/ viernes 23 de septiembre de 2022

¿Qué tipo de política cultural literaria tenemos?

El libro de cabecera

Anteriormente hablamos del concepto de control cultural definido como un sistema según el cual se ejerce la capacidad social que tenemos los ciudadanos para decidir sobre nuestros elementos culturales. Querétaro es una entidad ejemplar por la forma tan efectiva de controlar su actividad cultural.

Cuando hablamos de elementos culturales nos referimos a todos los componentes de una cultura que resulta necesario poner en juego para realizar todas las acciones sociales: mantener la vida cotidiana, satisfacer necesidades, definir y solventar problemas, formular y tratar de cumplir aspiraciones. Para ejecutar cualquiera de las anteriores acciones es fundamental la concurrencia de elementos de diversas clases, adecuados a la naturaleza y al propósito de cada acción.

Los elementos culturales pueden ser materiales, como formas de organización y de conocimiento, simbólicos o emotivos. Asimismo, los elementos culturales pueden ser propios: los que la unidad social considerada ha recibido como patrimonio cultural heredado de generaciones anteriores y los que produce, reproduce, mantiene o transmite según la naturaleza del elemento cultural considerado; y ajenos: aquellos que forman parte de la cultura que vive el grupo, pero que éste no ha producido ni reproducido.

Con base en lo anterior, ¿qué tipo de control cultural se ejerce en Querétaro? ¿Qué tipo de cultura tenemos? Pero no seré yo quien responda esto. Presentaré cuatro escenarios hipotéticos a partir de un caso ideal, basado en la vida cultural real, específicamente en el ámbito de la política cultural literaria de nuestra entidad, y permitiré que usted, caro lector, deduzca el tipo de control cultural que se ejerce en Querétaro. Veamos.

Segundo escenario.

En este escenario ni los elementos culturales ni las decisiones son tomadas ni propuestas por los escritores queretanos. Es decir, todas las decisiones que regulan la actividad literaria del estado se toman en el escritorio de instancias ajenas a la comunidad. Titulares de las instituciones cultura van y vienen y, con más pena que gloria, se impone una agenda cultural a la cual la comunidad literaria no tiene más remedio que resignarse. Sin conocer las problemáticas ni las necesidades, sin establecer un diálogo ni una presencia que vaya más allá que tomarse la foto con algunos autores en eventos literarios organizados y ejecutados por el Estado, la institución gubernamental decide el calendario, los eventos, los certámenes, los ganadores, los programas, la designación de los funcionarios mediante arraigadísimos mecanismos de nepotismo y prebendas, y la selección de las editoriales con las que se llevarán a cabo proyectos de edición. Asimismo, los elementos culturales literarios que se ponen en juego son también ajenos para la comunidad literaria: libros, géneros, temáticas, autores, eventos. De entre la comunidad literaria, reducida a ser un simple espectador y neófito eterno, brincan algunos de los miembros que se vanaglorian de ser elegidos por los dispositivos del Estado para ser parte de su catálogo: el éxito editorial les llega a través de la bondad institucional del Estado. Incluso es posible encontrar testaferros que, otrora críticos berrichudos de la política cultural, ahora se vanaglorian de ser tocados por el dedo oficial porque, como ocurre con dios, el Estado da, el Estado quita. A este escenario se le denomina cultura impuesta.

Tercer escenario

En este escenario la comunidad literaria de Querétaro ha adquirido finalmente la capacidad de decisión sobre los elementos culturales que antes le eran ajenos e impuestos por el Estado y los usa en acciones que responden a sus problemáticas y decisiones propias. Después de padecer un calvario burocrático, la comunidad literaria finalmente recibe un presupuesto por parte de las instituciones culturales para el diseño, planificación, organización y ejecución de sus propios proyectos. No obstante, los elementos culturales literarios continúan siendo ajenos en tanto la comunidad literaria no adquiere también la capacidad de producirlos o reproducirlos por sí misma, ya que sigue dependiendo de las aportaciones del Estado. Por lo tanto, hay dependencia en cuanto a la disponibilidad de esos elementos culturales en función de lo que diga el Estado y de los recursos asignados, pero no en cuanto a las decisiones de la comunidad sobre su uso. Si un proyecto satisface la agenda política de la actual administración, o de lo que se le ocurra a quien esté al frente de la institución cultural, se lleva a cabo, de lo contrario, se considerará que no es redituable en términos de derrama económica y superioridad moral. A este escenario se le denomina cultura apropiada.

Cuarto escenario

Este escenario se construye con los elementos culturales literarios que son propios de la comunidad de escritores queretanos, pero privando a la comunidad de dichos elementos. El Estado y los grupos y personas que fungen como sus emisarios, al modo en que operan los outsourcing, se apropian de los elementos culturales y los explotan para construir una ilusión ad hoc de lo literario. Asimismo, imponen sus propios elementos culturales literarios a partir de una perspectiva moral hermética, excluyente, trendy y políticamente correcta. Es así que, por un lado, utilizan nombres de autores consagrados de nuestra literatura (como Paula de Allende, Salvador Alcocer, José Luis Sierra y hasta Luis Alberto Arellano) para promover y legitimar dicha ilusión; y por el otro, mediante los dispositivos del Estado, introducen su propio discurso a partir de la recreación (¡jamás crean!) de nuevos elementos culturales, como editoriales emergentes disfrazadas de independientes que en realidad trabajan en contubernio con el Estado como un dispositivo oficial más. En este nivel, los autores de la comunidad queretana han perdido la capacidad de decidir. Es decir, tanto los elementos culturales que forman parte del patrimonio literario como las decisiones sobre la literatura queretana contemporánea les son totalmente ajenas. A este escenario se le denomina cultura enajenada.

¿Qué tipo de política cultural literaria tenemos? Usted, caro lector, tiene la mejor respuesta.

Anteriormente hablamos del concepto de control cultural definido como un sistema según el cual se ejerce la capacidad social que tenemos los ciudadanos para decidir sobre nuestros elementos culturales. Querétaro es una entidad ejemplar por la forma tan efectiva de controlar su actividad cultural.

Cuando hablamos de elementos culturales nos referimos a todos los componentes de una cultura que resulta necesario poner en juego para realizar todas las acciones sociales: mantener la vida cotidiana, satisfacer necesidades, definir y solventar problemas, formular y tratar de cumplir aspiraciones. Para ejecutar cualquiera de las anteriores acciones es fundamental la concurrencia de elementos de diversas clases, adecuados a la naturaleza y al propósito de cada acción.

Los elementos culturales pueden ser materiales, como formas de organización y de conocimiento, simbólicos o emotivos. Asimismo, los elementos culturales pueden ser propios: los que la unidad social considerada ha recibido como patrimonio cultural heredado de generaciones anteriores y los que produce, reproduce, mantiene o transmite según la naturaleza del elemento cultural considerado; y ajenos: aquellos que forman parte de la cultura que vive el grupo, pero que éste no ha producido ni reproducido.

Con base en lo anterior, ¿qué tipo de control cultural se ejerce en Querétaro? ¿Qué tipo de cultura tenemos? Pero no seré yo quien responda esto. Presentaré cuatro escenarios hipotéticos a partir de un caso ideal, basado en la vida cultural real, específicamente en el ámbito de la política cultural literaria de nuestra entidad, y permitiré que usted, caro lector, deduzca el tipo de control cultural que se ejerce en Querétaro. Veamos.

Segundo escenario.

En este escenario ni los elementos culturales ni las decisiones son tomadas ni propuestas por los escritores queretanos. Es decir, todas las decisiones que regulan la actividad literaria del estado se toman en el escritorio de instancias ajenas a la comunidad. Titulares de las instituciones cultura van y vienen y, con más pena que gloria, se impone una agenda cultural a la cual la comunidad literaria no tiene más remedio que resignarse. Sin conocer las problemáticas ni las necesidades, sin establecer un diálogo ni una presencia que vaya más allá que tomarse la foto con algunos autores en eventos literarios organizados y ejecutados por el Estado, la institución gubernamental decide el calendario, los eventos, los certámenes, los ganadores, los programas, la designación de los funcionarios mediante arraigadísimos mecanismos de nepotismo y prebendas, y la selección de las editoriales con las que se llevarán a cabo proyectos de edición. Asimismo, los elementos culturales literarios que se ponen en juego son también ajenos para la comunidad literaria: libros, géneros, temáticas, autores, eventos. De entre la comunidad literaria, reducida a ser un simple espectador y neófito eterno, brincan algunos de los miembros que se vanaglorian de ser elegidos por los dispositivos del Estado para ser parte de su catálogo: el éxito editorial les llega a través de la bondad institucional del Estado. Incluso es posible encontrar testaferros que, otrora críticos berrichudos de la política cultural, ahora se vanaglorian de ser tocados por el dedo oficial porque, como ocurre con dios, el Estado da, el Estado quita. A este escenario se le denomina cultura impuesta.

Tercer escenario

En este escenario la comunidad literaria de Querétaro ha adquirido finalmente la capacidad de decisión sobre los elementos culturales que antes le eran ajenos e impuestos por el Estado y los usa en acciones que responden a sus problemáticas y decisiones propias. Después de padecer un calvario burocrático, la comunidad literaria finalmente recibe un presupuesto por parte de las instituciones culturales para el diseño, planificación, organización y ejecución de sus propios proyectos. No obstante, los elementos culturales literarios continúan siendo ajenos en tanto la comunidad literaria no adquiere también la capacidad de producirlos o reproducirlos por sí misma, ya que sigue dependiendo de las aportaciones del Estado. Por lo tanto, hay dependencia en cuanto a la disponibilidad de esos elementos culturales en función de lo que diga el Estado y de los recursos asignados, pero no en cuanto a las decisiones de la comunidad sobre su uso. Si un proyecto satisface la agenda política de la actual administración, o de lo que se le ocurra a quien esté al frente de la institución cultural, se lleva a cabo, de lo contrario, se considerará que no es redituable en términos de derrama económica y superioridad moral. A este escenario se le denomina cultura apropiada.

Cuarto escenario

Este escenario se construye con los elementos culturales literarios que son propios de la comunidad de escritores queretanos, pero privando a la comunidad de dichos elementos. El Estado y los grupos y personas que fungen como sus emisarios, al modo en que operan los outsourcing, se apropian de los elementos culturales y los explotan para construir una ilusión ad hoc de lo literario. Asimismo, imponen sus propios elementos culturales literarios a partir de una perspectiva moral hermética, excluyente, trendy y políticamente correcta. Es así que, por un lado, utilizan nombres de autores consagrados de nuestra literatura (como Paula de Allende, Salvador Alcocer, José Luis Sierra y hasta Luis Alberto Arellano) para promover y legitimar dicha ilusión; y por el otro, mediante los dispositivos del Estado, introducen su propio discurso a partir de la recreación (¡jamás crean!) de nuevos elementos culturales, como editoriales emergentes disfrazadas de independientes que en realidad trabajan en contubernio con el Estado como un dispositivo oficial más. En este nivel, los autores de la comunidad queretana han perdido la capacidad de decidir. Es decir, tanto los elementos culturales que forman parte del patrimonio literario como las decisiones sobre la literatura queretana contemporánea les son totalmente ajenas. A este escenario se le denomina cultura enajenada.

¿Qué tipo de política cultural literaria tenemos? Usted, caro lector, tiene la mejor respuesta.

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