Ontología, acercamientos escriturarios

Literatura y filosofía

José Martín Hurtado Galves | Colaborador Diario de Querétaro

  · viernes 25 de diciembre de 2020

Foto | EFE

1. Para Descartes, el ser no es otro que el propio «yo» que experimenta. En ese sentido, el yo reconoce que tiene conocimientos que suponía verdaderos y que en realidad eran falsos (sobre todo aquellos que nos fueron proporcionados por los sentidos). A partir de ello se pregunta cómo puede estar seguro de que lo que cree es verdadero y no puede ponerse en duda. Para ello recurre a la <duda metódica>, la cual le permite partir de un primer principio: “cogito ergo sum” (pienso, luego existo). De ahí se derivará un subjetivismo que le permitirá asumir que lo más importante, en el conocimiento, es partir no del objeto que se conoce, sino de quien está conociendo: es ser, que es un yo.

Leibniz cree que existen infinitas sustancias a las que llama mónadas, en las cuales está todo el conocimiento. De ello se desprende el hecho de que haya ideas innatas, en las cuales está todo el conocimiento. Esto lleva a cierto escepticismo, pues el conocimiento está en dichas mónadas.

Ilustración: Alejandro Oyervides | El Sol de México

Spinoza, en cambio de Leibniz, sostiene que hay una sola sustancia: la Naturaleza, a la que identifica con Dios. El problema de ello es que confunde al Creador (Dios) con su creación (Naturaleza), con lo cual todo es —entonces— Dios (Panteísmo), pues afirma que sustancia es aquello que es capaz de existir por sí solo (como si la Naturaleza no tuviera un creador, y más bien siempre hubiera existido). Por último, Spinoza sostiene que lo único que existe es Dios y que todo lo demás que existe en realidad forma parte de él.

Para Wolf la razón humana es capaz de conocer la realidad, incluso en el campo de la metafísica, el cual lleva al conocimiento metafísico de Dios. A partir de ello se comprende que no haya una separación entre la fe y la razón.

Para Kant, “la metafísica es el estudio de las formas o principios cognoscitivos que, para resultar constitutivos de la razón humana, así como de toda razón finita en general, condicionan todo saber y toda ciencia y de cuyo examen, por lo tanto, pueden obtenerse los principios generales de cada ciencia” (Abbagnano, pág. 798). Esto permite comprender que, entonces, la metafísica no atiende ya al ser en tanto ser, sino que hay, más bien, una crítica a ella, pues, ahora, Kant afirma que después de haber leído a Hume, despertó del sueño dogmático de la razón, es decir, de la posibilidad de creer que podemos saber en realidad qué es el objeto. A partir de ello Kant se plantea cuatro preguntas:

1. Qué puedo conocer (teoría del conocimiento)

2. Qué debo hacer (ética)

3. Qué puedo esperar (teología)

4. Qué es el hombre (antropología)

Y es que hay que considerar que hasta Kant el problema era saber qué es el objeto (léase objeto de estudio, incluido el ser humano), pero, utilizando la misma forma del objeto. En cambio, con Kant el problema se modifica, no se centra ya en el objeto, sino el sujeto que conoce al objeto. Así, se explican las diferentes concepciones que se tienen de la realidad. Es por lo que Kant sostiene que se ha llegado a la <mayoría de edad de la humanidad>; él lo dice con la frase: “sapere aude” (atrévete a pensar).

2. A partir de lo anterior se comprende que la visión del ente se haya modificado con respecto al pensamiento griego, incluso al medieval. Para los pensadores de la Edad Moderna (Humanismo/Renacimiento) el ente ahora es concebido como el que es capaz de conocer. Esto modifica la idea de que esté compuesto de una substancia inamovible, o, en todo caso, lo verdaderamente interesante es que se le comprenda a partir de su posibilidad cognoscente y cognoscible.

Lo anterior llevará a los pensadores —posteriormente— a hablar de una ontología, es decir, a referirse al ser en tanto es capaz de verlo en una realidad concreta (hoy diríamos in situ), y no ya como el resultado de una observación abstracta que lo separa (al menos así podría pensarse) de su propio contexto histórico.

También hay una modificación en cuanto a la substancia. Ahora se le llama «substancia trascendente». Este término refiere la idea de que no se le puede conocer porque rebasa nuestro límite de poder conocer; en cambio, el término <trascendental> refiere algo que es importante debido a su gravedad o sus consecuencias.

En suma: para Kant lo trascendente es aquello que no podemos conocer porque rebasa nuestras limitaciones; ejemplos de ello son: Dios, el alma (sobre todo su inmortalidad). Ahora bien, lo que conocemos (lo trascendental) está circunscrito a nuestra propia capacidad de conocer (psiquismo) y a nuestra percepción.

Con Kant, el conocimiento deja de ser una adaptación pasiva al objeto. Esto es importante porque ese objeto es concebido como el <ente>. El cual, para Aristóteles, era sustancia, pues era lo que era a partir de que no era otro y de que estaba siendo; ya que al ser sustancia se sostiene por sí mismo, sin necesidad de que haya otro que le dé sentido o ser. En cambio, Kant sostiene que conocer no es adaptarse al ente, sino comprender al sujeto que conoce al ente. A esto se le llama <método trascendental>, ya que hay una transposición del objeto al sujeto. Tómese en consideración que nos es imposible conocer al objeto, ya que tenemos límites de conocimiento, trascendentales; de ahí que haya diversas interpretaciones de la realidad.

Hay que decir que el pensamiento de Kant retoma el giro copernicano, al poner énfasis en el sujeto que conoce y no en el objeto que se quiere conocer. De hecho, Kant será quien dilucide la oposición que existía hasta entonces, entre el <racionalismo> y el <empirismo>. Cada una de estas corrientes filosóficas sostenía una forma distinta para conocer la realidad. En cambio, Kant, lo que hace es que ve al sujeto que intenta conocer. Y es que se da cuenta de que el racionalismo lo llevaría al dogmatismo, mientras que el empirismo lo conduciría al escepticismo. Por eso llega a los llamados <juicios sintéticos a priori>, los cuales son universales y necesarios.

Por último, hay que decir que Kant sostiene una diferencia entre el <noúmeno> y el <fenómeno>. Noúmeno es lo incognoscible, es la realidad en sí (al modo de Aristóteles) que no se puede conocer, porque rebasa nuestra capacidad de conocer, ya que es trascendente. El fenómeno, por su parte, es lo que se nos aparece. La cuestión es que el ser que capta al fenómeno está sujeto a sus propias posibilidades cognoscitivas de conocerlo. Así, el <ente> deja de ser lo que es, para pasar a ser lo que se capta de él.

En suma: se puede decir que la evolución histórica de la ontología consistió en pasar, por diferentes vericuetos filosóficos, de la idea de ente a la idea de conocer al sujeto que capta al ente. Esto será de vital importancia para el posterior desarrollo no sólo de la filosofía, sino también —y no en menor sentido— de la misma teología, en particular por Hans Urs Von Balthasar.

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