/ miércoles 18 de marzo de 2020

Pantomima, drama y arte en silencio

La esencia del mimo consiste en conectarse con el silencio para que sea su cuerpo el que juegue la función del oído y así poder hablar sin palabras; un arte que llegó a México a mitad del siglo pasado y actualmente corre el peligro de extinguirse

Cualquiera que viera a Alfonso Vilchez hablar, sabría que detrás de eso ojos amables y profundos hay un artista. Mientras hila palabras, el también conocido como “El mimo de México” articula una especie de gramática corporal, que al igual que los subtítulos en una película extranjera, significa y añade contexto a lo que dice.

Desde Toluca, su tierra natal, el simpático mimo llegó a Querétaro para formar parte de “Queremus mimestad”; el primer encuentro nacional de pantomima en el estado, que culminará hoy en el Corral de Comedias con una gran varieté (espectáculo de variedades); donde artistas de Nuevo León, Tamaulipas, CDMX, Jalisco, Guanajuato, Estado de México y Querétaro, acercarán al público los diferentes estilos de este arte considerado tan antiguo como la humanidad misma.

“El hombre nació sin palabras pero cuerpo siempre tuvo y necesidad de contar historias también” dice Virchez, quien además de haber dedicado su vida a perfeccionar la técnica de este arte, es autor de “Pantomima” (1986); un libro que asegura, fue el primero en el país en abordar la historia y la naturaleza de esta disciplina.

Con 71 años de edad, y más de medio siglo de trayectoria artística, el también periodista, promotor y director escénico, sube y baja de los escenarios. ¿Qué busca?.... La pantomima mexicana.

Y es que de acuerdo con él, aunque esta disciplina artística llegó a México a mitad del siglo pasado bajo el impulso del artista chileno, Alejandro Jodorowsky, y en la maleta del francés Marcel Marceau –uno de los mimos más reconocidos a nivel internacional–, aún no existe un estilo que distinga a los exponentes nacionales de otros países.

Lo anterior, señala, se debe principalmente a la ausencia de academias o centros de especialización en este arte, que además de promover el estudio y desarrollo de la técnica, se aboquen en formar al público.

“La mayor parte del público lo que conoce de pantomima es por la calle, pero ha sido justamente en este espacio donde ha perdido su esencia, convirtiéndola en clown, en chiste y malabares”, lamenta, asegurando que la mimética dramática es más que eso, pues todo artista que lo practique tiene que dominar su cuerpo cual atleta y ejercitar una especie de gramática corporal para narrar sin palabras sus propias historias.

De ahí la importancia de los festivales, pues a través de estos espacios los artistas de la mimética dramática pueden conocer los proyectos del otro, intercambiar conocimientos y acercar sus propuestas a la población interesada: “puede que ello posibilite que la pantomima mexicana se encuentre a sí misma”, afirma.

Historia de un mimo

En los años 70 una oleada de mimos de todos los rincones de Europa arribó al país. Los teatros los anunciaban, y la gente, absorta y curiosa, se preguntaba: ¿mimo?, ¿qué es un mimo? Entonces un silencio inusual se apoderaba de los escenarios, donde artistas con caras inexpresivas, y sin utilería alguna, recreaban mundos inimaginables.

“Yo soy mimo gracias a un mimo francés (...) un hombre chiquitito que con cara blanca, vestido de negro, sin escenografía y sin palabras contaba historias. Fue algo tan fascinante que dije: ‘eso es lo que quiero hacer’. Él era André Pradel, uno de los mimos que vinieron a México en aquella época”, relata.

Siendo un arte desconocido hasta ese momento–incluso para la misma comunidad artística–, Vilchez intercaló sus estudios en Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana, con talleres de teatro y expresión corporal.

“En el primer año de mi carrera me escapaba para ir a estudiar con Guillermina Bravo en el Ballet Nacional, no para bailar, sino para conocer mi cuerpo y poseer técnicas que me permitieran dominarlo”, recuerda.

Pero el dominio del silencio como lenguaje era poco explorado, incluso en las artes escénicas.

Aunque aún no sabía cómo hacerlo, el solo hecho de “poder contar historias entendibles sin la necesidad de usar la palabra me encantó, porque yo tenía un problema con mi voz. Yo hacía teatro en la preparatoria, pero mi timbre era muy delgado; no tenía una voz teatral, y eso me frustraba. Cuando hacía los papeles y decía mis líneas parecía un niñito: ñam ñam ñam (risas), pero cuando encontré la pantomima me liberaron de la voz, eso fue para mí un gusto”.

A través del Laboratorio de Artes Escénicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) impulsado en 1978 por el mimo Juan Gabriel Moreno –aprendiz de Jodorowsky y quien nueve años antes crearía el primer grupo de pantomima de Teatro Estudiantil enfocado en este arte–, Virchez logró profesionalizarse formando parte de reconocidos espectáculos de danza- pantomima como “Beatlemima" y “El Muro”, basado en The Wall de la banda inglesa Pink Floyd.

Al poco tiempo, el artista recibió una beca para seguir profesionalizándose en la escuela de Jacques Lecoq en París, Francia, y formó parte del taller “El teatro en sus fuentes”, impartido en el laboratorio de Jerzy Grotowsky.

A partir de entonces realizó diferentes presentaciones en Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, España, Italia, Polonia, Bulgaria, Japón, Canadá, Estados Unidos, Chile y por supuesto, en toda la República Mexicana.

Creador de más de cinco espectáculos de pantomima, mimodrama y teatro sin palabras, entre los que figuran “La maleta”, “Recital de pantomima clásica”, “Juego de golf”, “El vidrio” y “Taller de mimo”, Vilchez fundó la compañía artística Pierrot Lunaire en Toluca, donde también impulsó en 2009 el festival de pantomima “Abril Mágico” así como la Muestra Nacional “La Fiesta del Mimo”.

En peligro de extinción

“¿Qué pasaría si la pantomima desapareciera?”, se le inquiere al mimo –“Se haría un gran silencio”, dice entre risas nerviosas, y luego de la broma aguarda un par de segundos antes de agregar: “por muy paradójico que suene, la pantomima perdería su voz... pero, ¿cómo hacer para, sin palabras, llegar al público?”

Lamentablemente, agrega, la gente sigue confundiendo a los payasos urbanos con los mimos, quienes al igual que aquellos se dividen en dos tipos: urbanos y teatrales, y son justamente estos últimos quienes en los foros y escenarios han dado lugar a la pantomima.

No obstante, asevera, hay poca oferta de espectáculos y festivales que centren sus programas en la mimética dramática de estos artistas, y mucho menos bibliografía especializada que adentre a los curiosos en esta disciplina.

“Entre los primeros festivales importantes que tuvimos en México de pantomima fue el de Guanajuato, promovido por el mimo Sigfrido Aguilar. Cuando participé con una plática en la tercera edición, por allá de los años 70, por las preguntas del público me di cuenta que faltaba mucha información, pues no habían ningún libro sobre el tema; así fue como nació la idea del libro “Pantomima", durante 30 años fue el único de su tipo en México y parte de América Central y Latina”, relata Vilchez y asegura que aún falta mucho que hacer para posicionar este arte en el país.

Respecto a la materia prima de los mimos, el silencio, asegura que los mexicanos le temen y tal vez sea otra de las razones por las que la pantomima sea poco explorada. Nuestro silencio, es "un silencio elocuente, un silencio que habla, un silencio que cuenta...”

Por ello, concluye, para el mimo el cuerpo es como un gran oído que no necesita hablar con palabras; un concepto que no sólo el publico en general desconoce, sino también muchos neófitos en esta disciplina.

Escena actual

En Europa, la pantomima de Marcel Marceau, esa pantomima clásica de cara blanca ya no existe, ya que de acuerdo con Vilchez, se ha ido más hacia el mimodrama; en cambio, en América Latina, hay un movimiento gigantesco de mimos, muy comprometido sobre todo en lugares como Argentina donde incluso cuentan con un centro de investigación sobre este arte y cada dos o tres veces al año publican sus indagaciones en la revista “Memoimo”.

En México es otra historia; "aún no conseguimos encontrar la característica de nuestro propio mimo. Más allá del tema, no existe un estilo propio que nos diferencie, aún cuando nosotros en el pasado fuimos muy miméticos; por ejemplo, tenemos danzas rituales miméticas como la del Venado 'el hombre que se transforma en venado', ¡qué grandeza, qué belleza! Pero no hemos generado líneas de investigación desde ese lado. Aquí se ha desarrollado más el arte urbano que el teatral, si tu ves las carteleras en la Ciudad de México, por ejemplo, no encontrarás ningún espectáculo de pantomima".

Cualquiera que viera a Alfonso Vilchez hablar, sabría que detrás de eso ojos amables y profundos hay un artista. Mientras hila palabras, el también conocido como “El mimo de México” articula una especie de gramática corporal, que al igual que los subtítulos en una película extranjera, significa y añade contexto a lo que dice.

Desde Toluca, su tierra natal, el simpático mimo llegó a Querétaro para formar parte de “Queremus mimestad”; el primer encuentro nacional de pantomima en el estado, que culminará hoy en el Corral de Comedias con una gran varieté (espectáculo de variedades); donde artistas de Nuevo León, Tamaulipas, CDMX, Jalisco, Guanajuato, Estado de México y Querétaro, acercarán al público los diferentes estilos de este arte considerado tan antiguo como la humanidad misma.

“El hombre nació sin palabras pero cuerpo siempre tuvo y necesidad de contar historias también” dice Virchez, quien además de haber dedicado su vida a perfeccionar la técnica de este arte, es autor de “Pantomima” (1986); un libro que asegura, fue el primero en el país en abordar la historia y la naturaleza de esta disciplina.

Con 71 años de edad, y más de medio siglo de trayectoria artística, el también periodista, promotor y director escénico, sube y baja de los escenarios. ¿Qué busca?.... La pantomima mexicana.

Y es que de acuerdo con él, aunque esta disciplina artística llegó a México a mitad del siglo pasado bajo el impulso del artista chileno, Alejandro Jodorowsky, y en la maleta del francés Marcel Marceau –uno de los mimos más reconocidos a nivel internacional–, aún no existe un estilo que distinga a los exponentes nacionales de otros países.

Lo anterior, señala, se debe principalmente a la ausencia de academias o centros de especialización en este arte, que además de promover el estudio y desarrollo de la técnica, se aboquen en formar al público.

“La mayor parte del público lo que conoce de pantomima es por la calle, pero ha sido justamente en este espacio donde ha perdido su esencia, convirtiéndola en clown, en chiste y malabares”, lamenta, asegurando que la mimética dramática es más que eso, pues todo artista que lo practique tiene que dominar su cuerpo cual atleta y ejercitar una especie de gramática corporal para narrar sin palabras sus propias historias.

De ahí la importancia de los festivales, pues a través de estos espacios los artistas de la mimética dramática pueden conocer los proyectos del otro, intercambiar conocimientos y acercar sus propuestas a la población interesada: “puede que ello posibilite que la pantomima mexicana se encuentre a sí misma”, afirma.

Historia de un mimo

En los años 70 una oleada de mimos de todos los rincones de Europa arribó al país. Los teatros los anunciaban, y la gente, absorta y curiosa, se preguntaba: ¿mimo?, ¿qué es un mimo? Entonces un silencio inusual se apoderaba de los escenarios, donde artistas con caras inexpresivas, y sin utilería alguna, recreaban mundos inimaginables.

“Yo soy mimo gracias a un mimo francés (...) un hombre chiquitito que con cara blanca, vestido de negro, sin escenografía y sin palabras contaba historias. Fue algo tan fascinante que dije: ‘eso es lo que quiero hacer’. Él era André Pradel, uno de los mimos que vinieron a México en aquella época”, relata.

Siendo un arte desconocido hasta ese momento–incluso para la misma comunidad artística–, Vilchez intercaló sus estudios en Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana, con talleres de teatro y expresión corporal.

“En el primer año de mi carrera me escapaba para ir a estudiar con Guillermina Bravo en el Ballet Nacional, no para bailar, sino para conocer mi cuerpo y poseer técnicas que me permitieran dominarlo”, recuerda.

Pero el dominio del silencio como lenguaje era poco explorado, incluso en las artes escénicas.

Aunque aún no sabía cómo hacerlo, el solo hecho de “poder contar historias entendibles sin la necesidad de usar la palabra me encantó, porque yo tenía un problema con mi voz. Yo hacía teatro en la preparatoria, pero mi timbre era muy delgado; no tenía una voz teatral, y eso me frustraba. Cuando hacía los papeles y decía mis líneas parecía un niñito: ñam ñam ñam (risas), pero cuando encontré la pantomima me liberaron de la voz, eso fue para mí un gusto”.

A través del Laboratorio de Artes Escénicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) impulsado en 1978 por el mimo Juan Gabriel Moreno –aprendiz de Jodorowsky y quien nueve años antes crearía el primer grupo de pantomima de Teatro Estudiantil enfocado en este arte–, Virchez logró profesionalizarse formando parte de reconocidos espectáculos de danza- pantomima como “Beatlemima" y “El Muro”, basado en The Wall de la banda inglesa Pink Floyd.

Al poco tiempo, el artista recibió una beca para seguir profesionalizándose en la escuela de Jacques Lecoq en París, Francia, y formó parte del taller “El teatro en sus fuentes”, impartido en el laboratorio de Jerzy Grotowsky.

A partir de entonces realizó diferentes presentaciones en Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, España, Italia, Polonia, Bulgaria, Japón, Canadá, Estados Unidos, Chile y por supuesto, en toda la República Mexicana.

Creador de más de cinco espectáculos de pantomima, mimodrama y teatro sin palabras, entre los que figuran “La maleta”, “Recital de pantomima clásica”, “Juego de golf”, “El vidrio” y “Taller de mimo”, Vilchez fundó la compañía artística Pierrot Lunaire en Toluca, donde también impulsó en 2009 el festival de pantomima “Abril Mágico” así como la Muestra Nacional “La Fiesta del Mimo”.

En peligro de extinción

“¿Qué pasaría si la pantomima desapareciera?”, se le inquiere al mimo –“Se haría un gran silencio”, dice entre risas nerviosas, y luego de la broma aguarda un par de segundos antes de agregar: “por muy paradójico que suene, la pantomima perdería su voz... pero, ¿cómo hacer para, sin palabras, llegar al público?”

Lamentablemente, agrega, la gente sigue confundiendo a los payasos urbanos con los mimos, quienes al igual que aquellos se dividen en dos tipos: urbanos y teatrales, y son justamente estos últimos quienes en los foros y escenarios han dado lugar a la pantomima.

No obstante, asevera, hay poca oferta de espectáculos y festivales que centren sus programas en la mimética dramática de estos artistas, y mucho menos bibliografía especializada que adentre a los curiosos en esta disciplina.

“Entre los primeros festivales importantes que tuvimos en México de pantomima fue el de Guanajuato, promovido por el mimo Sigfrido Aguilar. Cuando participé con una plática en la tercera edición, por allá de los años 70, por las preguntas del público me di cuenta que faltaba mucha información, pues no habían ningún libro sobre el tema; así fue como nació la idea del libro “Pantomima", durante 30 años fue el único de su tipo en México y parte de América Central y Latina”, relata Vilchez y asegura que aún falta mucho que hacer para posicionar este arte en el país.

Respecto a la materia prima de los mimos, el silencio, asegura que los mexicanos le temen y tal vez sea otra de las razones por las que la pantomima sea poco explorada. Nuestro silencio, es "un silencio elocuente, un silencio que habla, un silencio que cuenta...”

Por ello, concluye, para el mimo el cuerpo es como un gran oído que no necesita hablar con palabras; un concepto que no sólo el publico en general desconoce, sino también muchos neófitos en esta disciplina.

Escena actual

En Europa, la pantomima de Marcel Marceau, esa pantomima clásica de cara blanca ya no existe, ya que de acuerdo con Vilchez, se ha ido más hacia el mimodrama; en cambio, en América Latina, hay un movimiento gigantesco de mimos, muy comprometido sobre todo en lugares como Argentina donde incluso cuentan con un centro de investigación sobre este arte y cada dos o tres veces al año publican sus indagaciones en la revista “Memoimo”.

En México es otra historia; "aún no conseguimos encontrar la característica de nuestro propio mimo. Más allá del tema, no existe un estilo propio que nos diferencie, aún cuando nosotros en el pasado fuimos muy miméticos; por ejemplo, tenemos danzas rituales miméticas como la del Venado 'el hombre que se transforma en venado', ¡qué grandeza, qué belleza! Pero no hemos generado líneas de investigación desde ese lado. Aquí se ha desarrollado más el arte urbano que el teatral, si tu ves las carteleras en la Ciudad de México, por ejemplo, no encontrarás ningún espectáculo de pantomima".

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