/ martes 12 de noviembre de 2024

Muerte en los Claustros queretanos

Cartografía del Tiempo y la Memoria

Mira que el amor es fuerte / Vida, no me seas molesta, / mira que sólo te resta, para ganarte, perderte; / venga ya la dulce muerte / venga el morir muy ligero, / que muero porque no muero". Vivo sin vivir en mí. Teresa de Jesús. S. XVI.


El concepto de la muerte tenía diversas expresiones de acuerdo con la cultura y mentalidad de la sociedad novohispana influenciada por la religiosidad, en este caso la Católica Apostólica y Romana. El arte, la literatura, las hagiografías de monjas “muertas en santidad” eran una lección para otras religiosas y motivo de imitación de sus virtudes. En el presente texto de manera breve se describen algunos rasgos relacionados con la muerte en la clausura monacal. Significaba el momento de la reunión con el amado esposo, para lo cual se había preparado durante una parte importante de su vida.

Exequias: La campana del templo conventual anunciaba el fallecimiento de alguna hermana, al doblar en señal de luto y de duelo, los vecinos y mecenas se aprestaban para enviar las condolencias y las limosnas, para las misas, ceras y flores, a través de la madre tornera: todas eran acopiadas en el locutorio. El cuerpo de la religiosa era colocado en el coro bajo donde sería finalmente inhumado. Hubo casos donde se corría la voz de la “santidad” de cierta monja, y entonces se pedía su intercesión para expurgar pecados, para sanar de enfermedades dispendiosas y prolongadas, se aproximaban curiosos y rastreadores de reliquias, muchos pedían recortes del hábito, los objetos personales, el frotar medallas, estampas, escapularios, flores y otros objetos. En esa mentalidad barroca permanecían creencias medievales con respecto a las penas del purgatorio y los ardores del infierno. La salvación era trascendental “para la otra vida”. Por lo tanto las religiosas aceptaban la muerte, sin importar sufrimientos o el de morir en el sueño. Dios enviaba los sufrimientos, escogía el momento; en estos trances el Maligno podía aprovecharse y ganar para su causa infernal una ánima virtuosa. Eran tomadas previsiones de rezos, penitencias, algunas hermanas permanecían en la cabecera de la agonizante, el presbítero, fraile o el capellán que las tenía bajo su dirección espiritual, administraba los santos óleos Era encendida la “Vela del Bien Morir colocándole en las manos una imagen de Jesucristo”., [Sigüenza y Góngora: 1684]. el sacerdote recitaba responsos y salmos las otras hermanas se reunían en el coro para rezar y cantar él Te Deum Laudamus.

En la ciudad de Santiago de Querétaro en la época virreinal se daba noticia de la muerte de las religiosas que fueron fundadoras, abadesas o tuvieron fama de santidad. El autor anónimo de Acuerdos Curiosos [1989] hace una relación de acontecimientos entre el final del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. De ese material, les comparto algunas notas necrológicas, que nos ayudan a apreciar las mentalidades de los queretanos de entonces.

12 de mayo de 1683 “Falleció la venerable madre sor Antonia de San Jacinto Estrada, religiosa del convento de Santa Clara de esta ciudad su patria, la que ilustró con sus virtudes; fue además de la familia de los Estradas, una de las más nobles que de España han venido a este lugar.”

1748.“En 18 de marzo falleció en el colegio de Carmelitas de esta ciudad, la hermana Zefernia de Jesús, de 31 años de edad. Y fue sepultada en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Por no haber aún licencia de enterrar en su mismo beaterio. Fue natural de esta ciudad, fundadora de este beaterio y de notables virtudes; escribió su vida el padre Francisco Paredes, jesuita.”.[…]

Marzo de 1728.“En 20 del mismo mes falleció la reverenda madre Marcela de Estrada, fundadora y primer abadesa del convento de Capuchinas de esta ciudad. La Gaceta de México -marzo de 1728- y el impreso de sus honras dan bastante idea de su mérito y virtudes.”

1791.“En 7 de marzo falleció la muy reverenda madre María Ignacia… actual abadesa del convento de Capuchinas de esta ciudad…Fue religiosa de grande espíritu y virtudes y por tanto, de mucha fama fuera y dentro de esta ciudad. El 18 de abril del mismo año se le celebraron honras solemnes en el mismo convento, en que predicó el reverendo padre fray Francisco Frías, del orden de San Agustín en esta provincia de Michoacán, un sermón que fue muy admirable del vulgo, muy criticado de los sabios, que no se consiguió imprimir y que se mandaron recoger los ejemplares manuscritos de él, en lo reservado, por contener muchas revelaciones, apariciones y cosas peregrinas que acaso no estarían bien fundadas.”

Ceremonial: Cuando una religiosa moría sus hermanas amortajaban el cuerpo, limpiaban la cara, manos y pies, se le colocaba el hábito de la orden, capa, escapulario, el velo. [En el caso de las carmelitas] en algunas otras órdenes el anillo de profesión, su crucifijo en las manos que eran colocadas en el pecho, se le ponía también una corona de flores y una palma en significado de su virginidad, penitencia e inocencia. A veces se le esparcían pétalos de rosas y en otras hojas de hinojo. Otras veces se encalaba el cuerpo para prolongar la descomposición. En andas o en un repositorio que se usaba en estas ocasiones era depositada en el coro bajo, se le ponían cirios, o blandones entre cada uno, macetas o flores de tela o de papel que elaboraban las propias hermanas. Simulando un huerto, “que respiraba el olor, como que denotasen que aquél era el celebrado huerto del esposo”. [Ramos Medina: 1996]. Antes de inhumarla en la cripta del coro bajo, se rezaba el Oficio de Difuntos, previamente se le había velado por la comunidad. Eran leídos pasajes bíblicos, el sacerdote con su vestimenta para esta liturgia, rezaba: Regnum cui omnia vvivunt, el Benite. Bendecía el sepulcro mientras era depositado el cadáver con los pies hacia el altar. Las monjas cubiertas con largos velos luctuosos salían del coro de dos en dos entonando el salmo De Profundis. En tanto que la sepultura era sellada. Dependiendo de la fama de santidad de la monja, de la posición social y de poder de sus familiares y protectores, tenían cierta fastuosidad y solemnidad las exequias.

Reflexión. Son muchas las construcciones que el imaginario colectivo atribuyó a la muerte en olor de santidad. Proveniente del medioevo las situaciones sobrenaturales, quedaron registradas en muchas crónicas de beaterios y monasterios en la época novohispana. En la celda o los lugares donde solían estar, olían a rosas, se acercaban las aves a cantar…


Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Noviembre de MMXXIV.

Mira que el amor es fuerte / Vida, no me seas molesta, / mira que sólo te resta, para ganarte, perderte; / venga ya la dulce muerte / venga el morir muy ligero, / que muero porque no muero". Vivo sin vivir en mí. Teresa de Jesús. S. XVI.


El concepto de la muerte tenía diversas expresiones de acuerdo con la cultura y mentalidad de la sociedad novohispana influenciada por la religiosidad, en este caso la Católica Apostólica y Romana. El arte, la literatura, las hagiografías de monjas “muertas en santidad” eran una lección para otras religiosas y motivo de imitación de sus virtudes. En el presente texto de manera breve se describen algunos rasgos relacionados con la muerte en la clausura monacal. Significaba el momento de la reunión con el amado esposo, para lo cual se había preparado durante una parte importante de su vida.

Exequias: La campana del templo conventual anunciaba el fallecimiento de alguna hermana, al doblar en señal de luto y de duelo, los vecinos y mecenas se aprestaban para enviar las condolencias y las limosnas, para las misas, ceras y flores, a través de la madre tornera: todas eran acopiadas en el locutorio. El cuerpo de la religiosa era colocado en el coro bajo donde sería finalmente inhumado. Hubo casos donde se corría la voz de la “santidad” de cierta monja, y entonces se pedía su intercesión para expurgar pecados, para sanar de enfermedades dispendiosas y prolongadas, se aproximaban curiosos y rastreadores de reliquias, muchos pedían recortes del hábito, los objetos personales, el frotar medallas, estampas, escapularios, flores y otros objetos. En esa mentalidad barroca permanecían creencias medievales con respecto a las penas del purgatorio y los ardores del infierno. La salvación era trascendental “para la otra vida”. Por lo tanto las religiosas aceptaban la muerte, sin importar sufrimientos o el de morir en el sueño. Dios enviaba los sufrimientos, escogía el momento; en estos trances el Maligno podía aprovecharse y ganar para su causa infernal una ánima virtuosa. Eran tomadas previsiones de rezos, penitencias, algunas hermanas permanecían en la cabecera de la agonizante, el presbítero, fraile o el capellán que las tenía bajo su dirección espiritual, administraba los santos óleos Era encendida la “Vela del Bien Morir colocándole en las manos una imagen de Jesucristo”., [Sigüenza y Góngora: 1684]. el sacerdote recitaba responsos y salmos las otras hermanas se reunían en el coro para rezar y cantar él Te Deum Laudamus.

En la ciudad de Santiago de Querétaro en la época virreinal se daba noticia de la muerte de las religiosas que fueron fundadoras, abadesas o tuvieron fama de santidad. El autor anónimo de Acuerdos Curiosos [1989] hace una relación de acontecimientos entre el final del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. De ese material, les comparto algunas notas necrológicas, que nos ayudan a apreciar las mentalidades de los queretanos de entonces.

12 de mayo de 1683 “Falleció la venerable madre sor Antonia de San Jacinto Estrada, religiosa del convento de Santa Clara de esta ciudad su patria, la que ilustró con sus virtudes; fue además de la familia de los Estradas, una de las más nobles que de España han venido a este lugar.”

1748.“En 18 de marzo falleció en el colegio de Carmelitas de esta ciudad, la hermana Zefernia de Jesús, de 31 años de edad. Y fue sepultada en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Por no haber aún licencia de enterrar en su mismo beaterio. Fue natural de esta ciudad, fundadora de este beaterio y de notables virtudes; escribió su vida el padre Francisco Paredes, jesuita.”.[…]

Marzo de 1728.“En 20 del mismo mes falleció la reverenda madre Marcela de Estrada, fundadora y primer abadesa del convento de Capuchinas de esta ciudad. La Gaceta de México -marzo de 1728- y el impreso de sus honras dan bastante idea de su mérito y virtudes.”

1791.“En 7 de marzo falleció la muy reverenda madre María Ignacia… actual abadesa del convento de Capuchinas de esta ciudad…Fue religiosa de grande espíritu y virtudes y por tanto, de mucha fama fuera y dentro de esta ciudad. El 18 de abril del mismo año se le celebraron honras solemnes en el mismo convento, en que predicó el reverendo padre fray Francisco Frías, del orden de San Agustín en esta provincia de Michoacán, un sermón que fue muy admirable del vulgo, muy criticado de los sabios, que no se consiguió imprimir y que se mandaron recoger los ejemplares manuscritos de él, en lo reservado, por contener muchas revelaciones, apariciones y cosas peregrinas que acaso no estarían bien fundadas.”

Ceremonial: Cuando una religiosa moría sus hermanas amortajaban el cuerpo, limpiaban la cara, manos y pies, se le colocaba el hábito de la orden, capa, escapulario, el velo. [En el caso de las carmelitas] en algunas otras órdenes el anillo de profesión, su crucifijo en las manos que eran colocadas en el pecho, se le ponía también una corona de flores y una palma en significado de su virginidad, penitencia e inocencia. A veces se le esparcían pétalos de rosas y en otras hojas de hinojo. Otras veces se encalaba el cuerpo para prolongar la descomposición. En andas o en un repositorio que se usaba en estas ocasiones era depositada en el coro bajo, se le ponían cirios, o blandones entre cada uno, macetas o flores de tela o de papel que elaboraban las propias hermanas. Simulando un huerto, “que respiraba el olor, como que denotasen que aquél era el celebrado huerto del esposo”. [Ramos Medina: 1996]. Antes de inhumarla en la cripta del coro bajo, se rezaba el Oficio de Difuntos, previamente se le había velado por la comunidad. Eran leídos pasajes bíblicos, el sacerdote con su vestimenta para esta liturgia, rezaba: Regnum cui omnia vvivunt, el Benite. Bendecía el sepulcro mientras era depositado el cadáver con los pies hacia el altar. Las monjas cubiertas con largos velos luctuosos salían del coro de dos en dos entonando el salmo De Profundis. En tanto que la sepultura era sellada. Dependiendo de la fama de santidad de la monja, de la posición social y de poder de sus familiares y protectores, tenían cierta fastuosidad y solemnidad las exequias.

Reflexión. Son muchas las construcciones que el imaginario colectivo atribuyó a la muerte en olor de santidad. Proveniente del medioevo las situaciones sobrenaturales, quedaron registradas en muchas crónicas de beaterios y monasterios en la época novohispana. En la celda o los lugares donde solían estar, olían a rosas, se acercaban las aves a cantar…


Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Noviembre de MMXXIV.

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