/ sábado 31 de agosto de 2019

Mesas separadas: escuelas y corrientes en las Ciencias Políticas

El libro de cabecera

Las relaciones que eventualmente se establecen en las ciencias sociales son menos predecibles que en las ciencias exactas. En las vicisitudes determinadas por las transmisiones de los métodos, los procesos históricos y sus respectivos alcances de la ciencia política de generación en generación, Gabriel A. Almond (Rock Island, 1911-Pacific Grove, 2002) encontró algunas de las causas más significativas por las cuales, hacia los años 80, la ciencia política pareciera fragmentarse en mesas separadas.

De acuerdo con Almond, en su ensayo titulado “Mesas separadas: escuelas y corrientes en las ciencias políticas”, que se incluye en su libro Una disciplina segmentada. Escuelas y corrientes en las Ciencias Políticas (Fondo de Cultura Económica, 1999) estamos divididos en dos dimensiones: una ideológica y otra metodológica. En la dimensión metodológica estarían los extremos blandos y duros, mientras que en la dimensión ideológica los de izquierda y derecha. Cuatro cuadrantes representados por mesas separadas, de allí la analogía.

Dice Almond que al hacer la combinación de las mesas (una mesa central), es posible derivar cuatro escuelas de las ciencias políticas. A pesar de la metáfora, no es pertinente frivolizar al respecto ya que la realidad no está delimitada tan claramente ante nosotros. Nótese, por ejemplo, que los matices ideológicos son acaso más sutiles y complejos. En esta metáfora, no obstante, que Almond inaugura con una referencia intertextual a la obra de teatro Separated tables de Terence Rattingan (1954), se esperaría que la inmensa mayoría de los politólogos se encontrasen sentados cerca del centro (liberales y moderados, desde el punto de vista ideológico; eclécticos y abiertos al diálogo, desde el metodológico). Hagamos un recorrido por cada una de las mesas:

· La izquierda blanda: el postulado principal de esta mesa es que la ciencia política no puede ser ciencia si no está dedicada plenamente a la consecución del socialismo; ésta debe decantarse hacia un lado, porque de lo contrario, propiciaría su repliegue hacia una postura de futilidad y de especialización de carácter preciosista. De esta tradición proviene, por ejemplo, la escuela científica liberal de las ciencias políticas en Estados Unidos, expresada principalmente por la corriente institucionalista, la corriente democrática populista de Thomas Paine, y la ciencia política liberal de los años veinte y treinta emanada de la Escuela de Chicago.

· La derecha dura: en esta mesa departen los científicos políticos en el sentido estricto de la palabra ciencia. Su perfil es ultraprofesional en cuanto a su fundamento metodológico: deductivo, proclive a la estadística y a la experimentación. Como ejemplos, podríamos citar a Douglass North, Samuel Popkin o Robert Bates, científicos políticos que a través de sus estudios combinan modelos de elección racional con análisis sociológicos sobre el desarrollo y el proceso histórico del Tercer Mundo, por ejemplo.

· La derecha blanda: en este lado de la mesa están sentados dos celebridades de la ciencia política, Leo Strauss y Max Webber. En esta mesa están totalmente prohibidas las interpretaciones de la teoría política de carácter historicista o aquellos análisis basados exclusivamente en la sociología del saber. Para estos científicos políticos, además de ser atemporales, las verdades están fuera del espacio y de cualquier contexto.

· La izquierda dura: En esta mesa se prefiere el empleo de las metodologías científicas para probar proposiciones derivadas de las teorías socialistas y de los enfoques provenientes de la teoría de la dependencia. En esta mesa departen desde Immanuel Wallerstein (con su propuesta de estudio de los Sistemas-Mundo) hasta Richard Rubinson o Christopher Chase-Dunn. También aquí convive el marxismo analítico (ese constructo epistemológico emanado del individualismo metodológico y del marxismo), muy cercano a Jon Elster o Adam Przeworski.

Almond, quien desde la década de los sesenta ya había desarrollado trabajos en torno a la cultura cívica y la participación política democrática junto a Sidney Verba, a través de una serie de ensayos vuelve a remarcar la importancia de los valores y creencias en la explicación de los comportamientos políticos. No obstante, Almond advierte que dichos valores y creencias no deben ser considerados como simples reflejos de las estructuras sociales o políticas. En un giro semántico, Almond desestima la idea de la coherencia y consistencia entre la cultura cívica y la estructura. Las actitudes políticas pueden ser discontinuas e incongruentes e incluso, poco integradas, o en contraste, eclécticas, sin llegar a provocar una desestabilización del sistema democrático.

Los conceptos de ciencia y cultura política fluctúan entre los intersticios de las mesas. Pero ¿qué entiende Almond por cultura política? En un primer momento, a la cultura política podríamos definirla como un haz de orientaciones políticas de una determinada comunidad. Estas orientaciones están conformadas por componentes cognitivos, afectivos y evaluativos en donde, simultáneamente, se vierten conocimientos, intereses, creencias sobre la realidad política, sentimientos políticos y compromisos con determinados valores políticos. Al definirla como cultura, el contenido de la cultura política proviene de la socialización, la educación, la interacción con los media y acciones gubernamentales, sociales y económicas. En este sentido, la cultura política afecta a la actuación gubernamental y a la estructura

política, condicionándola aunque no determinándola, porque su relación causal fluye en ambas direcciones, siendo éste uno de los enfoques del campo de estudio de la ciencia política.

Almond advierte que las mesas exteriores gozan de muy buena iluminación y visibilidad, mientras que el centro permanece en las penumbras. Al mismo tiempo se lamenta que “el humor y la reputación de la disciplina de las ciencias políticas estén influidos por posturas extremas”, debido a que los extremos suelen gozar de mayor visibilidad y auditorio: la izquierda blanda, desde su estruendoso ruido de fondo y flagelante; y la derecha dura desde sus sofisticados constructos matemáticos y estadísticos.

Ya entrados en metáforas, y en tiempos donde el simbolismo de los espacios nos ha puesto de frente ante el abismo de la incertidumbre, quizás podríamos hablar de una inmensa cafetería central en donde pudiésemos escoger, desde una actitud ecléctica, nuestro propio alimento intelectual, y en donde pudiéramos compartir lugares en la mesa en compañía de comensales diversos, abiertos, asertivos y cambiantes.


@doctorsimulacro

Las relaciones que eventualmente se establecen en las ciencias sociales son menos predecibles que en las ciencias exactas. En las vicisitudes determinadas por las transmisiones de los métodos, los procesos históricos y sus respectivos alcances de la ciencia política de generación en generación, Gabriel A. Almond (Rock Island, 1911-Pacific Grove, 2002) encontró algunas de las causas más significativas por las cuales, hacia los años 80, la ciencia política pareciera fragmentarse en mesas separadas.

De acuerdo con Almond, en su ensayo titulado “Mesas separadas: escuelas y corrientes en las ciencias políticas”, que se incluye en su libro Una disciplina segmentada. Escuelas y corrientes en las Ciencias Políticas (Fondo de Cultura Económica, 1999) estamos divididos en dos dimensiones: una ideológica y otra metodológica. En la dimensión metodológica estarían los extremos blandos y duros, mientras que en la dimensión ideológica los de izquierda y derecha. Cuatro cuadrantes representados por mesas separadas, de allí la analogía.

Dice Almond que al hacer la combinación de las mesas (una mesa central), es posible derivar cuatro escuelas de las ciencias políticas. A pesar de la metáfora, no es pertinente frivolizar al respecto ya que la realidad no está delimitada tan claramente ante nosotros. Nótese, por ejemplo, que los matices ideológicos son acaso más sutiles y complejos. En esta metáfora, no obstante, que Almond inaugura con una referencia intertextual a la obra de teatro Separated tables de Terence Rattingan (1954), se esperaría que la inmensa mayoría de los politólogos se encontrasen sentados cerca del centro (liberales y moderados, desde el punto de vista ideológico; eclécticos y abiertos al diálogo, desde el metodológico). Hagamos un recorrido por cada una de las mesas:

· La izquierda blanda: el postulado principal de esta mesa es que la ciencia política no puede ser ciencia si no está dedicada plenamente a la consecución del socialismo; ésta debe decantarse hacia un lado, porque de lo contrario, propiciaría su repliegue hacia una postura de futilidad y de especialización de carácter preciosista. De esta tradición proviene, por ejemplo, la escuela científica liberal de las ciencias políticas en Estados Unidos, expresada principalmente por la corriente institucionalista, la corriente democrática populista de Thomas Paine, y la ciencia política liberal de los años veinte y treinta emanada de la Escuela de Chicago.

· La derecha dura: en esta mesa departen los científicos políticos en el sentido estricto de la palabra ciencia. Su perfil es ultraprofesional en cuanto a su fundamento metodológico: deductivo, proclive a la estadística y a la experimentación. Como ejemplos, podríamos citar a Douglass North, Samuel Popkin o Robert Bates, científicos políticos que a través de sus estudios combinan modelos de elección racional con análisis sociológicos sobre el desarrollo y el proceso histórico del Tercer Mundo, por ejemplo.

· La derecha blanda: en este lado de la mesa están sentados dos celebridades de la ciencia política, Leo Strauss y Max Webber. En esta mesa están totalmente prohibidas las interpretaciones de la teoría política de carácter historicista o aquellos análisis basados exclusivamente en la sociología del saber. Para estos científicos políticos, además de ser atemporales, las verdades están fuera del espacio y de cualquier contexto.

· La izquierda dura: En esta mesa se prefiere el empleo de las metodologías científicas para probar proposiciones derivadas de las teorías socialistas y de los enfoques provenientes de la teoría de la dependencia. En esta mesa departen desde Immanuel Wallerstein (con su propuesta de estudio de los Sistemas-Mundo) hasta Richard Rubinson o Christopher Chase-Dunn. También aquí convive el marxismo analítico (ese constructo epistemológico emanado del individualismo metodológico y del marxismo), muy cercano a Jon Elster o Adam Przeworski.

Almond, quien desde la década de los sesenta ya había desarrollado trabajos en torno a la cultura cívica y la participación política democrática junto a Sidney Verba, a través de una serie de ensayos vuelve a remarcar la importancia de los valores y creencias en la explicación de los comportamientos políticos. No obstante, Almond advierte que dichos valores y creencias no deben ser considerados como simples reflejos de las estructuras sociales o políticas. En un giro semántico, Almond desestima la idea de la coherencia y consistencia entre la cultura cívica y la estructura. Las actitudes políticas pueden ser discontinuas e incongruentes e incluso, poco integradas, o en contraste, eclécticas, sin llegar a provocar una desestabilización del sistema democrático.

Los conceptos de ciencia y cultura política fluctúan entre los intersticios de las mesas. Pero ¿qué entiende Almond por cultura política? En un primer momento, a la cultura política podríamos definirla como un haz de orientaciones políticas de una determinada comunidad. Estas orientaciones están conformadas por componentes cognitivos, afectivos y evaluativos en donde, simultáneamente, se vierten conocimientos, intereses, creencias sobre la realidad política, sentimientos políticos y compromisos con determinados valores políticos. Al definirla como cultura, el contenido de la cultura política proviene de la socialización, la educación, la interacción con los media y acciones gubernamentales, sociales y económicas. En este sentido, la cultura política afecta a la actuación gubernamental y a la estructura

política, condicionándola aunque no determinándola, porque su relación causal fluye en ambas direcciones, siendo éste uno de los enfoques del campo de estudio de la ciencia política.

Almond advierte que las mesas exteriores gozan de muy buena iluminación y visibilidad, mientras que el centro permanece en las penumbras. Al mismo tiempo se lamenta que “el humor y la reputación de la disciplina de las ciencias políticas estén influidos por posturas extremas”, debido a que los extremos suelen gozar de mayor visibilidad y auditorio: la izquierda blanda, desde su estruendoso ruido de fondo y flagelante; y la derecha dura desde sus sofisticados constructos matemáticos y estadísticos.

Ya entrados en metáforas, y en tiempos donde el simbolismo de los espacios nos ha puesto de frente ante el abismo de la incertidumbre, quizás podríamos hablar de una inmensa cafetería central en donde pudiésemos escoger, desde una actitud ecléctica, nuestro propio alimento intelectual, y en donde pudiéramos compartir lugares en la mesa en compañía de comensales diversos, abiertos, asertivos y cambiantes.


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