/ viernes 28 de septiembre de 2018

No soy un caso de generación espontánea: Juan Antonio Isla

Usted es parte de una generación que representa, en el ámbito de la cultura, una ruptura en la sociedad queretana, y me parece emblemático que una persona que pertenece a una generación, también haya propiciado los medios necesarios para que esta generación se manifestara. Hay un antes y un después en materia cultural, por ejemplo, en publicaciones, hay un antes y un después en instituciones, y hay un antes y un después en la manera de mirar y disfrutar el arte. ¿Esas fueron sus propuestas de inicio, sus propias propuestas, sus propias metas, quiero decir, cuando comenzó este tipo trabajo?

Te voy a comentar algo, desde joven tuve la inquietud por las artes y las letras, por la cultura en general. Como estudiante, en la Universidad, editaba yo un periódico que se llamaba Hombre y universo, un periódico de tamaño profesional porque teníamos el apoyo de las máquinas del Diario de Querétaro, y al mismo tiempo conducía un programa cultural de radio. Cuando estaba en la prepa escribía en un periodiquito muy modesto, pero era un periódico estudiantil, ahora creo que ya ni existen los periódicos estudiantiles, bueno, que yo sepa, pero ésta era una publicación de un estudiante, sin ningún apoyo institucional; su director era una gente muy entusiasta, políticamente conservador, tan es así que luego fue dirigente del partido del Gallito Colorado, algo así, pero él era un hombre muy sencillo que se llamaba J. Cruz Rivera, y él me invitaba a colaborar en su periódico, que se llamaba Luminaria. Por ahí, en algún lado, debe haber ejemplares. A la universidad, por cierto le hace falta tener una hemeroteca que tenga estas publicaciones.

Entonces no es algo que haya surgido de manera espontánea, siempre tuve el interés por la literatura, por la música, por la producción editorial. La oportunidad me la dio formar parte de un comité estudiantil que me ofreció las facilidades para atender esos proyectos.

El rector de la Universidad en ese entonces (entre 1966-1967) era nuestro querido Hugo Gutiérrez Vega. Vivimos con él esa experiencia maravillosa que fue vital, definitiva, una influencia indiscutible para toda una generación en donde siembra la semilla del humanismo que luego reproduce una gran cantidad de inquietudes, si no fabrica talentos de inmediato, sí cuando menos promueve sensibilidades e intereses, despierta conciencias.

En ese tiempo yo era bibliotecario meritorio de la Biblioteca Central, ahí le tomo un especial amor a los libros y a la lectura. Imagínate, eran bibliotecarios Florentino Chávez, gran lector y poeta, quien me ‘presenta’ a muchos autores, entre ellos a Gabriel García Márquez. Recuerdo que me enseñó, embelesado, y luego me prestó Cien años de soledad. Esa novela me marcó. Le estaré siempre agradecido a Flor, como le decíamos cariñosamente.

Convivimos con la siempre bellísima Gloria del Carmen Cepeda, sensible y guapa compañera que irradiaba alegría y un perfume que idiotizaba a todos a su alrededor.

Fotos: Cortesía Juan Antonio Isla

Por Florentino conocí a otros poetas como Salvador Alcocer o Felipe Koh Canul. Recuerdo que a Chava lo visitábamos en su casa de la calle de Otoño, Florentino decía que era la casa de Usher, y ahí leíamos la revista Bohemia que le enviaban de Cuba y a escritores como Roque Dalton, Ernesto Cardenal y Vicente Huidobro.

Luego el licenciado Agapito Pozo como rector me da la oportunidad de ser director de la Biblioteca en donde estuve hasta que llega Guadalupe Ramírez Álvarez y él traía favores que cumplir, por su llegada sorpresiva a la rectoría en un histórico Consejo universitario que convocó en los primeros días de clases, regresando de vacaciones, así que renuncio unas semanas después porque el señor ni me saludaba y era mi maestro. Luego Ramírez, un poco por culpa y otro por un genuino aprecio, fue muy generoso conmigo (me regaló algunas ediciones incunables y hasta ofreció al gobierno por mi conducto un terreno en su huerta de la Cañada en donde hicimos un bachillerato pedagógico). Bueno, gracias a quedar desempleado conocí a Paula de Allende quien fue otro factor que influyó en mi vocación ‘culturera’. Ella fue una maestra y guía en la animación y promoción de la cultura, pero también un estímulo para activar mi vocación de escritor.

Paula llega al final de los sesentas a vivir a Querétaro, impactada por el suceso de Tlaltelolco. Con la sociedad del poeta Alejandro Aura funda una galería en donde coordina un taller de poesía. Yo no fui su alumno, pero hice una amistad muy estrecha con Paula que era una mujer muy inteligente, estupenda maestra, amiga generosa. Nos divertíamos mucho escribiendo para “Noticias” toda clase de notas y columnas, menos las de plana roja. Nuestros amigos comunes eran Manuel Herrera y Carlos Tirado, a la postre embajador, hoy en República Dominicana.

Gracias a la amistad con Paula conocí y traté a numerosos artistas y escritores que la querían como hermana o estaban enamorados de ella. Entre ellos Edmundo Valadez, todos los miembros de la “Espiga amotinada”, salvo Shelley que era aislado y un poco petulante y Oscar Oliva que era tímido pero fraterno. A todos los demás los traté y disfruté: Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos, Jaime Labastida. Con Bañuelos hice una amistad que trascendió luego de la muerte de Paula. El don de gentes de Paula atraía a otros personajes como Juan de la Cabada, Gustavo Sáinz, Tomás Mojarro, el poeta Abigael Bohórquez, Andrés González Pagés y otros escritores e intelectuales. La muerte de Paula fue un impacto brutal en las vidas de los seres cercanos a ella.

Luego dirigí la Casa de la Cultura de la que nos corre amablemente, entre comillas, el gobernador Rafael Camacho…

¿Por qué los corre?...

Nos corre porque le gusta la casa, nada menos que la Casa de Ecala, una de las casas más hermosas del centro de Querétaro, entonces, bueno, la casa era propiedad del gobierno federal y él hace las gestiones para una permuta. Le gustó para instalar las oficinas del DIF.

El día que llegó a inspeccionar el inmueble dijo: ¿qué qué?, cuál casa de la cultura ni que nada, es la casa de la basura, aquí sólo hay comunistas y marihuanos.

Fotos: Cortesía Juan Antonio Isla

Antes de que nos expulsara tan arbitrariamente nos visitó el dramaturgo y poeta Miguel Sabido que producía para Televisa la serie “Vida y voz” con Juan José Arreola. El tema sería hablar del cuento (Arreola es uno de los cuentistas más extraordinarios de la literatura universal). Yo entonces coordinaba un taller de narrativa con cinco o seis gentes, amas de casa y tres cuates ahí medio despistados. Llega Miguel Sabido y me dice: “oiga, ¿no tienen inconveniente de que hagamos un programa con Juan José Arreola?” Dije, no, bueno, yo, encantado. Recuerdo que mi padre y yo veíamos los programas de Juan José Arreola y los disfrutábamos enormemente, nos reíamos como enanos y lo gozábamos en serio por su sabiduría y buen humor. Esa experiencia de haber hecho esa grabación al lado de Juan José Arreola fue todo un acontecimiento, tengo por ahí una foto, luego te la muestro. Entonces la historia de mi participación en la Casa de la Cultura es una grata experiencia, muy motivadora, muy entrañable, porque hicimos muchas cosas, hicimos mucho ruido. Luego a la gente le molesta que donde yo he estado he hecho un poco de ruido, pero para animar la cultura tienes que ser un animador real, provocar que las ideas, las expresiones lleguen, provoquen, resuenen, proliferen…

Entonces, bueno, cómo te diré, esos son los antecedentes que han sido puntos de quiebre en mi vida, la que he dedicado a la difusión de la cultura, a los libros, a las letras. Lo que te quiero decir es que no soy un caso de generación espontánea, ni un mero diletante. Tuve el privilegio de ser influenciado por un entorno favorable. Por personalidades importantes como fueron Paula y Hugo. Entonces bueno, al paso del tiempo he tenido la oportunidad de conocer, convivir y abrevar de todos estos personajes fantásticos ¿no?

Ha provocado usted un gran movimiento Juan Antonio, sé que usted no lo va a reconocer porque su modestia es grande, pero volvamos al centro, no es el mismo Querétaro cuando usted empezó que el de ahora, por ejemplo, un Querétaro actual no se puede ver sin un proyecto editorial y cultural, un Querétaro sin publicaciones es inaceptable… (risas)

Déjame comentarte otra cosa, coincide mi presencia en la Casa de la Cultura con la llegada del licenciado Mariano Palacios a la rectoría de la UAQ (antes había sido mi jefe en la Presidencia Municipal en donde yo fui Oficial Mayor). Entonces, visionario como pocos, me pide que investigue el tema de la extensión universitaria y voy a Jalapa en donde está Manolo Zepeda, hermano de Eraclio, que dirige en la Universidad Veracruzana la extensión universitaria. Tomo nota y me traigo una serie de ideas y programas con la intención de aplicarlos acá, en esa investigación voy a la UNAM y me encuentro con que el doctor José Narro quien es el director de extensión académica, y bueno, reúno esos dos modelos y le presento un proyecto al rector Mariano Palacios quien me dice “adelante”.

Promueve ante el Consejo universitario la creación de la extensión universitaria, y hay resistencias, porque le dicen “vas a crear un órgano más y la universidad va a crecer en su burocracia” por supuesto que defiende el proyecto argumentando “absolutamente no, se trata de una dirección que va a coordinar diferentes áreas”, que eran el servicio social, prensa, difusión cultural, la biblioteca central, radio universidad y publicaciones. En publicaciones no había nada, y ahí empieza a darse un poco la inquietud de que la institución no podía dejar de tener un programa editorial.

Empezamos a producir libros, algunos de ellos de no muy buena calidad en contenido, pero tratamos de que hubiera uniformidad, orden, colecciones que tuvieran un distintivo, que tuvieran un diseño, un mínimo de decoro. Tratábamos de publicar, está mal que lo diga, lo que cayera. Entonces nos llegaron tres o cuatro cosas de las cuales ahora, al paso del tiempo, pienso que nos excedimos. Pero había que publicar, había que empezar a sembrar. Luego hicimos la revista Universidad que yo dirigía. Ni modo. No había quién le entrara. Pero fue una época muy interesante.

Ahí tuve la oportunidad de conocer a gente que hoy tiene una presencia internacional como el poeta y crítico Eduardo Milán o el poeta y ensayista Marco Antonio Campos. Se produjeron una buena cantidad de libros. Luego viene el gobierno de Mariano Palacios, del 85 al 91, y me nombra Secretario de Cultura y Bienestar Social. Era una dependencia con varias y disímiles actividades, desde educación y cultura hasta recreación, deporte y salud, pero evidentemente, en lo personal me identificaba con el tema del patrimonio cultural, aunque traté de no descuidar las otras áreas, de hecho, en educación el gobernador impulsó una infraestructura educativa y deportiva que hoy trasciende.

Mis amigos me decían estar sorprendidos de cómo me cambiaba la camiseta cada cinco minutos. No era cierto, la camiseta era la misma, lo que me cambiaba era la máscara. Era un poco camaleónico…

En cultura entonces pusimos especial empeño. Tenía un excelente colaborador que era Manuel Herrera Castañeda, malogrado escritor que muere durante nuestro periodo al frente de la Secretaría. Al paso del tiempo creo que algo se logró, entre otras cosas, madurar un programa editorial bastante serio con colecciones interesantes como la Biblioteca Frías, la serie Cómo acercarse a en coedición con Plaza Valdés, Documentos para la historia de Querétaro y Autores de Querétaro, entre éstos publicamos a Hugo Gutiérrez Vega, Salvador Alcocer, Florentino Chávez, Francisco Cervantes, José Luis Sierra, Paula de Allende. Por cierto, recuerdo que a Francisco Cervantes el Gobierno le concedió en 1986 el Premio Querétaro de Artes.

Aquí te menciono algo: en el mismo año de la asunción de Palacios al gobierno se creó y entregó el Premio Querétaro de Artes, Ciencias y Mérito Cívico, que tuvo a bien cancelar el siguiente gobierno el cual ni siquiera derogó la Ley que sigue vigente, incluso se actualiza en el gobierno de José Calzada, pero no se volvieron a entregar los premios, entre otras razones porque la dependencia encargada de ejecutar la norma alegaba falta de recursos, pero ahí está la Ley…

¿Todo esto pasó por un acuerdo de cabildo o un decreto, se instituyó como ley para darle un premio a la ciudad?

Si, se crea la Ley de Estímulos Civiles a las artes, a las ciencias y al mérito cívico…

Es cierto, síentonces, el Heriberto Frías es el premio que le da nombre al de letrasahora ya no se entrega el premio, fue una única ocasión

No… bueno, los premios se entregaron durante los seis años del gobierno de Palacios, luego viene el gobierno de Enrique Burgos y él quería crear su propio premio, el premio Ezequiel Montes, la medalla Juan Patito, que bueno, no estuvieron tan mal, pero tenían otro carácter, más de lucimiento oficial que de reconocimiento ciudadano a los queretanos. Gracias a ese proyecto de Burgos se les dieron medallas y diplomas a Carlos Fuentes, a Miguel León Portilla, a Elena Poniatowska, muy justos por cierto.

¿Por qué se dan este tipo de desaciertos?

Por celos absurdos, es decir, “mi antecesor hizo esto, yo voy a hacer esto otro”, y muchas veces la falta de continuidad es por exceso de arrogancia e ignorancia y se llevan entre las patas proyectos que son tan nobles.

Ante proyectos de gran envergadura lo que hemos visto es una falta de continuidad. Por ejemplo, en el sexenio anterior, entre otras actividades, usted estuvo trabajando para sacar una cantidad industrial de libros, hubo mucho del archivo histórico, no puede compararse ni tantito con este sexenio donde no hay publicaciones, donde no hay una cercanía con los artistas, donde no hay un proyecto cultural, donde no hay la libertad de los artistas para manifestarse, donde no hay expresiones culturales hacia las calles, pues se considera, por ejemplo, como comercio público el arte.

Mira Leslie, hoy domina la mediocridad y hay insensibilidad en algunos funcionarios y en algunas autoridades. En general, lo importante es el negocio y el egocentrismo. Y en lo cultural pues qué te puedo decir…yo aprecio a la actual Secretaria de Cultura y no quisiera cuestionar sus acciones, pero tengo que ser sincero: falta profundidad o existe limitación de miras. A ver, por ejemplo, en el gobierno de Calzada se crea el Fondo Editorial del Poder Ejecutivo y se crea la normatividad, se diseñan las colecciones, se crea un proyecto de mediano y largo plazo, pero cuál largo plazo, pues se interrumpe con las siguientes administraciones. Lo que sí te digo es que había proyecto y estaba sustentado. Gracias a ello y remando contra corriente, por obstrucción de funcionarios menores, pero con el apoyo del titular del Ejecutivo, se alcanzan a producir cerca de ochocientos títulos

Fue una cantidad inusitada de producción

pues se debió a la firme voluntad del gobernador que intuía la importancia del proyecto editorial, pero enfrentamos detractores al interior, desde funcionarios ignorantes y celosos hasta burócratas perezosos…no fue fácil, tuvimos que abrirnos paso, no fue sencillo. Se pudo haber hecho mucho más, porque teníamos una infraestructura, había una imprenta del gobierno que se subutilizaba, que imprimía las formas administrativas o el papel oficial del gobierno y el encargado de la imprenta, bueno, cada vez que llevábamos un libro se infartaba. Con esa imprenta pudimos hacer muy pocos libros cuando pudimos haber producido una cantidad mayor de títulos y ejemplares. Gracias a la voluntad del ejecutivo produjimos, por decirte un caso, el libro “Querétaro en el tiempo” que es una joyita de diseño y contenido de divulgación…hicimos medio millón de ejemplares para entregarlos a las escuelas de educación básica. Lo tuvimos que hacer por fuera cuando la imprenta propia lo pudo hacer. (Continuará...)


Usted es parte de una generación que representa, en el ámbito de la cultura, una ruptura en la sociedad queretana, y me parece emblemático que una persona que pertenece a una generación, también haya propiciado los medios necesarios para que esta generación se manifestara. Hay un antes y un después en materia cultural, por ejemplo, en publicaciones, hay un antes y un después en instituciones, y hay un antes y un después en la manera de mirar y disfrutar el arte. ¿Esas fueron sus propuestas de inicio, sus propias propuestas, sus propias metas, quiero decir, cuando comenzó este tipo trabajo?

Te voy a comentar algo, desde joven tuve la inquietud por las artes y las letras, por la cultura en general. Como estudiante, en la Universidad, editaba yo un periódico que se llamaba Hombre y universo, un periódico de tamaño profesional porque teníamos el apoyo de las máquinas del Diario de Querétaro, y al mismo tiempo conducía un programa cultural de radio. Cuando estaba en la prepa escribía en un periodiquito muy modesto, pero era un periódico estudiantil, ahora creo que ya ni existen los periódicos estudiantiles, bueno, que yo sepa, pero ésta era una publicación de un estudiante, sin ningún apoyo institucional; su director era una gente muy entusiasta, políticamente conservador, tan es así que luego fue dirigente del partido del Gallito Colorado, algo así, pero él era un hombre muy sencillo que se llamaba J. Cruz Rivera, y él me invitaba a colaborar en su periódico, que se llamaba Luminaria. Por ahí, en algún lado, debe haber ejemplares. A la universidad, por cierto le hace falta tener una hemeroteca que tenga estas publicaciones.

Entonces no es algo que haya surgido de manera espontánea, siempre tuve el interés por la literatura, por la música, por la producción editorial. La oportunidad me la dio formar parte de un comité estudiantil que me ofreció las facilidades para atender esos proyectos.

El rector de la Universidad en ese entonces (entre 1966-1967) era nuestro querido Hugo Gutiérrez Vega. Vivimos con él esa experiencia maravillosa que fue vital, definitiva, una influencia indiscutible para toda una generación en donde siembra la semilla del humanismo que luego reproduce una gran cantidad de inquietudes, si no fabrica talentos de inmediato, sí cuando menos promueve sensibilidades e intereses, despierta conciencias.

En ese tiempo yo era bibliotecario meritorio de la Biblioteca Central, ahí le tomo un especial amor a los libros y a la lectura. Imagínate, eran bibliotecarios Florentino Chávez, gran lector y poeta, quien me ‘presenta’ a muchos autores, entre ellos a Gabriel García Márquez. Recuerdo que me enseñó, embelesado, y luego me prestó Cien años de soledad. Esa novela me marcó. Le estaré siempre agradecido a Flor, como le decíamos cariñosamente.

Convivimos con la siempre bellísima Gloria del Carmen Cepeda, sensible y guapa compañera que irradiaba alegría y un perfume que idiotizaba a todos a su alrededor.

Fotos: Cortesía Juan Antonio Isla

Por Florentino conocí a otros poetas como Salvador Alcocer o Felipe Koh Canul. Recuerdo que a Chava lo visitábamos en su casa de la calle de Otoño, Florentino decía que era la casa de Usher, y ahí leíamos la revista Bohemia que le enviaban de Cuba y a escritores como Roque Dalton, Ernesto Cardenal y Vicente Huidobro.

Luego el licenciado Agapito Pozo como rector me da la oportunidad de ser director de la Biblioteca en donde estuve hasta que llega Guadalupe Ramírez Álvarez y él traía favores que cumplir, por su llegada sorpresiva a la rectoría en un histórico Consejo universitario que convocó en los primeros días de clases, regresando de vacaciones, así que renuncio unas semanas después porque el señor ni me saludaba y era mi maestro. Luego Ramírez, un poco por culpa y otro por un genuino aprecio, fue muy generoso conmigo (me regaló algunas ediciones incunables y hasta ofreció al gobierno por mi conducto un terreno en su huerta de la Cañada en donde hicimos un bachillerato pedagógico). Bueno, gracias a quedar desempleado conocí a Paula de Allende quien fue otro factor que influyó en mi vocación ‘culturera’. Ella fue una maestra y guía en la animación y promoción de la cultura, pero también un estímulo para activar mi vocación de escritor.

Paula llega al final de los sesentas a vivir a Querétaro, impactada por el suceso de Tlaltelolco. Con la sociedad del poeta Alejandro Aura funda una galería en donde coordina un taller de poesía. Yo no fui su alumno, pero hice una amistad muy estrecha con Paula que era una mujer muy inteligente, estupenda maestra, amiga generosa. Nos divertíamos mucho escribiendo para “Noticias” toda clase de notas y columnas, menos las de plana roja. Nuestros amigos comunes eran Manuel Herrera y Carlos Tirado, a la postre embajador, hoy en República Dominicana.

Gracias a la amistad con Paula conocí y traté a numerosos artistas y escritores que la querían como hermana o estaban enamorados de ella. Entre ellos Edmundo Valadez, todos los miembros de la “Espiga amotinada”, salvo Shelley que era aislado y un poco petulante y Oscar Oliva que era tímido pero fraterno. A todos los demás los traté y disfruté: Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos, Jaime Labastida. Con Bañuelos hice una amistad que trascendió luego de la muerte de Paula. El don de gentes de Paula atraía a otros personajes como Juan de la Cabada, Gustavo Sáinz, Tomás Mojarro, el poeta Abigael Bohórquez, Andrés González Pagés y otros escritores e intelectuales. La muerte de Paula fue un impacto brutal en las vidas de los seres cercanos a ella.

Luego dirigí la Casa de la Cultura de la que nos corre amablemente, entre comillas, el gobernador Rafael Camacho…

¿Por qué los corre?...

Nos corre porque le gusta la casa, nada menos que la Casa de Ecala, una de las casas más hermosas del centro de Querétaro, entonces, bueno, la casa era propiedad del gobierno federal y él hace las gestiones para una permuta. Le gustó para instalar las oficinas del DIF.

El día que llegó a inspeccionar el inmueble dijo: ¿qué qué?, cuál casa de la cultura ni que nada, es la casa de la basura, aquí sólo hay comunistas y marihuanos.

Fotos: Cortesía Juan Antonio Isla

Antes de que nos expulsara tan arbitrariamente nos visitó el dramaturgo y poeta Miguel Sabido que producía para Televisa la serie “Vida y voz” con Juan José Arreola. El tema sería hablar del cuento (Arreola es uno de los cuentistas más extraordinarios de la literatura universal). Yo entonces coordinaba un taller de narrativa con cinco o seis gentes, amas de casa y tres cuates ahí medio despistados. Llega Miguel Sabido y me dice: “oiga, ¿no tienen inconveniente de que hagamos un programa con Juan José Arreola?” Dije, no, bueno, yo, encantado. Recuerdo que mi padre y yo veíamos los programas de Juan José Arreola y los disfrutábamos enormemente, nos reíamos como enanos y lo gozábamos en serio por su sabiduría y buen humor. Esa experiencia de haber hecho esa grabación al lado de Juan José Arreola fue todo un acontecimiento, tengo por ahí una foto, luego te la muestro. Entonces la historia de mi participación en la Casa de la Cultura es una grata experiencia, muy motivadora, muy entrañable, porque hicimos muchas cosas, hicimos mucho ruido. Luego a la gente le molesta que donde yo he estado he hecho un poco de ruido, pero para animar la cultura tienes que ser un animador real, provocar que las ideas, las expresiones lleguen, provoquen, resuenen, proliferen…

Entonces, bueno, cómo te diré, esos son los antecedentes que han sido puntos de quiebre en mi vida, la que he dedicado a la difusión de la cultura, a los libros, a las letras. Lo que te quiero decir es que no soy un caso de generación espontánea, ni un mero diletante. Tuve el privilegio de ser influenciado por un entorno favorable. Por personalidades importantes como fueron Paula y Hugo. Entonces bueno, al paso del tiempo he tenido la oportunidad de conocer, convivir y abrevar de todos estos personajes fantásticos ¿no?

Ha provocado usted un gran movimiento Juan Antonio, sé que usted no lo va a reconocer porque su modestia es grande, pero volvamos al centro, no es el mismo Querétaro cuando usted empezó que el de ahora, por ejemplo, un Querétaro actual no se puede ver sin un proyecto editorial y cultural, un Querétaro sin publicaciones es inaceptable… (risas)

Déjame comentarte otra cosa, coincide mi presencia en la Casa de la Cultura con la llegada del licenciado Mariano Palacios a la rectoría de la UAQ (antes había sido mi jefe en la Presidencia Municipal en donde yo fui Oficial Mayor). Entonces, visionario como pocos, me pide que investigue el tema de la extensión universitaria y voy a Jalapa en donde está Manolo Zepeda, hermano de Eraclio, que dirige en la Universidad Veracruzana la extensión universitaria. Tomo nota y me traigo una serie de ideas y programas con la intención de aplicarlos acá, en esa investigación voy a la UNAM y me encuentro con que el doctor José Narro quien es el director de extensión académica, y bueno, reúno esos dos modelos y le presento un proyecto al rector Mariano Palacios quien me dice “adelante”.

Promueve ante el Consejo universitario la creación de la extensión universitaria, y hay resistencias, porque le dicen “vas a crear un órgano más y la universidad va a crecer en su burocracia” por supuesto que defiende el proyecto argumentando “absolutamente no, se trata de una dirección que va a coordinar diferentes áreas”, que eran el servicio social, prensa, difusión cultural, la biblioteca central, radio universidad y publicaciones. En publicaciones no había nada, y ahí empieza a darse un poco la inquietud de que la institución no podía dejar de tener un programa editorial.

Empezamos a producir libros, algunos de ellos de no muy buena calidad en contenido, pero tratamos de que hubiera uniformidad, orden, colecciones que tuvieran un distintivo, que tuvieran un diseño, un mínimo de decoro. Tratábamos de publicar, está mal que lo diga, lo que cayera. Entonces nos llegaron tres o cuatro cosas de las cuales ahora, al paso del tiempo, pienso que nos excedimos. Pero había que publicar, había que empezar a sembrar. Luego hicimos la revista Universidad que yo dirigía. Ni modo. No había quién le entrara. Pero fue una época muy interesante.

Ahí tuve la oportunidad de conocer a gente que hoy tiene una presencia internacional como el poeta y crítico Eduardo Milán o el poeta y ensayista Marco Antonio Campos. Se produjeron una buena cantidad de libros. Luego viene el gobierno de Mariano Palacios, del 85 al 91, y me nombra Secretario de Cultura y Bienestar Social. Era una dependencia con varias y disímiles actividades, desde educación y cultura hasta recreación, deporte y salud, pero evidentemente, en lo personal me identificaba con el tema del patrimonio cultural, aunque traté de no descuidar las otras áreas, de hecho, en educación el gobernador impulsó una infraestructura educativa y deportiva que hoy trasciende.

Mis amigos me decían estar sorprendidos de cómo me cambiaba la camiseta cada cinco minutos. No era cierto, la camiseta era la misma, lo que me cambiaba era la máscara. Era un poco camaleónico…

En cultura entonces pusimos especial empeño. Tenía un excelente colaborador que era Manuel Herrera Castañeda, malogrado escritor que muere durante nuestro periodo al frente de la Secretaría. Al paso del tiempo creo que algo se logró, entre otras cosas, madurar un programa editorial bastante serio con colecciones interesantes como la Biblioteca Frías, la serie Cómo acercarse a en coedición con Plaza Valdés, Documentos para la historia de Querétaro y Autores de Querétaro, entre éstos publicamos a Hugo Gutiérrez Vega, Salvador Alcocer, Florentino Chávez, Francisco Cervantes, José Luis Sierra, Paula de Allende. Por cierto, recuerdo que a Francisco Cervantes el Gobierno le concedió en 1986 el Premio Querétaro de Artes.

Aquí te menciono algo: en el mismo año de la asunción de Palacios al gobierno se creó y entregó el Premio Querétaro de Artes, Ciencias y Mérito Cívico, que tuvo a bien cancelar el siguiente gobierno el cual ni siquiera derogó la Ley que sigue vigente, incluso se actualiza en el gobierno de José Calzada, pero no se volvieron a entregar los premios, entre otras razones porque la dependencia encargada de ejecutar la norma alegaba falta de recursos, pero ahí está la Ley…

¿Todo esto pasó por un acuerdo de cabildo o un decreto, se instituyó como ley para darle un premio a la ciudad?

Si, se crea la Ley de Estímulos Civiles a las artes, a las ciencias y al mérito cívico…

Es cierto, síentonces, el Heriberto Frías es el premio que le da nombre al de letrasahora ya no se entrega el premio, fue una única ocasión

No… bueno, los premios se entregaron durante los seis años del gobierno de Palacios, luego viene el gobierno de Enrique Burgos y él quería crear su propio premio, el premio Ezequiel Montes, la medalla Juan Patito, que bueno, no estuvieron tan mal, pero tenían otro carácter, más de lucimiento oficial que de reconocimiento ciudadano a los queretanos. Gracias a ese proyecto de Burgos se les dieron medallas y diplomas a Carlos Fuentes, a Miguel León Portilla, a Elena Poniatowska, muy justos por cierto.

¿Por qué se dan este tipo de desaciertos?

Por celos absurdos, es decir, “mi antecesor hizo esto, yo voy a hacer esto otro”, y muchas veces la falta de continuidad es por exceso de arrogancia e ignorancia y se llevan entre las patas proyectos que son tan nobles.

Ante proyectos de gran envergadura lo que hemos visto es una falta de continuidad. Por ejemplo, en el sexenio anterior, entre otras actividades, usted estuvo trabajando para sacar una cantidad industrial de libros, hubo mucho del archivo histórico, no puede compararse ni tantito con este sexenio donde no hay publicaciones, donde no hay una cercanía con los artistas, donde no hay un proyecto cultural, donde no hay la libertad de los artistas para manifestarse, donde no hay expresiones culturales hacia las calles, pues se considera, por ejemplo, como comercio público el arte.

Mira Leslie, hoy domina la mediocridad y hay insensibilidad en algunos funcionarios y en algunas autoridades. En general, lo importante es el negocio y el egocentrismo. Y en lo cultural pues qué te puedo decir…yo aprecio a la actual Secretaria de Cultura y no quisiera cuestionar sus acciones, pero tengo que ser sincero: falta profundidad o existe limitación de miras. A ver, por ejemplo, en el gobierno de Calzada se crea el Fondo Editorial del Poder Ejecutivo y se crea la normatividad, se diseñan las colecciones, se crea un proyecto de mediano y largo plazo, pero cuál largo plazo, pues se interrumpe con las siguientes administraciones. Lo que sí te digo es que había proyecto y estaba sustentado. Gracias a ello y remando contra corriente, por obstrucción de funcionarios menores, pero con el apoyo del titular del Ejecutivo, se alcanzan a producir cerca de ochocientos títulos

Fue una cantidad inusitada de producción

pues se debió a la firme voluntad del gobernador que intuía la importancia del proyecto editorial, pero enfrentamos detractores al interior, desde funcionarios ignorantes y celosos hasta burócratas perezosos…no fue fácil, tuvimos que abrirnos paso, no fue sencillo. Se pudo haber hecho mucho más, porque teníamos una infraestructura, había una imprenta del gobierno que se subutilizaba, que imprimía las formas administrativas o el papel oficial del gobierno y el encargado de la imprenta, bueno, cada vez que llevábamos un libro se infartaba. Con esa imprenta pudimos hacer muy pocos libros cuando pudimos haber producido una cantidad mayor de títulos y ejemplares. Gracias a la voluntad del ejecutivo produjimos, por decirte un caso, el libro “Querétaro en el tiempo” que es una joyita de diseño y contenido de divulgación…hicimos medio millón de ejemplares para entregarlos a las escuelas de educación básica. Lo tuvimos que hacer por fuera cuando la imprenta propia lo pudo hacer. (Continuará...)


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