Observo la actitud infantil con la que procedes, tu orgullo, tu altivez, actúas como si fueras la ofendida, y recuerdo también las épocas en las que has desaparecido de mi vida. Como aquella vez en que inventaste que mi ser amado me engañaba. No sé si decías la verdad, pero en todo caso no era la mejor manera de proceder con una intriga. En realidad no sé cuál sería la mejor manera. Nunca será agradable que te estén viendo la cara de buey, pero soltar la bomba para luego desaparecer habla mal de ti. Tiene un significado muy profundo el hecho de que durante tantos años hayas atacado a mi amada. Ahora ya vas para los cincuenta años y no veo un ápice de madurez en ti. Siempre tus caprichos han sido la respuesta, dejarme con la palabra en la boca, alejarte. Y cuando vuelves te hablo como si nada, según yo para no generar más conflicto, y vuelvo a creer en tu amistad, y me regalas un buen libro de Shakespeare en bellísima edición, y me obsequias un excelente cd de Chico Buarque, y me invitas un buen café en un lugar exclusivo en Santa Fe, para volver a vernos y platicar. Pero si te menciono que voy a ir acompañado vuelves a desaparecer otra vez, no sin antes acusarme de que no tengo palabra, de que soy un payaso, de que ya no soy lo que antes era, de que me cotizo, de que me creo mucho y no soy nada. No me identifico en nada con lo que me escupes a la cara.
Tengo otras formas de medirme. Si fuera lo que tú dices otras personas opinarían igual o parecido, pero hasta donde sé, no hay quien lo diga, y menos quien me lo diga de frente. Sé que no soy monedita de oro para caerle bien a todos, pero me la llevo tranquilo con las amigas y amigos que tengo. No sé de nadie que piense parecido a lo que dices, así que no debe ser tan grave mi accionar. ¿Ya pensaste en que nuestro paso por el mundo es breve y no vale la pena llevárnosla así? Y la verdad es que conozco tan poco de tu mundo. Nos conocemos de hace mucho, tuvimos algo que ver, pero no somos ni siquiera cercanos. Lo malo es que cada vez que te topo es siempre lo mismo. Pocos datos tengo de ti, sé que eres divorciada, que tienes tres hijos, dos hombres y una mujer. Sé que ya son veinteañeros y que mantienes una comunicación distante y fría con ellos. De todo se entera uno. Supe muchas cosas cuando me encontré a tu hija más chica en el metro y me contó lo seca que eres, de cómo no tienen comunicación y de cómo te oculta muchos asuntos en las que anda. Ella quiere ser maquillista, profesión que tú odias porque se te hace inferior, y no te cansas de gritarle que debe ser abogada para que tenga dinero y prestigio en el futuro. Y así me enteré de muchos temas más que no es el caso comentar ahora. Sólo te los cito como ejemplo de que algo anda mal, y no te has dando cuenta.
Quien no se somete a tu voluntad se vuelve tu enemigo. Hazme el desgraciado favor. ¿Estás zafada? Nada es nuestro, y menos a la fuerza. Nadie tiene porqué someterse a tus caprichos. En todo caso, la vida es una negociación en donde hay que ceder, aunque hay cuestiones irrenunciables como son el respeto hacia uno y hacia los seres que uno ama. Amiga date cuenta que es en la libertad en donde florece la verdadera amistad y el amor fraternal, no hay otro camino, y qué bueno. No atar a nadie, no atarse uno; no condicionar el habla ni el apoyo. ¿Puedes y quieres ayudarme? Hazlo sin condiciones, sin groserías, sin reclamos. Deja que nuestra amistad florezca basada en la libertad y el respeto. Sólo así crecerán las flores aromáticas y coloridas que se brindan uno a otro. Sí, ya sé que todo esto se te hacen rollos de autoayuda y profundamente aburridos. ¿Qué puedo hacer? Tan diferentes somos.
Finalmente, a dónde te ha llevado tu camino: dos divorcios y una separación, tus hijos se han alejado de ti, y ahora rentas un deptito donde vives sola. Cada semana bebes, eso sí, muy buenos alcoholes, durante años fumaste yerba, y recuerdo cuando me decías “yo quiero conocer muchos hombres”, y lo llevaste a cabo. Te ibas con uno, con otro, a veces, incluso, los acababas de conocer esa misma noche y ya amanecías con ellos en un hotel de paso al otro día. Pero bueno, era tu decisión, así querías. Yo era más joven, te creía intelectual e incluso te admiraba. Pensaba: qué mujer tan liberada. Ahora hasta me tachas de moralino por señalarte que el pago de todo aquello es la soledad y el endurecimiento de tu ser, me dices que estoy loco, que me he vuelto conservador, que ya estoy ruco, y puede ser, pero el resultado es bueno, me siento tranquilo al lado de quien amo.
La vida es muy compleja y no quisiera caer en el juego de los buenos y los malos. Sólo observo los hechos y veo quién vive más tranquilo y relativamente más contento. Digo relativamente, porque sé que no existe la felicidad total. Todo es tan relativo… pero a pesar de ello hay asideros de los cuales agarrarse. Abro los libros de historia y veo que, en apariencia, siempre todo ha sido un reverendo desmadre. Pero no, también leo acerca de personas que han creído que la honestidad, la bondad y el amor son posibles, a pesar de sus contradicciones y de que no puedan existir en estado puro.
Pero a ti esos rollos no te importan. Todo el mundo se reduce a ti, eres el centro, la conversación la pones tú, tus gustos son los mejores, tus aventuras son las más interesantes, tu mundo es maravilloso. Todo esto dicho por ti misma, sabes que no estoy inventando. Cuando a veces te hablaba y te preguntaba cómo iba todo en tu vida, invariablemente respondías, seca y cortante, que todo bien, muy bien. Esa manera de ser debe venir de muy lejos, de cómo te educaron. La más pequeña crítica te enfurece, ¿cómo puedes explorar otros caminos? Sólo existes tú; nada más tu palabra cuenta. Estás equivocada. Hay mucha vida más allá de ti. Necesitas darte cuenta. Cada quien tiene su mundo y deberíamos -me incluyo- intentar escuchar un poquito más de lo que otros nos dicen. La verdad a mí también me cuesta trabajo, está uno tan sumido en su ego. No escuchas a nadie, sólo es hablar, hablar y hablar de ti. Cuando otro te roba la palabra te desesperas, la arrebatas para llevarla de nuevo a tu punto de conversación. ¿No te das cuenta de cómo te ha aislado esa conducta?
Reconocimiento, necesitas mucho reconocimiento. Súbete a un banquito más alto. ¿Te acuerdas cómo te parabas de puntitas arriba de la banqueta para no verte tan bajita? ¿Recuerdas cómo comprabas tu ropa con todas las que estaban cerca de ti? ¿Cómo les embarrabas las marcas? ¿Te acuerdas como siempre sabías de cualquier tema, aunque luego a solas me confesabas que no sabías ni maíz del asunto, pero que nunca ibas a quedar mal ni a perder? ¿Te acuerdas cuando traías tu vocho ya medio carcachita y una amiga de tu trabajo llegó con un auto casi del año, y cómo fuiste a pedir prestado para casi al otro día traer una camioneta más grande que opacara el carro de tu amiga? Yo sí me acuerdo de todo eso, cierto, éramos muy jóvenes y orgullosamente profesionistas, pero te quedaste en ese avión. Que si fulano, que si mengano, que si perengana. Me dan tanta hueva tus comentarios… “No puedo soportar ser nadie”, me dijiste un día. Y no supe calcular el alcance de tus palabras. He aprendido mucho de otra frase que vi por ahí y que dice: “nunca nació, nunca murió”, me ha enseñado a no desear a grados enfermizos, a no querer representar un papel que no me corresponde, a dominar la ira y a voltear a mí mismo. Ahora te digo, déjanos en paz a mi amada y a mí. Si no traes canciones bellas en tu boca aléjate. Deseo de corazón que te vaya bien, que la vida te dé lo que buscas, lo que anhelas en secreto. Que el corazón del amor se abra para ti. También me reviso y enciendo el foco. Que el ermitaño sabio de la montaña me aconseje, que la compasión me diga cómo no guardar rencor, para que ni siquiera tenga que perdonar. Pero entiende, verme a mí es aceptar a los míos.
Este escrito lo meteré en una frasco y lo aventaré al océano de la vida esperando que, sí alguien lo lee, el genio de la botella sea capaz de compartir estos grandes secretos útiles para vivir tranquilos, amados y respetuosos de los demás. Total, que si los seres amados de mis amigos no me caen bien, tampoco estoy obligado, pero mejor me alejaré sin molestar a nadie. Qué puedo hacer sino pedir al Todopoderoso que ilumine tu senda, te cuide. Desearte este camino es mi mejor acto de amor para ti, el único que puedo brindarte.