Norady y Santé XVI

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 19 de enero de 2022

Foto: Cortesía | @mediateca.inah

Claro que esto no se llevó a cabo con ampolletas malévolamente aplicadas por sus padres, sino en un proceso de goteo alimentado por todo el entorno. El padrastro a veces le hablaba a gritos a la mamá de Santé. Ella era sumisa y obediente, y ambos partidarios de lo que debía ser y las buenas costumbres.

Sólo que esta vez, Norady no iba a ceder. Estaba decidida a no regresar y tener que cambiarse. Los anzuelos y chantajes de Santé le resultaban humillantes. Dijo que no y que no. Él le dio una cachetada y ella se la regresó, dio media vuelta y echó a correr hacia su casa. Llegó y le contó todo a su mamá, quien de inmediato salió a la calle como tromba.

Foto: Cortesía | @mediateca.inah

–Óyeme, ¿por qué le pegaste a mi hija?- dijo temblando. –¿Qué te crees, eh? Ni su padre le pega, mucho menos tú, infeliz.

La actitud decaída de Santé contuvo un poco a la señora. Él le explicó que quería mucho a su hija, que todo lo hacía por su bien, y reconocía haberse equivocado. Lo dijo en un tono tan convincente, que la mujer cambió su actitud. Empezó a aconsejarlo.

-No, mira, cuando tengan problemas mejor avísenme, acúsala conmigo y yo sabré cómo proceder, pero no me le pegues.

A Santé le vinieron encima unos flashbacks, y otra vez observaba a la señora en medio de la cama, entre Norady y él. La mujer seguía hable y hable. Él estaba en otro mundo pensando si no debía mejor dejar ya a Norady de una vez por todas, a fin de cuentas ni era tan bonita, más bien a veces le parecía fea, y la familia….caray, puras broncas. Pero no, luego luego se sentía culpable cuando pensaba así, ¿en dónde se conseguiría otra como ella? Tan sólo eran calenturas, arrebatos.

Después buscó a Norady y le pidió perdón. Sí, había escuchado aquello de “amor es nunca tener que pedir perdón”, pero eso era de películas fresas, y además, nunca le había entendido a la frasecita. Se abrazaron, besaron y sintieron la esplendidez de las reconciliaciones. Le aseguró que nunca más le iba a exigir nada, que la iba dejar andar como se le diera la gana. A pesar de la reconciliación, él sentía a Norady un tanto tensa, aunque no le dio mucha importancia. Al otro día en la mañana encontraron accidentalmente un salón vacío en la prepa, ella se metió, él se quedó en la puerta vigilando y mirando para adentro mientras Norady le bailaba sinuosamente, poseía una gracia y feminidad sin igual, lo derretía en un segundo. Norady dijo que era un regalo de reconciliación. Cerraron lo mejor que pudieron la puerta del aula y se besaron como nunca lo habían hecho. Se fundieron en un abrazo intenso, se tocaron por todas partes. Norady era dueña de un cuerpo goyesco, y todos sus movimientos y gracia eran un regalo de la madre naturaleza. Se levantaba el vestido como para bailar y caminaba hacia la puerta. Ahí él la recibía como a una virgen –que lo era–, como a una santa aparición. Se metía entre sus brazos y sentía su calor, su olor, la abrazaba, la acariciaba, la recorría, la olfateaba. El cuerpo perfumado de Norady, tibio, suave, terso. Sus senos de jovencita, tiernos, en punta. Él terminaba en una erupción voluptuosa. Santé le decía que de esos juegos eróticos sólo Dios sabía, y que Él sabía que eran puros, que no se trataba de un engaño, de un agandalle o de puro morbo. Por lo mismo –argumentaba– nosotros delante de Dios ya es como si estuviéramos casados por la intimidad que hemos tenido, no andaremos con nadie más para no cometer adulterio. Norady iba a cumplir 18 años muy pronto, y entonces podrían realizar su anhelo. Por mientras, y para celebrar el regreso, Santé le compuso una canción: “La única palabra que mis labios pronuncian es tu nombre / Lo único que mis ojos pueden ver es a ti / Lo único que he oído es tu risa / Lo único que he visto es tu mirada / La vez que te besé por vez primera / No sé si fue verdad o fue mentira / Tu boca tan tierna y diferente, / Como ninguna había besado yo en mi vida / Tus palabras que son tan diferentes / Nuestro amor tan distinto al que conozco / Ahora sé de un nuevo amo y ese es el tuyo / Te tengo que esperar aunque haga frío…Frío en el corazón.”

Foto: Cortesía | @mediate.inah

Santé era tan joven, sin nadie que lo aconsejara, tan inexperto, que se las arreglaba como podía. Su mamá era buena persona y siempre estaba dispuesta, pero aún así el muchacho no recurría mucho a ella, quién sabe porqué. Él sólo se basaba en su intuición y en lo que buenamente le aconsejaba su voz interior. Ese era un ejercicio al que cada vez recurría más. Lo sacó, y no necesariamente porque el libro lo dijera así, de El hombre mediocre, de José Ingenieros. Ese texto le había metido en la cabeza que él debería pertenecer al aurea mediocritas, vivir una vida en el justo medio, ni más ni menos, y una de las formas de pertenecer a ella, señalaba Ingenieros, era someter a cuestionamiento pensamientos y acciones. Ese texto se lo había dejado de leer un maestro de la prepa 5 a modo de castigo. Sucede que el profesor militaba en un partido conservador que prácticamente no tenía adeptos. Era una rareza que el profesor fuera candidato a diputado por ese partido. El profe requería simpatizantes y quien le ayudara en las labores de la campaña, así que les planteó dos opciones a sus alumnos de la materia de Ética: a quien le fuera a ayudar en su campaña le pondría diez de calificación, y los que no aceptarán participar tendrían que leer completo el libro de José Ingenieros, y entregar un ensayo de quince cuartillas. La mayoría aceptaron ir a echar desmadre con el mairo y llevarse su diecezote de barbas. Santé no aceptó, consideró la propuesta una bajeza, y prefirió leer el libro y escribir el ensayo. El texto le encantó, lo influyó muchísimo y lo tomó por un tiempo como libro de cabecera. Se convirtió en su consejero. El profe de Ética perdió la elección ante la aplanadora de carro completo del invencible PRI.

Bajo la influencia del libro de José Ingenieros Santé se cuestionaba: ¿de veras amo a esta mujer? ¿por qué a veces hasta me cae gorda? ¿por qué a veces la veo tan fea y sin chiste? ¿Le tengo amor o sólo es un cariño pasajero en lo que me llega algo mejor? ¿Tengo amor para dar? ¿Acaso sé qué es el amor?


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