Mario Arturo Ramos nació en Querétaro en 1949. Es poeta e investigador de música y literatura. Fundador de talleres de poesía, de música popular y de composición. Ha sido colaborador de las secciones culturales de EL DIARIO DE QUERÉTARO, el periódico Noticias de Querétaro, El Imparcial y El Independiente de Hermosillo, El Heraldo de León, La Voz del Norte, El Diario de Culiacán, Albaratos de Culiacán, Excélsior, El Universal, Ovaciones, entre otros. También ha publicado varios artículos en revistas nacionales e internacionales.
Los poemas de Mario Arturo Ramos han trascendido la poesía para convertirse en emblemáticas canciones, como Hasta que vuelvas, canción interpretada por José José, Gualberto Castro, Vikki Carr y Luis Miguel, entre otros. Por eso, más que compositor, él es un cancionero.
Carlos Campos (CC): —Te voy a hablar de tú porque, como tus canciones, eres atemporal.
Mario Arturo Ramos (MR): —No te preocupes, soy momia queretana. Esta ciudad fue declarada ciudad museo, ¿y qué hay en los museos? Pues momias. A diferencia de las de Guanajuato, las de Querétaro escribimos y viajamos por todo el mundo. Las de Guanajuato nomás sirven para estar en la vitrina. ¿Gustas algo de tomar?
CC: —Un café americano, por favor.
MR: —¡Un café negro! El café americano no existe.
CC: —¿Queretano de nacimiento?
MR: —Yo nací en Querétaro, Querétaro no tiene la culpa, ni yo tampoco.
CC: —Cada que te entrevistan, es recurrente que pongan en disyuntiva a la poesía y a la música. En tu caso, como ocurre con los compositores, leo esta musicalidad, una encrucijada virtuosa en tus poemas.
MR: —Un cancionero no es el que canta, quien afirme lo contrario no ha agarrado un diccionario. El que canta es un cancionista o un cantor. Como un localismo y a partir de la canción de Álvaro Carrillo, Soy un humilde cancionero…, se empezó a usar la palabra en México como la forma de identificar al que interpreta canciones. Pero la Literatura española nace en el siglo XIX con las canciones mozárabes, propias de las expresiones litúrgicas visigodas. Todo el piensa en el Quijote, pero la literatura comienza con canciones, el origen de la gran poesía es la canción. En Grecia los poetas cantaban, en nuestro mundo precortesiano, los cantos de Nezahualcóyotl no se escribieron porque el lenguaje texcocal en náhuatl no permitía eso, se cantaban.
El origen de la poesía tiene que ver con la canción. En mi caso, tiene que ver con lo mismo. Yo fui Premio Nacional de Poesía Joven, me fui a vivir a Alemania, luego regreso a dar clases de Literatura en Sinaloa, donde tengo un hijo. Después, termino en Baja California, en la Escuela de Humanidades. Regreso a México, aunque en Querétaro tengo mis raíces. Quedé huérfano muy joven, crecí con mi abuela y con una hermana mayor de mi madre. Mi padre muere al otro lado de El Calvarito.
CC: —¿Cómo saltó tu poesía a la música?
MR: —En 1972, estando en Baja California, me piden que atienda a un grupo de cantores del Canto Nuevo que iban a actuar a Tijuana y Mexicali, pero querían trabajar en la universidad. Te estoy hablando de Guadalupe Trigo, Lucho González, el más grande guitarrero peruano, y de una pareja que se llamaba Gil y Muñoz (Felipe Gil y José Enrique Muñoz). Gil ahora se llama Falacia, no, perdón, Felicia. Es un lapsus linguae. El caso es que voy a un lugar que se llama Lintejar para hablar con Trigo, porque yo llevaba la universidad. Comienza un cotorreo. Aquél cantando canciones; yo leyendo textos, y de pronto estaba un tipo parado en la puerta. Se trata del periodista Jorge Cattani, quien me dice:
—Tú eres Mario Arturo Ramos, ¿verdad?
—Sí.
—¿Sí sabes quién soy?
—Sí.
—¿Oye, esos textos de quién son?
—Pues míos, cabrón, pues de quién más van a ser.
—Oye, no tendrías inconveniente en que yo musicalizara un texto tuyo.
Yo tengo un texto que se titula Oda a una niña, en donde se cuenta la historia de una niña que se vuelve un mueble de oficina.
En la noche, voy por Trigo y le digo:
—Ya estás anunciado con Lucho González, espero que no llegue migración.
Estábamos en eso cuando llega el entonces llamado Fabricio:
—Oye te quiero mostrar lo que hice.
—¿Lo que hiciste de qué?— le pregunto. Trigo, un gran músico, se echa a reír. Lo que nos mostró fue uno de mis poemas hecho canción.
CC: —Te gusta mucho venir a este café.
MR: —Esta es la casa de Agapito Pozo y aquí vivió uno de los más grandes guitarreros queretanos: “El Güero” Pozo. Yo le había perdido la pista, a través del jefe de Miguel Muñoz supe que había muerto. Pero a raíz de que esto se volvió cafetería, es uno de mis lugares. Yo soy hijo de La Mariposa, por razones lógicas, pero a Miguel no le gusta.
Mi amigo Carlos Jiménez, colaborador de EL DIARIO DE QUERÉTARO, cuenta que en Querétaro no me van a recordar por ninguna canción, pero sí por muchas narices rotas. Y si viviera aquí, lo volvería a hacer, me volvería a madrear a más de uno. Por eso me fui. Cuando me preguntan «¿cuándo te regresas?» les respondo «¡Nunca, cabrón!».
—¿Por qué te fuiste de Querétaro?
—Porque aquí no hay oportunidades, así de simple. Lamentablemente, todas las personas que nos dedicamos a la música nos hicimos fuera de Querétaro: Juan Arvizu, el más grande artista queretano, no hay un solo artista internacional queretano más que el único, Juan Arvizu. Si tú vas a la 9 de Julio, que es la calle principal de Buenos Aires, te vas a encontrar al obelisco, figura principal de los bonaerenses. Enfrente está el café de la ciudad y a media calle de ahí hay una placa para los cantores más importantes del mundo, para un mexicano, o sea, para Juan Arvizu. En Querétaro no lo conocen, eso es Querétaro. Y si tú le preguntabas a Tehua, quién también nació aquí, en dónde nació, te respondería “en San Miguel de Allende”, porque a nadie nos interesa ser de Querétaro, así de sencillo. Yo soy un mexicano nacido en Querétaro. Amo Querétaro, aquí tengo a mis muertos y a mis mejores amigos, desde la infancia, pero regresar a Querétaro jamás.