La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces
Octavio Paz
Es verdad que a los artistas con verdadero anhelo vocacional no los detiene nada. De manera individual u organizada, formal o informal, a su ritmo y en su tiempo, seguiremos adelante pese a las adversidades, contribuyendo en el cumplimiento del derecho al acceso al arte y la cultura que asiste a todos los mexicanos, base indiscutiblemente necesaria en el desarrollo de las sociedades.
Una buena administración pública, una que contemple tanto las necesidades de artistas como las de la ciudadanía, que responda a un contexto real, que escuche, hará la diferencia en el avance cultural de un país. Sin embargo, las políticas cambian de acuerdo a la idea de arte y cultura que sostiene cada administración en turno.
Con algunas excepciones, sin revisar a fondo el funcionamiento de algunos programas, estos son cercenados o erradicados por no corresponder al color del partido o a los intereses de escalada política de los funcionarios que, dicho sea de paso, ocupan sus puestos, no por sus aptitudes y experiencia en esta materia, mucho menos por contar con una ética e interés genuino por el arte y la cultura, sino como la ganancia o el pago a cambio de algún favor también político.
La sociedad, el arte, la cultura, todo está en evolución continua, pero ésta no debería responder a modas, intereses o colores partidistas porque lo que impide el desarrollo social es la falta de continuidad de los programas que probadamente funcionan y han dado resultados impactando positivamente en la sociedad. Admitiendo que todo sistema es perfectible, sin importar el periodo político en el que fueron instaurados, los programas que han funcionado deberían permanecer y perfeccionarse, dando pauta a más opciones de apoyo, mejoradas, equitativas y justas en beneficio del sector artístico y cultural del país.
Es por ello que los artistas debemos mirar hacia la organización formal (legal) que nos permita incidir de manera contundente en las políticas públicas, promoviendo el cambio en la óptica desde la cual nos observan las instituciones. Porque quienes estamos legalmente constituidos u organizados de manera independiente no formamos parte de una empresa que se circunscriba dentro del apartado de empresas comerciales y, aun siendo proveedores de servicios profesionales, no podemos quedar a expensas de la oferta y la demanda. El arte muere cuando entra en este juego de compra-venta y nuestra función como artistas se achata, se limita y pierde el verdadero sentido, la razón fundamental de ser.
Entonces, si no somos comerciantes, además de proporcionar esparcimiento, disfrute y diversificación de la mente, alimento al alma y crecimiento intelectual y espiritual, ¿cuál es la aportación del artista a la vida productiva y de una nación? Se podría decir que, además de contribuir, como todo trabajador, con la respectiva aportación hacendaria, generamos alrededor de la obra artística múltiples fuentes de trabajo directa o indirectamente, pues tan solo en la etapa de producción, se da empleo a carpinteros, herreros, transportistas, hoteleros, restauranteros, artesanos, diseñadores, costureros, trabajadores de la industria textil, entre muchos otros, de acuerdo a la naturaleza de cada producción; sin nombrar a quienes trabajan directamente en las puestas en escena: escenógrafos, vestuaristas, tramoyistas, técnicos, iluminadores, cantantes, músicos, bailarines, actores, directores, asistentes, entre otros.
Corresponde a las compañías organizadas, con vocación artística y no comercial, ser conscientes del movimiento que generamos alrededor de nuestro quehacer, no solamente en términos cuantificables o tangibles, sino en el impacto que es difícil medir, como puede ser: el fomento del gusto por el teatro con lo que hacemos posible el contacto de la población con el arte y la cultura.
Los artistas estamos muy lejos de llegar a ser autofinanciables, necesitamos de los apoyos institucionales porque son derecho de quien ejerce el arte de alguna manera (espectador o creador) y cuando nos hacemos acreedores a algún tipo de beneficio, ya sea por convocatoria o por aplicación directa, estamos trabajando no sólo para recibir un beneficio particular por un trabajo creativo ni para lograr una mejor calidad de vida, sino por hacer crecer y expandir la cultura de nuestro país.
Lo que debe entenderse es que los apoyos que otorga el Sistema de Apoyos a la Creación y Coinversiones Culturales (antes FONCA) como México en Escena (ahora MEGA) no se inscriben en el apartado de becas, son recursos destinados a la ejecución de proyectos que reúnen la coinversión de varias fuentes, entre las que se encuentran los recursos propios y la reinversión de ingresos de taquilla para fortalecimiento del mismo proyecto, abriendo oportunidades de trabajo de otros sectores, como ya he mencionado en párrafo anterior, y que en cierto sentido ayudan a los creadores de compañías estables y con objetivos claros a mejorar su calidad de vida haciendo lo que les corresponde: crear, fomentar, difundir, expandir los horizontes de vida.
Por supuesto que con la contribución del Estado, a través de los diferentes programas y fuentes de financiamiento, el impacto social, el número de producciones, los apoyos a creadores y toda la numeraria de acciones cuantificables cuando menos se duplica, por lo que, al no contar con éste, el impacto social disminuirá. No obstante, si los recursos obtenidos son aprovechados y aplicados óptimamente y con vías de desarrollo, una compañía que vive esta circunstancia de cofinanciamiento nunca regresará al punto cero; pues si bien las metas se acortarán debido a que en México, particularmente en materia artística hay una realidad económica que nos rebasa, se habrá avanzado en términos de consolidación en relación al teatro profesional del país, de fortalecimiento en infraestructura, de formación de público para el teatro y en la ampliación o sostenimiento de su capacidad autogestora, por decir lo menos.
Por tanto, obtener un apoyo o beca de alguna instancia no es un privilegio insulso, es una oportunidad para optimizar y reinvertir esfuerzos, tiempo y potencial creativo a favor de la construcción en libertad, de una mejor sociedad.
Una buena administración pública, una que contemple tanto las necesidades de artistas como las de la ciudadanía, que responda a un contexto real, que escuche, hará la diferencia en el avance cultural de un país. Sin embargo, las políticas cambian de acuerdo a la idea de arte y cultura que sostiene cada administración en turno.