Presentan “La pastorela de Sor Juanita y su abuelo”

Miguel Sabido disecciona la pastorela y presenta su versión acompañada de poesía, que podrá verse este martes 5 de enero

Nancy Colín | Diario deQuerétaro

  · sábado 2 de enero de 2021

Foto: Cuartoscuro

Miguel Sabido, el creador del concepto de entretenimiento educativo a través de la televisión e impulsor de las pastorelas, invita a ser parte de la puesta en escena online “La pastorela de Sor Juanita y su abuelo” este martes 5 de enero en punto de las 19:00 horas a través de Cinépolis Click. Los boletos pueden comprarse en Ticketmaster a un costo de 99 pesos.

“En Sor Juanita se trata de la escritora novohispana a los siete años con su abuelo Don Pedro, quien es interpretado por Rafael Inclán, el ángel es Lisardo, el diablo es Lupita Sandoval e Irma Infante conduce a los pastores para cantar los villancicos de Sor Juana. Se vuelve un crisol porque tenemos la poesía de Sor Juana, con las celebraciones populares como la petición de posada, la piñata y el arrullo del niño”, señala Sabido.

Asimismo detalla que además de la poesía de “la décima musa”, incluye textos de Carlos Pellicer y Ramón López Velarde; “además tenemos vestuario pintado a mano, grandes telones y ahora resulta que me encuentro con esta maravilla del streaming; me siento como debutante porque estoy aprendiendo una nueva forma de comunicarme con el público para pedirles que defendamos nuestras tradiciones”, dice el también poeta de 83 años, quien confiesa estar en los últimos capítulos de su telenovela, pero con más planes para lograr muchos más proyectos.

Esta es solo una de las cinco pastorelas que ha montado, pues detalla que tiene una con el canon estético del barroco dorado; una de Metepec con cerámica; una charra con los elementos de las chinas poblanas pintadas a mano, además de una tehuana y una azteca, donde lo que cambia es el protagonista.

Pero su enamoramiento con este género que actualmente es tan vigente en el teatro no se trata de una casualidad, pues ha estudiado a fondo y diseccionado el fenómeno hasta encontrar el hilo que lo trajo hasta hoy.

Desde los aztecas a los escenarios actuales

De acuerdo con Sabido, la pastorela nació en 1607 en Zapotlanejo en el Colegio de los jesuitas, originalmente era una pequeña adoración que hacían los alumnos indígenas al niño Dios en la Navidad. En sus cuadernos escribían los parlamentos para aprendérselos y hacer la adoración como parte de la currícula, pero de ahí se iban a sus pueblos y entonces las que eran pequeñas adoraciones dentro de las actividades escolares, se convirtieron en ceremonias sagradas.

Por otro lado, con la invasión de los españoles se prohibieron las ceremonias de Panquetzaliztli, que consistían en la celebración, a final de año, del nacimiento de Huitzilopochtli, quien había nacido de la diosa Coatlicue de manera mágica, ya que había sido embarazada por un copo de algodón que se posó en su seno; por ello Huitzilopochtli nace de una manera mágica; vestido para enfrentar a su hermana Coyolxauhqui y a sus 400 aliados, a quienes derrota.

Cada año se realizaba esta celebración en el templo mayor con la imagen de Huitzilopochtli que viajaba 42 kilómetros alrededor de toda la laguna; bajaba el templo mayor, para ir a Popotla, Tacuba, Azcapotzalco, Tacubaya, Coyoacán y Chalco, para al anochecer, regresar a la ciudad de México.

Esas ceremonias en honor a Huitzilopochtli se unen a las del nacimiento de Jesús, en la que María también es embarazada de manera milagrosa por el Espíritu Santo, dando a luz virgen a un niño Dios que llega también para salvar a la humanidad, es así cómo dentro del calendario católico se insertaron las antiguas ceremonias.

Otra de las coincidencias es que en la celebración de Panquetzaliztli llegaban los gobernantes de la triple alianza –Tacuba, Texcoco y Tenochtitlán–, quienes eran dramaturgos, magos y al mismo tiempo gobernantes; al igual que con Jesús, donde vienen a adorarlo tres reyes magos de oriente; ahí se sincretizan y unen las dos creencias y tradiciones del nacimiento de Dios que dan como resultado la pastorela.

Posteriormente, los jesuitas agregaron la figura de Luzbel tratando de impedir que los pastores lleguen a adorar al niño Dios. San Ignacio de Loyola hizo unos famosos ejercicios; el segundo de ellos se llama “las dos banderas”, en la que se le pide a alguien que imagine a la izquierda un ejército de diablos que llevan una bandera roja, comandados por Luzbel y a la derecha, un ejército de ángeles encabezados por San Miguel, quienes llevan la bandera blanca, ambos ejércitos luchan por el alma del que está llevando a cabo el ejercicio.

Durante los siglos XVII y XVIII las pastorelas se siguen representando en los pueblos aunque se dejan de realizar en los colegios jesuitas y se empieza a hacer a modo de ceremonia sagrada. Como la inquisición se da cuenta de que tiene este proceso de sincretismo, las prohíbe y cuando encuentran a los indígenas haciéndolas, les cortan la orejas.

En 1812, el escritor y periodista mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi hace una pastorela para teatro, inaugurando así la tradición de las pastorelas criollas, que durante todo el siglo XIX se presentan en los grandes teatros italianos, siendo don Mariano Osornio, el principal productor de estos espectáculos.

Posteriormente evolucionan y se convierten en espectáculos familiares que los edita “Calleja” en unos cuadernitos ilustrados por Posada, y se hacen en los patios de las grandes casas. Con la llegada de la revolución extrañamente desaparecen las pastorelas criollas.

Tras detallar el contexto histórico, Sabido recuerda cómo nació su pasión por estas representaciones de una manera orgánica. “A mí, mi padre me llevaba a ver las pastorelas indígenas a Guanajuato, Hidalgo y a bailar a Chalma, entonces de una manera natural, cuando entré a la facultad de filosofía analicé su estructura con lo que hice mi primera versión; la puse en Tepotzotlán en 1964 como un gran espectáculo, donde me han reconocido como el que las originó ahí, lo cual agradezco”.

Por último, recuerda que de un patio de servicio de convento, saltó al Claustro de Sor Juana, luego a la fachada de Santa Inés y a la Iglesia de Santa Teresa, hasta finalmente llegar al Teatro de la Ciudad, “ya con grandes telones y todos mis vestuarios son pintados a mano”, recuerda orgulloso el detalle que imprime a estas icónicas representaciones.