Actualmente está muy de moda apelar al universo, sí, al universo, tal cual, para apoyar nuestros deseos, inquietudes, peticiones, destinos. Esta apuesta tiene críticos y seguidores, desde los que creen que hasta lo más mínimo puede pedirse al universo, hasta los más críticos de todo tipo de metafísicas y autoayuda, que incluso se burlan de estas llamadas para que el universo conspire en su favor.
Pero, todo depende de en qué sentido se aborde el tema. Hay un lado cierto en esta apelación, y es que en efecto, todo está unido y una cosa repercute en la otra de alguna manera. El budismo llama interser a esta relación entre todas las cosas. Todo está en permanente cambio y transformación, y lo que es hoy, mañana será otra cosa. Nuestra exhalación, se convierte en nubes, nuestras cenizas en abono, y éste en hojas, en flores. Y de las plantas brota el oxígeno que permite vivir a millones de seres. Nuestra individualidad, aparentemente pequeña, está ligada directamente al enorme sol de nuestro sistema solar, y nuestra digestión está unida al cosmos entero. Todas las plantas, verduras y animales que comemos dependen de la lluvia, del sol, y este de los planetas, los planetas del sistema solar, el sistema de la galaxia, y así hasta el infinito. Todo está unido, y si sabemos comprender la profundidad de esta afirmación entenderemos un poquito de toda la complejidad de la vida existente. El universo no es una masa inerte de planetas muertos flotando en el vacío del cosmos, sino que está vivo, moviéndose en procesos muy complejos muchos de los cuales no nos damos ni cuenta y desconocemos. Así que desde nuestra aparente pequeñez hasta el infinito del universo, todo está ligado y en permanente transformación. Por tanto, dicho con conciencia plena, es válido apelar al universo ya que somos parte intrínseca de él.
Vale la pena conectarse, agradecerle en principio. Reconocer que estamos unidos a la grandeza y belleza de la creación, y que compartimos esas cualidades. No es alucine es absolutamente real. Levantar los brazos hacia el cielo y pedir es ligarse a la vibra poderosa de la creación y cambio permanentes. No pides dádivas ni sobras, es tu potestad y tu derecho. Aunque has de reconocer conscientemente que también estás obligado y debes corresponder. ¿De qué manera? Reconociéndote como parte del círculo creador del alimento, de la armonía, belleza, claridad, luz e inteligencia. Si sólo quieres recibir te llevarás un chasco. Fundamentalmente no estás para pedir sino para dar, así como lo hace el universo, el cual no se cansa de dar, crear, transformar y auto generarse. En ese sentido, acercarse al universo es acercarse a un maestro excelso del cual jamás te cansarás de aprender, y al que nunca agotarás porque su dimensión es infinita.
Esto ya ha sido señalado por físicos como Ervin Lazlo: “Pero hay evidencia de que nuestro cerebro no sólo opera en un nivel de procesamiento de información bioquímico y bioeléctrico. Opera también a nivel cuántico, la naturaleza de nuestra conciencia está ligada al mundo a través de una resonancia de fase … nuestra conciencia es cuántica, y entendiendo la naturaleza cuántica de nuestra conciencia, entrelazada al mundo, podemos desarrollar una interrelación con todo lo que nos rodea, con los mismos procesos del universo, dando cabida a la posibilidad de que nuestra mente, en su red de relaciones, es el universo entero.”
El universo es el principio del asombro y lo que toques se convertirá para ti en fuente de sabiduría y goce. El universo contempla tu mundo y todos los mundos posibles, y lo puedes abordar desde la perspectiva que quieras: material, química, biológica, filosófica, como naturaleza, sociedad, espiritualmente, en fin … Comprender y conectarse con el universo es acercarse a la atención, la meditación, la armonía, la felicidad, y no es cuestión de libros de autoayuda -lo cual por otra parte no tendría nada de equivocado-, sino de comprender, en toda su dimensión posible, de dónde vienes, de qué estás hecho, cuáles son tus posibilidades. Contemplación, meditación y conciencia son las llaves de ese reino, y está al alcance de la mano de cualquiera que abra los ojos. Al que descubra las leyes de la naturaleza a las que estamos sujetos todos, al que contemple la inteligencia insólita e inenarrable que mueve al cosmos.
Así que es válido pedir al universo que conspire a nuestro favor. Y no, no es que el universo tenga orejas de individuo y esté atento a nuestras peticiones personales. A lo que debemos aspirar es al desarrollo de la conciencia de que estamos unidos al todo. Y si ese todo es armónico, también nosotros podemos serlo, y así con sus demás cualidades de belleza, creatividad y permanente transformación.
Quien pretenda que el universo conspire a su favor sin mover un dedo para ello, y esperando dádivas del cielo se quedará con un palmo de narices. Ya lo dice un dicho muy antiguo: “ayúdate, que yo te ayudaré”. Si esperas recibir bendiciones del universo sin cuestionarte, sin cambiar, pidiendo sólo cosas para eternizar tu egomanía, no has entendido de dónde vienes ni cómo el universo puede conspirar a tu favor.
Hay en el universo una red interrelacionada a niveles inimaginables y de una complejidad asombrosa. Nuestro cerebro es una copia en miniatura del universo, y también está compuesto de una compleja red de interrelaciones (El alma está en la red del cerebro) que es la que nos hace ser humanos. Para que el universo conspire a nuestro favor necesitamos entendernos con claridad dentro de esa dinámica de creación y transformación. Como señala el místico Osho en su libro Dijo el Buda … (p. 422): “Primero lleva a cabo todo el esfuerzo que te sea posible, todo lo que puedas, y luego relájate. Entonces te lo merecerás y la gracia llegará” .