Sexo, amor lésbico y libertad son temas que se escuchan en las rolas de Pizarnikas, una fem band queretana que surgió de la protesta social y la lucha feminista, y que ahora se yergue como un exponente de la música hecha por mujeres para que otras también se animen a tomar los escenarios.
Nacieron en febrero del 2020, cuando los titulares de los periódicos nacionales informaban sobre el feminicidio de Ingrid Escamilla. La indignación social se había extendido por todos los rincones del país, no solo por los altos índices de violencia contra las mujeres, sino también por la revictimización y el mal tratamiento mediático de los casos.
A lo largo y ancho de México las mujeres tomaron las calles, y las Pizarnikas no se quedaron atrás; se sumaron también a las filas desde su propia trinchera: la música.
Y es que de acuerdo con María José “Majo” Sáenz (vocalista), Paulina Damián “Pay” (baterista) y Ana Zurita (guitarrista) la música también es un campo de batalla, y el símbolo está en disputa.
“Con el corazón acomodado del mismo lado”, recuerda Majo, empezaron a lanzar sus primeras interpretaciones a la web: covers de artistas como Amparo Ochoa, Liliana Filipe, Mora Navarro, Nina Simone y Gata Cattana, además de la musicalización de poemas de autoras latinoamericanas como Gioconda Belli.
Su apuesta es por la denuncia de la violencia de género, dicen, pero también por la visibilización de las otras en la historia y por la recuperación de la propia imagen en el imaginario social.
“No solo se nos ha invisibilizado, se nos ha tratado de musas; así que abrirnos paso en el escenario también es político (…) pues somos mujeres haciendo una apuesta política por la libertad y por la creatividad”, aseveró Majo en una entrevista anterior.
¿A qué suena Pizarnikas?
Inspiradas en la poesía de Alejandra Pizarnik, el ensamble feminista retomó el nombre de esta poeta argentina para abrirse paso en la escena a través del jazz, el rock, el blues y el swing.
“Nos inventamos un género vintage latin punk ruso", bromea la vocalista cuando explica el concepto de la banda, mientras que Pay asegura que no llevan “una faja de la composición”. Lo suyo es el jam session, y a partir de la improvisación y la conexión de ideas –al estilo dadaísta–, dan forma a sus canciones.
Con el patrocinio de Sonnito Estudio, actualmente se encuentran trabajando en su primer EP con temas originales como “ Sin datos”, en la que, de manera hilarante, discurren sobre la posmodernidad “porque aunque todo está bien culero, también podemos divertirnos y sacar risas y bailar y hacer otras cosas” , afirma Majo.
“Mar furiosa”, por otro lado, es una rola sobre el amor entre mujeres, pues “creemos que es muy importante fortalecer el amor entre mujeres (…) quitar esta idea de que solo como pareja puedes demostrar afecto, sino también decirle a tu mejor amiga: te amo, me encantas, te admiro, eres bien chida y me prendes en buena onda (risas), en el sentido de: me contagias… me empoderas”, asevera Pay.
Aún sin título, adelantan que el EP será un proyecto que buscará abonar a la deconstrucción del amor romántico y ser eco de las luchas y consignas que se escuchan en las calles y en la virtualidad, aunque no siempre se tratará de llevar un mensaje: “también queremos divertirnos”, suelta Majo.
Más mujeres en la industria musical
Todos los miércoles, las Pizarnikas se trasladan con sus instrumentos hasta el municipio de Corregidora –donde se encuentra Sonnito Estudio–, para ensayar.
Dos de ellas son madres, y aseveran que apostarle al proyecto implica hacer malabares para encontrar un espacio entre las dobles o triples jornadas que tienen que cumplir como mujeres.
Por eso, argumenta Pay, no es tan común ver bandas conformadas solo por morras. La mayoría no puede dedicarse únicamente a la música, tiene que cumplir otros roles.
“Yo creo que se debe a que –y eso ya lo han dicho algunas de mis compañeras–, es muy demandante estar en una banda y atender a la par las condiciones que cada una tiene: Majo y la guitarrista son mamás, por ejemplo, entonces también tienen que atender a sus bebés (…); ha sido difícil en ese aspecto, es ahí donde se nota que las mujeres, mientras tratan de estar en una banda, al mismo tiempo tienen que poner mucha atención en su vida privada. He visto bandas conformadas por hombres que tienen hijos, y en general no les he escuchado decir: ‘¡ah!, no puedo tal fecha o tal hora porque tengo que cuidar a mi hijo’, o que lleven a sus hijos a los ensayos, y aquí sí ocurre eso”, compartió la baterista.
Además, agrega la vocalista, la valoración económica del trabajo hecha por mujeres en la industria musical es diferente a la de sus pares, por lo cual es complicado poder vivir únicamente de esta labor: “Es un terreno bien complicado (...) se cuestiona mucho más nuestro quehacer cuando somos mujeres. Si eres guitarrista que porque no te salió tal cosa, igual si eres baterista o si eres `cantanta´ (…) Y creen que porque eres morra y te gusta tocar, lo haces gratis. Hay una remuneración distinta, un impacto diferenciado en lo económico, en todos los espacios del terreno musical”.
Sin embargo, afirman que otro de los objetivos de Pizarnikas es no reproducir la feminización de la pobreza y denunciar la brecha económica que existe en la industria musical.
Pese al panorama, que “a veces resulta desalentador” ,manifiestan que hay muchas artistas y proyectos musicales como el de Pizarnikas: aunque “dispersos” y no reconocidos por el sector, están ahí sonando cada vez más fuerte.
Tomar las calles, los escenarios y las plataformas digitales es el exhorto que hacen las artistas a sus homólogas: “Y si incomodamos será porque lo estamos haciendo bien”, suelta Pay.