Portal Allende y Callejón de Cabrera, para deconstruir la memoria

Cartografia del tiempo

Edgardo Moreno Pérez

  · sábado 4 de mayo de 2019

Inauguración del Portal Allende

En el programa para conmemorar el Centenario del Inicio de la Independencia, estuvo previsto para el 17 de septiembre de 1910 -por cierto día dedicado al Insurgente Don Ignacio Allende- que el Lic. Eduardo López (propietario de las fincas situadas en el portal de Allende), proporcionara un “premio… al maestro albañil que dirigió los trabajos, este le fue otorgado por el Señor Gobernador, quien con frases lisonjeras felicitó al humilde y laborioso hombre y excitó a los obreros a que siguieran su ejemplo.” [1] El Lic. José Septién en su alocución expresó: “Hemos venido a grabar sobre estos muros el nombre de unos de esos adalides que allá, en los albores del siglo diecinueve, consagró sus energías, sacrificando su vida, su libertad y su prestigio, en aras del más puro y acendrado patriotismo: Don Ignacio Allende tendrá entre nosotros un recuerdo que perdurará mientras queden en pie vetustas murallas de esta ciudad insigne.” […] [2]

Enfermería – Capilla - Transformaciones

Justamente donde se encuentra el Portal de Allende, fue usado en la época virreinal como enfermería exclusiva de los frailes seráficos. Atendiendo al plano de 1858, en el segundo nivel, existió una capilla (hoy es la esquina de Independencia y Corregidora)[3]
a la que se accedía “a través de una antecapilla […] tenía su retablo dorado, una cúpula con sus pechinas decoradas y otros objetos”.[4] En su entorno estaba el patio de campo y de enfermería respectivamente, al exterior el Callejón de la Penitencia y calle del Serafín (actuales calles de Vergara e Independencia).

“Portal de Panaderos”- Entorno

A finales del siglo XIX por la calle Corregidora (entre la actual Francisco I. Madero e Independencia), se colocaron comerciantes los cuales se protegían por grandes sombrillas de manta con bastidores de madera. Ahí vendían frutas, cacahuates, aguas frescas, carnitas, birrias, barbacoas y otros productos. En este perímetro también se instalaron los vendedores de quiotes, tunas, lozas, verduras, frutas, etc. Desde los años veinte hasta los setenta del siglo XX, el Portal Allende fue conocido por nuestros abuelos y padres como el «Portal de Panaderos», toda vez que en su periferia estuvieron algunas panaderías como:“La Fuente de la Luz” donde se compraban panes de piloncillo, ladrillos, cemitas de trigo, violines, pan trenzado de agua y virotes. Además ahí llegaron a establecerse los «evangelistas», quienes hacían cartas, oficios y otros escritos a solicitud de la clientela. En la parte posterior donde se encontraba la enfermería del convento franciscano, esta era utilizada para albergar bodegas de frutas y otros artículos. En los alrededores se instalaron farmacias, cantinas, pulquerías, zapaterías, tiendas de ropa, fondas y otros establecimientos.

Hoy en día conserva su sabor con otro entorno, pero mantiene su vocación mercantil, los «evangelistas de ahora» usan software y hardware, asimismo hay venta de periódicos y revistas, relojes y pilas; hay una farmacia, tienda de ropa y un bar. Algunas áreas son usadas como oficinas y casa habitación. Por las noches los “tacos de cabeza”, reúnen a desvelados… Del primer tercio a los años cincuenta del siglo XX, en las calles aledañas perduraron las tiendas de abarrotes, fruterías y boticas.

Callejón de Cabrera

En la actualidad lo conocemos como Andador Libertad ahí estuvieron la mayor parte de las carnicerías, se colocaron los tierreros, junto con sus macetas y bancos, los vendedores de loza y otros enseres; comales, ollas, cuchillos. Un día de la semana estaban los vendedores de «viejo» quienes ofrecían: libros, lámparas, zapatos, y otros artefactos. Las fondas abastecían principalmente a los locatarios del mercado, estibadores, macheteros, agentes de ventas, estudiantes, pero también a los que sabían apreciar los suculentos guisos, moles y menudos que se elaboraban en las diversas fondas.

Por el rumbo se encontraban las cantinas «La Perla, El Ángel, El Gato Montes, La Opera y La Puerta del Sol», en las cuales se solía degustar botanas como el “queso añejo”, encurtidos, “lomito” y “viril a la vinagreta”. Además de la sabrosa plática donde se husmeaba la vida y obra de los queretanos de aquel entonces. Todo fue cambiando en esos procesos de transformaciones y continuidades; la calle Libertad se convirtió en «Andador» primeramente con farolas de dos lámparas al centro hasta llegar a la Plaza de Armas, después tuvo «maceteros» y jardineras, posteriormente fue habilitada con algunas bancas de cantera y un fuente de escenografía de mal gusto.

Con las regulaciones del comercio informal, en varios días de la semana queda cubierta por los «carritos» expendedores de las más variadas mercancías. Espacios que nos remiten al devenir de otras generaciones y a la inherente apropiación personal y de significados que le otorguemos de acuerdo a nuestro ejercicio de recuperar Memoria.

Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Abril de MMXIX.

[1] LSA. Núm. 35, septiembre 1º, 1910, pp. 286, 287.

[2] Alocución. LSA. Núm. 44, noviembre 10, 1910, p. 371,

[3] LAMINA XXVI. “PLANO del segundo piso y de la Iglesia principal…” en: Cartografía de Querétaro Colección de 35 Planos de la Ciudad Capital y del Estado. Reproducción Facsimilar. Ediciones de la Casa Municipal de la Cultura. Querétaro 1965.

[4] De la Vega Macías, Ma. Concepción. “Los Residentes del convento Grande y sus Espacios de Culto” en: Querétaro al final del siglo XVIII. El Padrón de 1791. Instituto de Estudios Constitucionales, GEQ. México. 2008., p. 202.