Justo cuando me disponía a escribir, el teléfono sonó. Era Joel Merino. Se encontraba de vuelta en la ciudad después de haber pasado varios meses en Oaxaca organizando las actividades del Festival Arte Tinujei. Quería compartirme la información de un nuevo proyecto, esta vez no tenía que ver con murales o exposiciones al otro lado del Atlántico. Así que acordamos vernos en una cafetería ubicada en las inmediaciones del Museo de la Ciudad, donde no hace mucho, él se había reunido con un par de amigos cafetaleros provenientes de la región mixteca oaxaqueña. Los productores habían viajado varios kilómetros hasta el Bajío para promover su marca y al llegar lo primero que hicieron fue visitar las cafeterías locales para catar el gusto de los queretanos.
La charla sobre las estrategias comerciales de sus coterráneos nos condujo hasta los campos de la sierra oaxaqueña, y luego, a los talleres familiares de los artesanos indígenas de la zona. “Son muchos los proyectos, pero faltan plataformas que los visibilicen”, soltó Joel, mencionando entre otros problemas al regateo, los intermediarios, la competencia desleal, así como el extractivismo cultural promovido por investigadores, diseñadores de modas, comerciantes y emprendedores, que cada tanto, viajan hacia el sur del país en búsqueda de ideas originales para desarrollar iniciativas económicas bajo sus propias marcas.
Ejemplos hay muchos, lamentó. Como la reciente denuncia que el Instituto Oaxaqueño de las Artesanías realizó sobre el plagio de huipiles por parte de la marca australiana “Zimmermann”.
“En su colección Resort Swim 2021, la pieza ‘Pictured, the Rides Panelled Tunic Dress & Wide Brim Boater’ tiene el diseño e iconografía correspondiente a las poblaciones mazatecas de la región de la Cañada de nuestro estado (…) Los bordados son elaborados con la técnica de punto de cruz, sobre el cuadrillé en el que representan diferentes elementos simbólicos como aves y flores que reflejan la naturaleza de sus comunidades, enmarcados con vistosos listones de colores, que las distingue de un pueblo a otro”, señaló la institución en su página oficial de Facebook, tras lo cual la reconocida marca retiró su colección de todas las tiendas y extendió una disculpa a través de sus redes sociales a los propietarios culturales, no sin antes referir que la acción no había sido intencionada.
En una búsqueda rápida por internet, se pueden encontrar cientos de casos similares; plagios a comunidades indígenas, y no solo de Oaxaca, sino de todo el país.
Nombres de grandes emporios de la moda, como la reconocida marca española Zara, la estadounidense Madewell o la mexicana Pineda Covalin, saltan a la vista. Y sin ir muy lejos, aún se pueden encontrar algunas notas de cuando, en 2017, se detectó en Querétaro la venta de muñecas de origen otomí bajo la marca de empresas chinas.
Aunque para algunos la solución a esta problemática es el registro de los productos culturales indígenas bajo el derecho de autor, para Joel esta solución se limita solo a una perspectiva occidental que dista de la realidad y las verdaderas necesidades de los pueblos.
Alma, espíritu y corazón triqui
Joel nació en Oaxaca, en el seno de una familia de artesanos triqui. Su mamá domina la técnica del telar de cintura y aunque lleva mucho tiempo viviendo lejos de su terruño, conserva su taller y la sabiduría de sus antepasados como muchas otras mujeres de su comunidad. Su expertise no se limita solo a lo material, también sabe tejer vínculos entre las personas.
De ahí que se le ocurriera propiciar encuentros culturales en el estado, para generar mayor cercanía entre su comunidad y los otros. Y es que desde que llegaron a Querétaro en los años 90, desplazados por la violencia junto con un sinnúmero de familias triquis, Joel asevera que ha sido complicado lograr que la población los acepte como parte del mismo territorio. Por ello, a través de talleres de telar de cintura, han buscado compartir sus saberes y conocimientos, para tejer comunidad.
¿Y por qué a través del telar de cintura?, –le pregunté a Joel.
“Porque el telar triqui es la máxima expresión de nuestro pueblo, tiene ver con lo que creemos, con lo que sentimos; con cómo vemos las cosas, la lógica de nuestra comunidad. Habla también de nuestras vidas y de nuestros antepasados. El telar es lo que nos acerca a nuestra cultura, por eso quisimos acercar a la gente a esas expresiones y formas que están en nuestra cotidianidad y que mucha gente desconoce”, respondió.
Con la palabra Nimán’a (que en triqui quiere decir alma, espíritu o corazón), Joel ha nombrado a estos esfuerzos, que ahora buscan visibilizar el trabajo de las familias que trabajan el telar de cintura, así como destacar sus cualidades históricas, culturales y artísticas.
“Para mí las artesanías son arte, pero lastimosamente, por cuestiones coloniales, la gente cree que son simplemente artesanías, que se hacen en serie, cuando no. Aunque muchas parecieran similares en cuanto a medidas, tamaños o quizás colores, nunca serán completamente iguales, desde el simple hecho de que el trabajo es manual (…) Mi mamá siempre ha dicho que el telar de cintura es como la expresión de tu corazón, por eso no siempre te saldrá del mismo modo; sin embargo, [esta diferencia conceptual] a mí no me ha preocupado tanto, para mí están en el mismo rango. Y si uso la palabra es para entenderme fácilmente con la gente, porque están más acostumbrados a escuchar artesanía que arte popular indígena o arte indígena… finalmente a donde queremos llegar es a la gente común”.
Memoria histórica
Como primera fase de este proyecto comunitario, que busca difundir la importancia histórica, cultural, económica y social de los textiles artesanales, Joel adelanta que se encuentran mapeando los talleres familiares, para generar un trabajo de documentación que parta desde la mirada de las propias comunidades indígenas.
La idea es que este material permita al pueblo triqui mostrarse más allá de la violencia que aqueja a sus territorios, como una urdimbre de hilos que trabaja de manera colectiva para seguir manteniendo viva su cultura.
Además, asevera que reunirán los testimonios de los artesanos, buscando que la tradición oral sea registrada en las diferentes variantes de la lengua triqui, como memoria creada por y para las mismas comunidades.
“Lastimosamente la poca documentación que existe sobre nuestro pueblo ha sido generada por gente extranjera, y de igual forma es muy poca. Por ello era necesario para nosotros generar un proyecto donde se pudieran incentivar procesos artísticos y culturales para de alguna manera, documentar y compartir esa parte histórica y cultural con el mismo pueblo”.
Circuito de arte indígena
Parte de esta primera documentación ya puede apreciarse en @proyectonimana, una plataforma de facebook donde se muestran los huipiles triqui tradicionales, junto con su información técnica y el nombre de sus creadores.
Aclarando que no se trata de una marca comercial, sino más bien de un espacio de difusión y vinculación, Joel comparte que la idea es generar un circuito de arte indígena, que permita a los artesanos promover su trabajo en México y otras parte del mundo.
“Nuestra intención no es crear una marca. [A través de la plataforma] estamos apoyando a la gente para que venda sus productos durante la pandemia. La intención es generar un conglomerado de difusión y que a través de todo ese proceso logremos que ellos lleguen no solo a diferentes personas de México, sino también del extranjero”, afirmó.
Actualmente se encuentran estableciendo vínculos en España, Francia y Alemania, y asevera que el siguiente paso será compartir con los productores herramientas digitales y conocimientos sobre el manejo de las redes sociales, para que sean ellos quienes promuevan sus propias creaciones en la web, pues al final de cuentas, apunta, los procesos creativos de la comunidad no son estáticos, porque la cultura está viva.
“Somos un grupo de familias de artesanos indígenas que ha decidido tomar las riendas de nuestro propio trabajo, historia, tradición, identidad y memoria.
(…) En vista de que existe mucha gente, marcas, artistas, académicos, gestores, universitarios y muchos más que lucran con nuestro trabajo textil autodenominándose ‘rescatadores’ o simulando apoyar a las ‘comunidades indígenas’ a la comercialización bajo el esquema que muchos llaman ‘comercio justo’, pero que incluso ‘regatean’ más, se la pasan hablando por nosotros, invisibilizándonos y no permitiéndonos hablar por nosotros mismos, o muchas veces toman nuestras prendas y las ‘estilizan’ para el mercado y estética de las ciudades, recortando, manipulando y minimizando nuestro trabajo; que después ellos presentan ante las élites académicas o culturales para recibir premios, reconocimientos, pero en la realidad de la comunidad no aportan nada, al contrario son extractivistas.
(…) No demeritamos el trabajo ni las investigaciones, pero como nativos nos es difícil ver que esos mismos que dicen apoyar las comunidades, desaparecen cuando se trata de los problemas reales de la comunidad, nunca han metido las manos por los problemas territoriales, ni por la contaminación de los ríos o de la tierra con agroquímicos, ni la ultra violencia que se vive, muchísimo menos dignificar la memoria de nuestros pueblos (…) Por eso hoy hablamos desde la mixteca oaxaqueña, mostrando que podemos ser independientes y artífices de nuestro propio destino, territorio, memoria y textiles (…) Buscamos dignificar nuestro trabajo y memoria, porque los textiles cuentan la memoria de nuestros ancestros, buscamos más allá del ‘pago justo’, buscamos el respeto hacia nuestros pueblos”, se puede leer en el manifiesto de la plataforma Nimán’a.