y la dirección de Federico Fellini la película Los payasos (I Clowns. Italia, Francia, Alemania 1970), nos muestra una versión profunda, íntima, de la vida y el espectáculo de los payasos de circo.

Un viento sórdido y una amenaza de la madre al niño Fellini, anuncian la llegada del circo al pueblo, y entre todas las variedades se anuncia a “los payasos mas locos del mundo”. En los circos todo es grandilocuente, extraordinario, asombroso, raro, y todas las cosas extrañas están en el circo: la mujer barbuda, el hombre más fuerte, los trapecistas más arriesgados, el hombre enterrado vivo, el hombre bala.… y los payasos haciendo reír a chicos y grandes, siempre mofándose, ridiculizando todo y a todos. ¡Ahh, qué necesario es reír en esta vida!, no tomarse tan seria y rígidamente a uno mismo. Es necesario también que tengamos nuestro Memento mori, éste “Tiene su origen en una peculiar costumbre de la Antigua Roma, que quizás tenga origen sabino. Cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Lo hacía pronunciando esta frase, aunque según el testimonio de Tertuliano probablemente la frase empleada era: Respice post te! Hominem te esse memento! "¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre”.

Retrato de la bailarina mexicana Rocío Sagaón. Ciudad de México. Nacho López, 1955. Foto: Cortesía | @mediateca.inah

Los payasos son benefactores del mundo porque se burlan de todo lo intocable. Entre los payasos temas como la maldad y los golpes producen risa, y a más absurdos, monumentales y estrambóticos, mejor. La película es un homenaje al circo, debido a la fascinación que sintió por éste Federico Fellini desde niño. Un homenaje a ese lugar donde todo es posible, a ese terreno del juego, de la imaginación, de lo exagerado que da risa, de lo peligroso que produce adrenalina, de lo romántico que da pie a los payasos y su tristeza. Finalmente, lo que está de fondo, es una celebración de la vida misma con todas sus facetas representadas burda, respetuosa, hilarante y absurdamente. Pero al imberbe protagonista de la película –Fellini niño–, los payasos le asustan “Sus rostros maquillados y expresiones enigmáticas, Las máscaras de borrachos, Los gritos, las risas salvajes, Las bromas idiotas y crueles, Me recordaron algunas personas extrañas y raras que ves por todo el distrito.”

Exacto, eso es el circo. Los payasos son un reflejo desfigurado, alterado y exagerado de la supuesta realidad normal en la que nos movemos, y en la que muchas veces encontramos sujetos y situaciones más locos que en el mismo circo. Fellini nos muestra algunos personajes de su distrito: el general del pueblo, el locuaz degenerado, la monja enana, el borracho sin remedio, el mutilado de la Guerra Mundial, el fascista, el loco que cree que está en la guerra, Y si nosotros revisamos en nuestra calle, en nuestro barrio, seguramente encontraremos también a extraños personajes locochones, aunque todos conectados en forma demencial con la realidad como origen, con sus manías y contradicciones. Es de la realidad concreta de la que se alimenta el circo. “Esa bufonada embriagadora ¿todavía hace reír a la gente?, pregunta Fellini en una escena de la película: “El mundo que representaba ya no existe, el teatro transformado en pista, la decoración brillante, la ingenuidad, la credulidad infantil del público, todo eso son cosas del pasado. El circo de hoy es un remanente esquivo y desgarrador”.

David Alfaro Siqueiros sentado con un perro. Ciudad de México, 1960. Foto: Cortesía | @mediateca.inah

Así se desarrolla este documental-ficción donde Fellini realiza una exploración del fenómeno circense comenzando con el muy prestigiado circo Italiano Orfei, de gran tradición. La película es también un homenaje a verdaderos artistas del circo como Ricardo Billi, Tino Scotti, Fanfulla, Dante Maggio, Galliano Sbarra, Nino Terzo, Giacomo Furia, Carlo Rizzo, Gigi Reder y otros. Luego van a París donde los payasos son famosos y adorados, donde el circo se ha llevado a la categoría de arte supremo, circos como Le Cirque d’Hiver, Le Nouveau cirque, Le Cirque Medrano. Ahí analiza el tipo de payasos existentes, el origen de sus disfraces, y entrevista a los últimos grandes payasos de Europa.

Rémy, uno de los personajes de la película nos dice: “¿Por qué estás haciendo una película de payasos? El mundo de circo ya no existe. Los verdaderos payasos se han ido. El circo ya no tiene ningún sentido para el mundo real.” Luego Pierre Etaix dice a Fellini: “Me temo que en tu película dices que los payasos ya no existen.” Paul Fratellini comenta: “No han desaparecido, es sólo que la gente ya no sabe reírse. Gracias a los payasos, todos solían tener la necesidad de reír.” Los circos fueron poco a poco relegados a la periferia de las ciudades y se fueron quedando cada vez más pobres. Actualmente, como espectáculos de primera línea, están casi en extinción.

Perro pastor Alemán. Ciudad de México, 1930. Cassasola Fotógrafo. Foto: Cortesía | @mediateca.inah

Hasta la muerte, asunto tan serio, es motivo de risa para los payasos. Mientras su colega, el payaso Whistler, yace inerte frente a ellos, aparecen pañuelos gigantescos para sonarse la nariz, el llanto brota de los lugares corporales más insólitos. –“Respeto para el muerto”–, clama uno de los payasos, mientras otro riega cerveza por todos lados. El muerto al pozo y el vivo al gozo, frente al cadáver del muerto sobre la pista circense salen a relucir todas las mezquindades humanas revestidas de bromas: la envidia, la avaricia, la embriaguez.

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La película-homenaje termina con los payasos cada vez más locos dando vueltas con la carroza fúnebre a toda velocidad, repitiendo situaciones, lo inesperado y lo absurdo. El funeral termina –como en la vida misma– en una enorme fiesta enloquecida. La cinta cierra con un fuerte contraste nostálgico, solemne y reverencial con la pieza Moonlight serenade, de Glenn Miller. En algún momento, todos somos payasos actuando sobre la pista del circo.


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