Cuando me vuelvo bestia y ya no mido
porque la biología me gana y me sacude
sé que habla también el animal profundo
que no es menos sincero ni iracundo.
Por qué negar que estoy tan trastornado
por qué aplastar amor tan tremebundo
que no obedece a juicios
ni sabe de etiquetas.
Porque me gusta también ser animal
sé que no perderé el control que debo
para no lastimar, para no avasallar,
simplemente rendir culto a Dioniso.
Y gritar sin frenos en la lengua:
¡qué hermosa eres, casi toco tu piel,
Niña frambuesa, manantial de
locuras y sabores!