A pesar de haber sido uno de los personajes definitorios para la historia del arte nacional durante prácticamente todo el siglo XX, la obra del artista mexicano de origen asturiano Santos Balmori Picazo (1898-1992) no fue tan bien recibida en nuestro país. En principio, porque contrastaba con las sólidas propuestas nacionalistas de la Escuela Mexicana de Pintura, tanto por su composición como por su contenido, ambas de formación europea, características que terminaron por relegarlo.
Sin embargo, su legado cruzó los bordes de su propia obra, e influyó como docente en la formación de nuevos artistas que dieron continuidad a la creación de propuestas artísticas distintas, como el caso de varios integrantes de la llamada Generación de la Ruptura.
Para conmemorar los 125 años del nacimiento de este artista que incursionó en varias de las vanguardias y estilos del siglo XX mexicano, el Museo Nacional de Arte (Munal) presenta la exposición Santos Balmori. La huella indeleble, la cual, a través de más de 300 piezas en exhibición aborda por entero la vida y la obra del artista.
“Santos Balmori decía que había que dejar que las cosas fluyeran solas, que la obra sola y por sí misma tomaría su justa proporción, a pesar de quien sea. Pero ahora, que cumplió 125 años, yo he decidido no hacerle ningún caso y luchar porque se le reconozca”, explica el curador de la muestra, Gerardo Traeger.
“Él decía que lo único importante era vivir dignamente de su trabajo y no requería nada más, no le interesaba la fortuna ni la fama”, agrega quien es el dueño de la gran mayoría del archivo de Balmori. Asegura que esta es la exhibición más completa y con investigación que se haya mostrado del artista, quien incursionó en el cubismo, el expresionismo, el surrealismo y hasta el arte abstracto y, por contraste en la propaganda política.
La exhibición recibe a los visitantes con una sala dedicada al Gabinete íntimo del artista, donde se muestran sus materiales de trabajo, así como documentos que lo acreditaron como ciudadano mexicano, pues aunque había nacido en la capital, pasó su infancia en España, luego en Chile y después en Argentina. Se exhiben algunos reconocimientos a su obra, firmados por artistas como Rufino Tamayo, Antonio Rodríguez y Carlos Mérida, fotografías familiares, y algunos catálogos de exhibiciones y obra en general.
ANTIFASCISTA Y GRÁFICO POLÍTICO
La muestra repasa parte de la obra que Balmori realizó tras sus estudios en Barcelona terminada la Primera Guerra Mundial, con su ingreso a la famosa Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde compartió con Salvador Dalí, Federico García Lorca y Juan Esplandiú. De esta primera etapa también se exhiben las portadas en que colaboró para la revista francesa Mont, que después se convertiría en Le Monde, donde realizó ilustraciones para textos de Máximo Gorki, Miguel de Unamuno, Rabindranath Tagore, Albert Einstein, entre otros.
Con el ascenso del fascismo en Italia y después en España, Balmori realizó algunas obras en contra de estos regímenes, como uno que se exhibe, titulado Guerra Civil, de 1935, el cual está inspirado en versos de García Lorca. De su exilio o repatriación a México, también se exhibe un extenso compendio de material gráfico, con impresos y bocetos originales, de carteles con un alto contenido político que publicaba en revistas, como Futuro, así como el diseño pagado por la Secretaría de Educación Pública para recordar a la población el trágico ataque de un submarino alemán a un buque petrolero mexicano durante la Segunda Guerra Mundial.
ENTRE MITOS Y MUJERES
Con obras que oscilan desde un periodo “negro”, en el que el artista experimentó el arte figurativo con paletas grises o en blanco y negro, así como de una paleta mucho más colorida, se muestran trabajos que oscilan entre el expresionismo y el cubismo, que toman como referencia mitos griegos y romanos, alusiones a Franz Kafka y, principalmente a la figura femenina. Entre las obras que resaltan está su homenaje a las víctimas, firmado en 1963, que es una reinterpretación de La piedad de Miguel Ángel; o el Minotauro, que refiere al clásico mito de la bestia en su laberinto.
“Él tuvo dos orígenes, tanto el mexicano, por su madre, como europeo por su padre. Como hijo auto proclamado del siglo XX, encontró en los mitos el origen, las deficiencias y las virtudes de los hombres. Mientras que la mujer fue un elemento para la exploración, ligado a sus relaciones amorosas, la pérdida de su madre, pero también como símbolos de fertilidad y protección”, agregó Emanuel Ortiz, investigador y asistente curatorial del Munal.
EL MAESTRO Y LOS ALUMNOS
La muestra cierra con un salto de lo figurativo a lo abstracto, exploraciones de composición, fondos y texturas llamativas. Se detiene a pensar su labor como docente, que practicó desde su llegada a México, en la Escuela Nocturna de Arte para Obreros, La Esmeralda y la Academia de San Carlos.
“La mayor lección que le dejó a sus alumnos es la constante apertura al aprendizaje. En realidad, si no fue reconocido por las tendencias mexicanas del momento, jamás buscó ser la constante oposición, más bien buscaba la reflexión principalmente existencialista, para pensar al hombre. Esta postura también le permitió a sus alumnos encontrar sus propias voces”, apuntó Emanuel Ortiz.