Arantxa Araujo, artista mexicana multidisciplinaria, realizó ayer jueves un performance en el Museo de Brooklyn, en que rindió homenaje a las mujeres como fuentes de luz en una sociedad patriarcal y a menudo violenta contra el cuerpo femenino.
Titulado “Hábito: dar a luz”, el performance de cuatro horas consistió en un recorrido desde el exterior hacia el tercer piso del museo, en que Araujo avanzó lentamente con una vestimenta de celofán iridiscente iluminada por momentos mediante una batería inserta en su conducto vaginal.
El performance fue realizado en el marco de la exposición “Mujeres Radicales: arte latinoamericano, 1960-1985”, expuesta del 13 de abril al 22 de julio en el Museo de Brooklyn.
La pieza de Araujo estableció un diálogo con una de las piezas de la exposición, titulada “Hábito”, de la artista brasileña “Martha Araujo” (sin relación entre ellas), a fin de abordar la condición de las mujeres en América Latina.
“Sé que tener una batería y un microcontrolador dentro de tu cuerpo es peligroso, pero también lo es ser una mujer en Latinoamérica”, expresó Araujo en un comunicado del Museo de Brooklyn.
En entrevista con Notimex, Araujo, originaria de la ciudad de México y con estudios académicos en neurociencia, destacó que le interesaba explorar la expresión “dar a luz”, que significa parir y que en otro contexto coloca a las mujeres como guías y fuentes de energía.
Con una tecnología desarrollada por Boris Kourtoukov, del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y con música original de Dan Zlotnik, el performance fue planeado con más de un año de antelación.
El recorrido de cuatro horas bajo el peligro de recibir quemaduras químicas de las baterías, “es muy representativo de lo que significa ser mujer actualmente, de los retos que padecen las mujeres solo por su género aunque al mismo tiempo la única alternativa es seguir adelante”, explicó.
Añadió: “el recorrido era un símbolo del peligro que existe con los feminicidios en Latinoamérica, donde las mujeres fungen como dadoras de luz para los alrededores al mismo tiempo que corren un gran riesgo por el simple hecho de existir”.
Como un reflejo de la sociedad patriarcal que abordó en su obra, Araujo afirmó que fue curioso darse cuenta al iniciar su recorrido que todos los nombres de figuras prominentes grabadas en la fachada del museo eran hombres, lo mismo que las esculturas del vestíbulo.
“Yo misma me moví lentamente, y me detuve casi como una escultura para decir que nosotras las mujeres también estamos aquí pese a que en un contexto global hemos sido discriminadas como ciudadanas de segunda”, aseveró.
Al final del perfomance, Araujo desplegó una manta en que se leía “Ni una menos”, en referencia a los feminicidios en América Latina, al tiempo que se escuchaba la pieza musical de Zlotnick, que incorporó fragmentos de noticias sobre la violencia de género en la región.