La Novena Cruzada Central por el Teatro llegó a su fin y un aire de nostalgia llega a mí sabiendo que junto con Ana Bertha Cruces, hace algunos años iniciamos este intercambio entre compañías de teatro.
Estando ambos en la ciudad de Aguascalientes, ella me invitó a ser parte del proyecto, así que me fui “de avanzada” a Querétaro para iniciar todos los trámites: la gestión del espacio, solicitud de publicidad, contacto con las necesidades de los grupos que se presentaron en ese 2010, agendar entrevistas, contacto con medios impresos, gestión de grupos para la asistencia de público cautivo, pegar carteles, distribuir volantes, montaje y desmontaje de las obras, entre muchas otras cosas que ahora son la base principal del trabajo que se reparte entre, por lo menos, siete personas. Nunca imaginé, que eso sería el comienzo de algo que camina con pies de plomo y que sin duda a casi nueve años de la primera, ha extendido sus redes gracias a los diferentes creadores que muestran su trabajo en el espacio que se gestiona para tal fin.
Es así que después de nueve cruzadas uno no puede ser el mismo que al inicio cuando se contaba con tan sólo tres compañías invitadas en la primera. Hoy se ha abierto la convocatoria a 13, con sus diferentes formas de hacer teatro, con seguir intentando hablar de las cosas que a cada uno en este país nos conmueven, nos duelen.
Todos los trabajos tienen su particular valía, sin embargo, hay algunos que nos resultan más entrañables que otros. Así es que si usted, querido lector, ha seguido este intercambio desde sus inicios, acompáñeme a hacer esta breve semblanza histórica de lo que seguimos llamando Cruzada Central por el Teatro.
En aquella Primera Cruzada nos acompañó la Excepción y la Regla de Bertolt Brecht, una puesta en escena compuesta de aproximadamente ocho actores, provenientes de Aguascalientes, dirigida por quien fuera mi iniciadora en estos menesteres, la maestra Marcela Morán, quien de forma sublime y arriesgada convocó a un grupo de músicos que se hacían llamar La Bubba, con quienes, en algún momento, intercambiamos alcoholes para trabajar sobre el diseño sonoro de la obra; un escenario precario pero con lo suficiente para hacer escuchar el grito de justicia que clamaban los personajes ante el abuso de poder y autoridad que había cometido un capataz en contra de su trabajador, azotándolo hasta llevarlo a la muerte, siendo después enjuiciado sin favorecer, por supuesto, a los deudos del difunto.
Por cuestiones de trabajo en otra ciudad, no tuve oportunidad de integrarme y ser parte de la Segunda Cruzada, así es que fue doloroso no haber podido disfrutar de Papá está en la Atlántida de El Rinoceronte Enamorado, en la que actuó por última vez un grande del teatro y de la música, el maestro Enrique Ballesté, una puesta en escena por demás conmovedora, que siendo escrita para dos jóvenes, su director decidió llevarla a escena con dos actores mayores, lo que la volvía profundamente conmovedora.
En la Tercera Cruzada nos acompañó el maestro Boris Schoemann, quien interpretó un exquisito personaje, Bashir Lazhar, un maestro que con todo el amor, la paciencia y la dedicación enseña a su alumno el valor de vivir, tras perderlo todo. Un monólogo de impecable filigrana actoral.
La Cuarta Cruzada fue también algo excepcional, dado que se empezó a internacionalizar: por primera vez teníamos a un grupo de España, que nos ofrecieron un trabajo que hablaba sobre la violencia de género.
En la Quinta Cruzada, Río Ánimas, una obra de la que fui parte y que después de todo ese tiempo sigo creyendo que es sin duda la historia de amor más grande del mundo. No fue allí su estreno sino antes, pero el deseo por continuar hablando de esa historia es latente en todos y cada uno de quienes integramos el elenco.
En la Sexta Cruzada Hazme un hijo, falso documental de un suceso imbécil y hormonal una obra que particularmente a los bachilleres que asistieron a nuestra sala divirtió sobremanera y, desde luego, a quienes pudimos presenciarla, particularmente por el buen trabajo de Alejandro Rodríguez quien hacía al “perro” que narraba todas sus peripecias al ver cómo sorteaban su infortunio su dueña y su hermana embarazada.
Polvo de Hadas se llevó, para mí, la Séptima Cruzada, con talentos locales que cuentan la historia de tres hijas y la madre que está convaleciente, más el dilema moral de recurrir a la eutanasia dado el profundo sufrimiento con el que vivía. Sin duda un acertado montaje bajo la dirección de Fabián Verdín y el texto de Luis Santillán.
En la Octava Cruzada, la obra de los pollos, que se tituló: Las lagañas de Oetl ganadora de la Muestra Estatal de Teatro, Jalisco 2017, nos narra la vida inicua del pollo y sus derivados, desde un profundo sentido ético por el respeto a la vida de otras especies, una indudable invitación al vegetarianismo.
Y finalmente la novena, en la que personalmente un ciclo se cierra, curiosamente con dos muy queridas compañías de Aguascalientes, aunque fue “El llano” la obra que se robó mi conmoción dirigida por Sandra Muñóz.
Los invitamos pues, a seguir apreciando el vuelo de la mariposa en sus siguientes ediciones.
“Este artículo se realizó con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Programa México en Escena 2016”.