Así que, sin dejar de creer en Cristo, optó por seguir acariciando y amando a Norady. Cuando Santé le contaba a ella, ésta no prestaba mucha atención a sus debates y tormentos interiores. La familia de la chica, si bien católica de origen, casi nunca iba a misa, incluso hacían burla de los rezanderos. Santé seguiría intentando llevar adelante su práctica espiritual, salvo en lo que se refería al sexo.
Y ¿de dónde crees que sacaste todas tus ideas del amor? ¿de la nada, del espacio sideral? -se preguntaba-. Todo lo que crees que sabes del amor te viene del entorno, cuando menos la parte ideológica. Quizá una parte venga de adentro, de lo heredado, de los genes, pero la parte pesada viene del entorno, de tu familia, de los cuates, de la sociedad, y está marcada con hierro candente. Y hay que tener cuidado, porque mucha de esa herencia apesta, está plagada de mentiras, de prejuicios y de vanidades, de hipocresías, de egos enfermizos. Toda esa maraña, esa ilusión debía ser cuestionada, revertida, subvertida, sometida a la más escrupulosa crítica para comprender lo que era el amor en su totalidad, desde lo afectivo hasta lo sexual.
Todas esas ideas deben ser cuestionadas -se decía a sí mismo-, aunque te las hayan sambutido por todos lados en forma de canciones, telenovelas, películas, libros, novelas chafas, anécdotas de los amigos, las pláticas de los adultos. Bastará con ver sus frutos para saber de qué hablan. Exacto, ya lo dijo el gran maestro hace más de dos mil años: por sus frutos los conoceréis. De qué me vienes a hablar, vamos viendo los frutos de tu propia vida. Nadie es perfecto, todos tenemos derecho a opinar, pero también tenemos ojos y podemos ver, tenemos criterio y podemos evaluar, analizar. Tus ideas del amor no nacen sólo de ti, no te pertenecen, así que con mucho cuidado hay que revisar de dónde vienen y qué proponen, quién las dice y con qué resultados. Qué valores sociales están implicados y hacia a dónde apuntan. Tú no amas a Norady con un amor puro y telenovelero salido de la nada. En ese supuesto amor está implicado el mundo entero de mil formas, en cada palabra, en cada acto, en cada regalo, en cada pensamiento. Cierto es que -como dijo Erick Fromm- la capacidad de amar también es heredada y está en nuestros genes, es supervivencia, pero igual de cierto es también que el amor es cultura, es sociedad, son relaciones donde está implicado el dinero, la posición social, las contradicciones, las clases sociales. No camines a ciegas, valora todo esto, para que puedas ubicar tu amor en la justa dimensión, para que tu amor crezca como una flor sana en un buen jardín -concluyó-.
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Algunos opinaban que no era posible que Santé citara y hablara de tantos autores con total desenfado. Estaban acostumbrados al estereotipo del típico chavo de barrio vulgar, que sólo aspira a casarse y a tener un trabajo mediano para irla pasando en la vida. Ver el futbol y emborracharse los fines de semana con los amigos. Les costaba trabajo creer que ese muchacho, tan flaco que se veía, tan normal que parecía, pudiera tener tales afanes de cultura y conocimiento, pero qué equivocados estaban -pensaba Santé-, eso les pasaba por no leer, por no pensar, por no cuestionar, por no apuntar a otros horizontes. No sabían que en todas las culturas, épocas y países siempre ha habido muchachos y chicas que desde muy jóvenes aman el conocimiento y se han entregado a éste sin medida alguna. Y él, aunque de origen incierto, había trazado ya desde hacía tiempo su meta: saber, saber, conocer, para compartir, compartir, compartir. Para transformar su entorno, a la sociedad entera. Y por eso se dedicaba todo el tiempo a leer un libro tras otro, buscar, ver documentales, cine de arte, programas de televisión culturales, escuchar atentamente discos de música clásica, de jazz, leer revistas de todo tipo y asistir a exposiciones de arte. No lo presumía, no lo embarraba, no necesitaba hacerlo, era su forma de vivir. Y ahora que conocía a Norady, no sólo lo impulsaba la pasión sexual, sino un afán sincero, verdadero, por compartir su mundo con ella. De que juntos caminaran y crecieran por esa senda que a él le parecía el paraíso en la tierra. Había comenzado a leer como loco, desde los 9 años, así que ya tenía un carrera de ocho años bien andada. Pequeña, pero sólida, intensa. Y los más maravilloso era que también tenía tiempo para el desmán, para reír con los amigos, para escuchar música popular y fresa, para tirarse al pasto y meditar, para sentir cómo el mundo giraba y daba vueltas alrededor del sol, y, por supuesto, para buscar el amor, para saber qué era eso de amar.
Y por si fuera poco, en la prepa encontró campo propicio para impulsar sus inquietudes. ¿No era esa la labor de la universidad? A pesar de sus limitaciones, de los ataques permanentes a la UNAM, de la violencia y del porrismo que asolaba a las escuelas, la prepa era un campo de libertad y de experimentación, de amigos inquietos, de renovación musical en donde las novedades fluían siempre por medio de algún alumno, amigo o compañera. Ahí reencontró, por cierto, a un viejo amigo que estuvo con él en la primaria. Después de los saludos de rigor, su amigo le preguntó por su vida actual, y le preguntó si fumaba mariguana. En ese tiempo fumar era muy mal visto, era un vicio de vagos, de delincuentes, aunque por la influencia hippie de finales de los sesentas había tomado otro cariz. Ahora estaba asociada a la rebeldía, al rechazo al status quo, al amor y la paz, al rock grueso. Aún así, no dejaba de estar demonizada, vicio al fin, condenable. Los grifos en la prepa eran un grupo marginal, casi oculto. Allá atrás, al final de las canchas de la prepa se iban a fumar, y más por el olor tan expansivo e inconfundible de la mota. Y si no era ahí, como en ese tiempo no había casi nada construido por esos rumbos, había un lugar en donde almacenaban pacas para dar de comer a vacas de pastoreo. Era de los últimos establos que quedaban en lo que antes fueron las orillas del Distrito Federal, y ahora eran zonas que quedaban cada vez más y más integradas a la ciudad.