Spolier alert*
Apenas el 26 de enero del 2023 se publicó en la prensa mundial que el asteroide 2023 BU pasaría más cerca del planeta de lo que ha pasado alguna vez un meteorito como este. Con estos ejemplos podemos apreciar que lo que plantea la película Melancolía no es tan imposible … y esa angustia es probable que esté pertrechada en lo más profundo del inconsciente individual y colectivo de la humanidad, el miedo.
Entonces, una lectura posible de la película es que puede ser tomada como una metáfora de lo que nos puede pasar a nivel personal y social, no sólo por la amenaza de un planeta errante, sino por algo más cercano que puede hacer desaparecer de la tierra nuestra paz y felicidad. La amenaza concreta es la manifestación del odio, la envidia, la ira, la violencia, los celos, la soberbia y la codicia. Emociones representadas por los diversos personajes de la película.
Como en un sueño, a los personajes les llega la intuición de una destrucción cercana. Algunas señales son visibles y se presentan revueltas con la normalidad de cada día. Pájaros que caen muertos, caballos que se hunden en el fango o que enloquecen aparentemente sin razón. En la boda de los personajes principales, Justine y Michael, podemos constatar las clásicas pasiones humanas desatadas. Los padres de la novia se pelean enfrente de los invitados, es una familia resquebrajada desde lo más profundo, la madre -una Charlotte Rampling excelente- que no respeta ni la boda de su propia hija y se pone a desparramar amargura en el discurso del banquete de los novios, la novia que desaparece de la fiesta durante largos periodos sin explicar a nadie, la pelea con el jefe de la empresa, la novia que le es infiel a su esposo en plena boda y mantiene un encuentro sexual con uno de los invitados … Justine puede ser una especie de Ofelia hamletiana, porque al igual que aquella parece haber perdido la razón. Todo esto mientras un enorme planeta se acerca hacia la Tierra amenazando su existencia.
No necesitan hacer colisión los mundos, es suficiente con la que sufren nuestras vidas chocando unas contra otras, destruyendo y dejando un reguero de depresión, tristeza, odio, angustia, ira, muerte, soledad, amargura. ¿Para qué mirar al cielo? Bastaría con ver en nuestro entorno para descubrir un universo social árido y agresivo.
El desencanto de Justine, la novia, no viene de la nada, tiene razones concretas, equivocadas o no, pero existentes. Una madre, fría, egoísta, lejana, nada empática, amargada. El jefe de la empresa publicitaria donde ella trabaja es un hombre obsesivo, que ni siquiera en la boda la deja estar a gusto, y es precisamente ahí, donde ella lo manda a volar acusándolo de ser un pobre hombrecillo ambicioso. Esto a pesar de que apenas, como regalo de bodas, él la había nombrado directora creativa de la empresa.
Y al igual que de pronto puede aparecer un súper planeta que absorba a la Tierra, así también de pronto, en plena gran boda, todo puede venirse abajo entre la infidelidad, la rabia y la desolación. El jefe de la oficina publicitaria huye extremadamente molesto, y así todo va cayendo a pesar de la aparente solidez familiar que anunciaba una gran fiesta. En realidad, todo estaba amarrado con hilos muy delgados.
Por otra parte, insectos, aves y caballos, presintiendo que se acerca el fin, están cada vez más inquietos. Y Claire, la hermana de Justine, quien era el personaje aparentemente más estable, lógico y precavido, va entrando más y más en un fuerte estado de angustia y desesperación. John, el marido de Claire, quien le proporcionaba información respecto al planeta errante y le daba seguridad emocional y psicológica, termina suicidándose al confirmar que la desgracia que va a acontecer no se detendrá, así que prefiere no enfrentarla y decide desaparecer antes de que todo suceda. A escondidas toma unas pastillas y termina su agonía tirado en la caballeriza.
Los papeles se invierten, Justine, la hermana insegura y depresiva, ahora es la que sabe cómo enfrenar el cataclismo, y Claire, la que era más segura y fuerte, va cayendo más y más en una angustia incontrolable, como la de sus caballos.
Las pregunta surgen: ¿porqué todos los que podrían vivir una buena vida, que pueden ver, escuchar, palpar, sentir, oler, degustar, abrazar, amar, no la aprecian? ¿por qué esperar hasta el último minuto antes de la destrucción inminente para tomar una buena copa de vino y quererse? ¿para qué perder el tiempo peleando hundidos en el ego, el orgullo y lo superfluo? Las hermanas Claire y Justine, sobre todo esta última, se dan cuenta de que no vale la pena sostener ninguna vanidad, que lo mejor es verse de frente, poder amar y abrazarse sin que una colisión planetaria te obligue a ello.
El director Lars von Trier nos narra con una cámara enloquecida y angustiada todo el desenlace final. Y muy a la manera del cine Dogma, del que von Trier es fundador, Justine y el hijo de Claire, el pequeño Leo, deciden levantar a iniciativa de Justine, una cueva mágica la cual los protegerá de la colisión. La imaginación infantil les da cobertura contra la brutal realidad. La tía Rompeacero -Justine-, junto con el niño, inspirados por ese milagro humano que es la imaginación, levantarán una cueva mágica para protegerse, incluida Claire. No hay sitio a donde huir, no hay ninguna posibilidad de escape, tendrán que enfrentar el cataclismo agazapados en una especie de choza india, el clásico Tipi, pero con la pura estructura, ni siquiera con las pieles de animales que dan la cobertura a la tienda. Ahí esperarán, paradójicamente, ya sin ninguna esperanza, el fin del planeta Tierra, y por las consecuencias posteriores a un evento así, quizá también el gran colapso del sistema solar. Y así, el milagro de la vida animal y humana habrá llegado lamentablemente a su fin para siempre.
La película se estrenó en el Festival de cine de Cannes, Francia, en su edición del año 2011, y la actriz Kirsten Dunst, que interpreta a Justine, fue premiada como la mejor actriz por este papel.