Entre los múltiples nombres de los autores que injustamente han sido ignorados por el premio Nobel de Lituratura resonó con vehemencia de la crítica especializada el de Philip Roth (Newark, 1933 – Nueva York, 2018), escritor de origen judío quien, desde la publicación de Goodbye, Columbus (1959), una novela corta y una colección de cinco relatos, tejió una narrativa sólida y universal, persistente en la creación de relatos del proceso de asimilación de los judíos en los Estados Unidos.
¿Hasta qué punto un premio Nobel puede legitimar la calidad de una obra tan universal y portentosa como la que nos legó Philip Roth? Al lado de Saul Bellow y Bernard Malamud, Roth fraguó su propio universo narrativo desde personajes que ahora ocupan un sitio predilecto en la iconografía literaria contemporánea. A los personajes de Alexander Portnoy y Mickey Sabbath, Roth añadió a Nathan Zuckerman, personaje de intensa vocación autobiográfica que nos sirve de guía en “Pastoral Americana” (Galaxia Gutenberg, 2013), primera entrega de la Trilogía Americana, que se complementa con “Me casé con un comunista” y “La mancha humana”.
En el primer episodio de la trilogía, Roth, a través de Zuckerman, nos cuenta las historia de Seymour ‘El Sueco’ Levov, un ejemplo vívido del sueño americano de la década de los años cincuenta: heredero de la próspera fábrica de guantes de su padre, leyenda del deporte en sus años de estudiante, guapo y además muy rico; casado con Dawn, ex reina de belleza de New Jersey y candidata importante a Miss América.
Aunque el caso de ‘El Sueco’ se nos muestre como una evidencia de la viabilidad de que un judío inmigrante se convierta en un caso de éxito, en la tierra prometida de las oportunidades; la América idílica se le cae por los suelos al compás de una ironía macabra. En el seno de la familia de ‘El Sueco’, algo ocurre con Merry. Todo inicia con el molesto tartamudeo de Merry, una tara tan persistente como deleznable, que anunciará un destino funesto.
No obstante, ‘El sueco’ sigue siendo el prototipo del héroe admirado por toda la comunidad judía de Newark, ya que encarnaba la idea de que era posible para un niño judío triunfar en los Estados Unidos, pese a su origen humilde y al antisemitismo norteamericano de la época. Seguidor escrupuloso de la ley y respetuoso por las opiniones ajenas (sobre todo, las de índole política), ‘El Sueco’ se distingue por ser honesto, trabajador, responsable y apto para el razonamiento refinado, y que incansable, siempre busca lo mejor para su familia.
Con el tartamudeo y la adolescencia de su hija Merry, a “El sueco” le llegó de sorpresa el cambio socioeconómico y cultural de los años sesenta. A la vez, esto supuso un cambio generacional y de valores que dejan atrás el mundo en el que creció y en el que aún se aferra con la fuerza de la moral y la fe; es en este momento en donde entra la ironía maestra de Roth. Todas sus virtudes y esfuerzos concitan el resentimiento y desprecio de aquellos que anteponen su propio interés (Merry, su hija; Jerry Levov, su propio hermano). Su inteligencia emocional y su pensamiento esquemático y orgullosamente americano no serán capaces de evitarle sufrir una tragedia familiar de la que nunca se recuperará, y que le obligará a confrontar sus convicciones ahora anacrónicas contra un mundo que ha enloquecido, que ya no obedece a los patrones del esquema familiar (el rigor de su padre y la pelea de este con Dawn son tan incisivos como hilarantes), a su noción de patriosimo, en pleno fragor líquido de las instituciones sociales, y que le dejará aparcado en el infierno dubitativo de inacción.
La tragedia familiar es devastadora: Merry se convierte en una terrorista.
¿Por qué si se fragua desde sus cimientos a una familia a base de valores, trabajo, esfuerzo, algo al interior de ésta se rompe, se distorsiona hacia un proceso de autodestrucción vía ideología? ¿De qué es capaz de soportar una madre y un padre? ¿Se aferra uno a su familia o se denuncia a la terrorista, aunque se trate de su propia hija? ¿Se apela a la justicia en nombre del civismo o se aferra al núcleo familiar en aras de fundir los valores de un individualismo exacerbado, en donde el concepto de comunidad se ha fragmentado?
Con “Pastoral Americana”, una epopeya cotidiana de la lista de favoritas del propio Roth, el autor “Quería escribir sobre un hombre convencionalmente virtuoso. Estaba harto de Mickey Sabbath y quería ir al otro extremo del espectro. Creo que el libro funcionó, me permitió escribir sobre la década más poderosa de mi vida, los años sesenta, y la misma turbulencia doméstica de aquellos años”, explicó en su momento[1].
En 2016, en el marco del Festival de Cine de Toronto, se presentó “Pastoral Americana: El fin del sueño americano” (Lakeshore, 2016), protagonizada y dirigida por Ewan McGregor,
haciendo su debut como director, con guion adaptado de John Romano y Noah Haidle. El reparto se complementa con Dakota Fanning, Jennifer Connelly, Rupert Evans y Valorie Curry.
Una película infravalorada que ni siquiera llegó a proyectarse en salas nacionales.
Una obra maestra, construida con rigor literario y meticulosidad virtuosa de una de las voces más importantes de la literatura contemporánea. Por cierto, a Roth nunca le interesó el Nobel.
@doctorsimulacro
[1] Disponible en https://www.thewrap.com/philip-roth-names-best-his-own-books-73021/