/ miércoles 17 de octubre de 2018

Querétaro y el Tratado Guadalupe Hidalgo: reflexiones a 170 años de su firma

Introducción

Tras el inicio de la guerra entre Estados Unidos y México, y ante el avance del ejército extranjero en territorio mexicano, se libraron varios enfrentamientos a fin de detener a las tropas invasoras. Tras las batallas de la Angostura en febrero y la de Cerro Gordo en abril de 1847, los estadounidenses entraron a Puebla. En ese mismo mes se trataron de entablar negociaciones entre los plenipotenciarios, no obstante, el 7 de agosto el general Winfield Scott, con 14 000 hombres, inició la marcha hacia la Ciudad de México; y a pesar de los heroicos esfuerzos del ejército mexicano y del batallón de San Patricio, el 19 de ese mes cayó el convento de Churubusco, por lo que fueron fusilados o marcados los integrantes de este batallón. El presidente Santa Anna aceptó un armisticio y las hostilidades se suspendieron de manera temporal, pero en los primeros días de septiembre se reanudó el conflicto y pronto cayó en manos del invasor la Casa Mata, Molino del Rey y el castillo de Chapultepec. Como bien se sabe el 15 de septiembre del 47 la bandera norteamericana ondeó en el Palacio Nacional, día en que Santa Anna renunció a la presidencia en la Villa de Guadalupe y ordenó que el gobierno se trasladara. Constitucionalmente, el ejecutivo quedó a cargo del presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien en ese entonces era Manuel de la Peña y Peña, el cual juró el puesto en Toluca y emprendió la marcha a Querétaro, donde se reuniría el Congreso y los gobernadores con el fin de salvar a la nación.

Entrada del general Scott a la ciudad de México, septiembre de 1847; autor: Carl Nebel, litografía, 1851.

Querétaro, capital de la República Mexicana

Guillermo Prieto, en una de sus obras tituladas memorias de mis tiempos, escribió que una caudalosa corriente humana había salido de la Ciudad de México, parte de la cual estaba compuesta por “próceres y sirvientes, empleados y vagos, pizpiretas y alegres madres de familia agobiadas con el niño que llevaban en brazos, la maleta y el plumero, el anafre para improvisar comida y guitarra como esperanza muda de futuro solaz”. Marchaban en dispersión y como ganado trashumante un enjambre de mendigos, vendedores de tortillas, bizcochos, frutas, aparecidos a pie y a caballo; así penetramos a Querétaro, y las vértices de aquella inundación se arremolinaban en las plazas, se escurría por callejones y vericuetos, y estancaban en los suburbios de la ciudad, que conmovida y como convulsa de sorpresa, abría los brazos hospitalarios a los huéspedes, y encendía el tráfico y el ruido hasta en sus últimos rincones. En este contexto, los escasos periódicos locales como El Federalista y La Columna de la Libertad, adquirieron una significativa preponderancia, ya que en sus páginas comenzaron a publicarse no sólo las noticias de los acontecimientos, sino también las opiniones en torno a la guerra. A estos órganos periodísticos se les unió El Correo Nacional, periódico oficial del Supremo Gobierno, que se editó temporalmente en la capital queretana.

Con su nombramiento a cargo del ejecutivo, el 12 de octubre de 1847, el licenciado Manuel de la Peña y Peña se instaló en Querétaro, desde donde emitió un manifiesto a la nación e instó a los diputados federales a que se reunieran en esta ciudad, para formar el Congreso que nombraría al presidente. Tanto El Federalista, La Columna de la Libertad, así como El Correo Nacional contienen en sus páginas una parte del desenlace histórico de la guerra, pues fueron parte de ella. En su discurso periodístico se encuentran los resultados de algunas batallas, al igual que las decisiones que tomaron tanto políticos como militares. Durante la guerra existió una profunda división entre los mexicanos; dos grupos se formaron, unos que abogaban por finalizar la guerra y otros que deseaban continuar con ella. Esta fragmentación se reflejó particularmente en las páginas de El Federalista, donde se publicaban las resoluciones del Congreso reunido en Querétaro en el pequeño edificio de La Academia (hoy Auditorio Esperanza Cabrera).

La Academia hoy Auditorio Esperanza Cabrera. Una placa en dicho lugar que “en ese edificio el 19 de mayo de 1848 el Congreso de la Unión ratificó el Tratado de Paz de Guadalupe-Hidalgo, firmado con los Estados Unidos de Norte América el 2 de febrero del mismo año”.

El final de un triste episodio nacional

En el ámbito diplomático comenzaron las negociaciones, mismas que progresaron, por lo que se acordó un tratado, al cual se le dio el nombre del lugar y se comenzó a pactar el 2 de febrero de 1848 en la Villa de Guadalupe Hidalgo, por los comisionados de ambas partes. Este tratado de paz, amistad y límites entre México y los Estados Unidos, para que tuviese validez, requirió la ratificación de los senados de las dos naciones. Doce días tardaron los congresistas mexicanos en debatir el tratado, el cual fue aprobado en el mes de mayo por una votación de 51 votos contra 35 y el senado lo aceptó posteriormente. Vale la pena mencionar que dicho tratado no se aprobó en los mismos términos en que se había celebrado inicialmente y se le hicieron algunas modificaciones. Después de varias sesiones, Manuel de la Peña insistió en que la firma del tratado salvaba a la nación y fue firmado por él en una mesa que actualmente se resguarda en el Museo Regional. La singular mesa de madera, al parecer pertenece al siglo XVIII, y forma parte del patrimonio del citado museo, pues se exhibe en la sala de exposición permanente "Querétaro en la historia mexicana".

Fotografía de la mesa donde Manuel de la Peña y Peña firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo.

La imprenta de Mariano Lara, se ubicó temporalmente en Querétaro en la calle de Chirimollos número 15 (hoy Pasteur Norte 26-b), y de este taller tipográfico salió El Correo Nacional; en dicho taller también se imprimió por primera vez el Tratado Guadalupe-Hidalgo.

Casa donde estuvo temporalmente la imprenta de Mariano Lara, Chirimollos número 15 (actualmente Pasteur norte número 26-b).

En esta ciudad actualmente es posible observar algunas placas en varias edificaciones, que son el testimonio de diversos hechos históricos ocurridos en ella. Por ejemplo el entonces presidente Manuel de la Peña y Peña se alojó en una casa situada en la entonces 3ª calle de San Antonio (ahora Hidalgo). En Querétaro el gobierno federal estuvo ocho meses, del 12 de octubre de 1847 al 12 de junio de 1848.

Casa donde se alojó el entonces presidente Manuel de la Peña y Peña (actualmente Hidalgo número 29).

Consideraciones finales

Hace ciento setenta años se firmó el tratado Guadalupe-Hidalgo, mediante el cual México perdió la mitad de su territorio; este hecho debe hacernos reflexionar sobre la unidad que, como mexicanos, debemos tener y hacer a un lado nuestras diferencias clasistas e ideológicas. Actualmente con la administración del presidente Donald Trump la política migratoria discriminativa ha sido muy severa y la idea de que México deba pagar para terminar el muro muy criticada, ofensiva y polémica. Resulta evidente que la relación diplomática entre nuestro país y los Estados Unidos debe ser más cordial, como buenos vecinos que compartimos una frontera, por lo que debe emplearse otro tipo de estrategias para el bien común de ambas naciones.

Querétaro, por su posición geográfica desempeñó un papel significativo al ser la capital de la República Mexicana de octubre de 1847 a junio del siguiente año, y fue el punto de atención de toda la nación. Se debe reconocer que los queretanos durante este periodo bélico demostraron un verdadero patriotismo y una gran hospitalidad, no sólo al dar acogida al Supremo Gobierno, sino también al contribuir para la guerra. En esta ciudad actualmente es posible observar algunas placas en varias edificaciones, que son el testimonio de diversos hechos históricos ocurridos en ella en diferentes periodos, lo que demuestra que el pueblo hace la historia en las calles y edificios. Hoy en día los historiadores estamos siendo formados profesionalmente para difundir estos acontecimientos que no deben caer en el olvido; al contrario, deben permanecer con orgullo en la memoria colectiva. Esta guerra fue una dura lección no aprendida que sufrió el Estado Mexicano en el proceso de su conformación y consolidación. A través de la narración de los hechos históricos se trató de promover una identidad nacional y la historia oficial fue el medio, la creación de “héroes” es un claro ejemplo. Para el caso de Querétaro tras la guerra se dio un bum en el periodismo local, y poco a poco los periódicos se convirtieron en los portavoces de un sector determinado de la sociedad. La pérdida de un vasto territorio debió causar un shock en la mentalidad mexicana y trastocó la vida política; no obstante, diez años después los mexicanos vivieron otra guerra de 3 años (1857-1860) y posteriormente la guerra de Intervención Francesa (1862-1867).

El Museo Regional resguarda y exhibe un vasto patrimonio histórico-cultural, el cual se difunde; estas breves líneas estuvieron encaminadas en ese sentido. La mesa donde se firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo indudablemente constituye una pieza museográfica invaluable, debido a que es un objeto histórico que nos traslada a un periodo bélico que cimbró a toda la nación.


Introducción

Tras el inicio de la guerra entre Estados Unidos y México, y ante el avance del ejército extranjero en territorio mexicano, se libraron varios enfrentamientos a fin de detener a las tropas invasoras. Tras las batallas de la Angostura en febrero y la de Cerro Gordo en abril de 1847, los estadounidenses entraron a Puebla. En ese mismo mes se trataron de entablar negociaciones entre los plenipotenciarios, no obstante, el 7 de agosto el general Winfield Scott, con 14 000 hombres, inició la marcha hacia la Ciudad de México; y a pesar de los heroicos esfuerzos del ejército mexicano y del batallón de San Patricio, el 19 de ese mes cayó el convento de Churubusco, por lo que fueron fusilados o marcados los integrantes de este batallón. El presidente Santa Anna aceptó un armisticio y las hostilidades se suspendieron de manera temporal, pero en los primeros días de septiembre se reanudó el conflicto y pronto cayó en manos del invasor la Casa Mata, Molino del Rey y el castillo de Chapultepec. Como bien se sabe el 15 de septiembre del 47 la bandera norteamericana ondeó en el Palacio Nacional, día en que Santa Anna renunció a la presidencia en la Villa de Guadalupe y ordenó que el gobierno se trasladara. Constitucionalmente, el ejecutivo quedó a cargo del presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien en ese entonces era Manuel de la Peña y Peña, el cual juró el puesto en Toluca y emprendió la marcha a Querétaro, donde se reuniría el Congreso y los gobernadores con el fin de salvar a la nación.

Entrada del general Scott a la ciudad de México, septiembre de 1847; autor: Carl Nebel, litografía, 1851.

Querétaro, capital de la República Mexicana

Guillermo Prieto, en una de sus obras tituladas memorias de mis tiempos, escribió que una caudalosa corriente humana había salido de la Ciudad de México, parte de la cual estaba compuesta por “próceres y sirvientes, empleados y vagos, pizpiretas y alegres madres de familia agobiadas con el niño que llevaban en brazos, la maleta y el plumero, el anafre para improvisar comida y guitarra como esperanza muda de futuro solaz”. Marchaban en dispersión y como ganado trashumante un enjambre de mendigos, vendedores de tortillas, bizcochos, frutas, aparecidos a pie y a caballo; así penetramos a Querétaro, y las vértices de aquella inundación se arremolinaban en las plazas, se escurría por callejones y vericuetos, y estancaban en los suburbios de la ciudad, que conmovida y como convulsa de sorpresa, abría los brazos hospitalarios a los huéspedes, y encendía el tráfico y el ruido hasta en sus últimos rincones. En este contexto, los escasos periódicos locales como El Federalista y La Columna de la Libertad, adquirieron una significativa preponderancia, ya que en sus páginas comenzaron a publicarse no sólo las noticias de los acontecimientos, sino también las opiniones en torno a la guerra. A estos órganos periodísticos se les unió El Correo Nacional, periódico oficial del Supremo Gobierno, que se editó temporalmente en la capital queretana.

Con su nombramiento a cargo del ejecutivo, el 12 de octubre de 1847, el licenciado Manuel de la Peña y Peña se instaló en Querétaro, desde donde emitió un manifiesto a la nación e instó a los diputados federales a que se reunieran en esta ciudad, para formar el Congreso que nombraría al presidente. Tanto El Federalista, La Columna de la Libertad, así como El Correo Nacional contienen en sus páginas una parte del desenlace histórico de la guerra, pues fueron parte de ella. En su discurso periodístico se encuentran los resultados de algunas batallas, al igual que las decisiones que tomaron tanto políticos como militares. Durante la guerra existió una profunda división entre los mexicanos; dos grupos se formaron, unos que abogaban por finalizar la guerra y otros que deseaban continuar con ella. Esta fragmentación se reflejó particularmente en las páginas de El Federalista, donde se publicaban las resoluciones del Congreso reunido en Querétaro en el pequeño edificio de La Academia (hoy Auditorio Esperanza Cabrera).

La Academia hoy Auditorio Esperanza Cabrera. Una placa en dicho lugar que “en ese edificio el 19 de mayo de 1848 el Congreso de la Unión ratificó el Tratado de Paz de Guadalupe-Hidalgo, firmado con los Estados Unidos de Norte América el 2 de febrero del mismo año”.

El final de un triste episodio nacional

En el ámbito diplomático comenzaron las negociaciones, mismas que progresaron, por lo que se acordó un tratado, al cual se le dio el nombre del lugar y se comenzó a pactar el 2 de febrero de 1848 en la Villa de Guadalupe Hidalgo, por los comisionados de ambas partes. Este tratado de paz, amistad y límites entre México y los Estados Unidos, para que tuviese validez, requirió la ratificación de los senados de las dos naciones. Doce días tardaron los congresistas mexicanos en debatir el tratado, el cual fue aprobado en el mes de mayo por una votación de 51 votos contra 35 y el senado lo aceptó posteriormente. Vale la pena mencionar que dicho tratado no se aprobó en los mismos términos en que se había celebrado inicialmente y se le hicieron algunas modificaciones. Después de varias sesiones, Manuel de la Peña insistió en que la firma del tratado salvaba a la nación y fue firmado por él en una mesa que actualmente se resguarda en el Museo Regional. La singular mesa de madera, al parecer pertenece al siglo XVIII, y forma parte del patrimonio del citado museo, pues se exhibe en la sala de exposición permanente "Querétaro en la historia mexicana".

Fotografía de la mesa donde Manuel de la Peña y Peña firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo.

La imprenta de Mariano Lara, se ubicó temporalmente en Querétaro en la calle de Chirimollos número 15 (hoy Pasteur Norte 26-b), y de este taller tipográfico salió El Correo Nacional; en dicho taller también se imprimió por primera vez el Tratado Guadalupe-Hidalgo.

Casa donde estuvo temporalmente la imprenta de Mariano Lara, Chirimollos número 15 (actualmente Pasteur norte número 26-b).

En esta ciudad actualmente es posible observar algunas placas en varias edificaciones, que son el testimonio de diversos hechos históricos ocurridos en ella. Por ejemplo el entonces presidente Manuel de la Peña y Peña se alojó en una casa situada en la entonces 3ª calle de San Antonio (ahora Hidalgo). En Querétaro el gobierno federal estuvo ocho meses, del 12 de octubre de 1847 al 12 de junio de 1848.

Casa donde se alojó el entonces presidente Manuel de la Peña y Peña (actualmente Hidalgo número 29).

Consideraciones finales

Hace ciento setenta años se firmó el tratado Guadalupe-Hidalgo, mediante el cual México perdió la mitad de su territorio; este hecho debe hacernos reflexionar sobre la unidad que, como mexicanos, debemos tener y hacer a un lado nuestras diferencias clasistas e ideológicas. Actualmente con la administración del presidente Donald Trump la política migratoria discriminativa ha sido muy severa y la idea de que México deba pagar para terminar el muro muy criticada, ofensiva y polémica. Resulta evidente que la relación diplomática entre nuestro país y los Estados Unidos debe ser más cordial, como buenos vecinos que compartimos una frontera, por lo que debe emplearse otro tipo de estrategias para el bien común de ambas naciones.

Querétaro, por su posición geográfica desempeñó un papel significativo al ser la capital de la República Mexicana de octubre de 1847 a junio del siguiente año, y fue el punto de atención de toda la nación. Se debe reconocer que los queretanos durante este periodo bélico demostraron un verdadero patriotismo y una gran hospitalidad, no sólo al dar acogida al Supremo Gobierno, sino también al contribuir para la guerra. En esta ciudad actualmente es posible observar algunas placas en varias edificaciones, que son el testimonio de diversos hechos históricos ocurridos en ella en diferentes periodos, lo que demuestra que el pueblo hace la historia en las calles y edificios. Hoy en día los historiadores estamos siendo formados profesionalmente para difundir estos acontecimientos que no deben caer en el olvido; al contrario, deben permanecer con orgullo en la memoria colectiva. Esta guerra fue una dura lección no aprendida que sufrió el Estado Mexicano en el proceso de su conformación y consolidación. A través de la narración de los hechos históricos se trató de promover una identidad nacional y la historia oficial fue el medio, la creación de “héroes” es un claro ejemplo. Para el caso de Querétaro tras la guerra se dio un bum en el periodismo local, y poco a poco los periódicos se convirtieron en los portavoces de un sector determinado de la sociedad. La pérdida de un vasto territorio debió causar un shock en la mentalidad mexicana y trastocó la vida política; no obstante, diez años después los mexicanos vivieron otra guerra de 3 años (1857-1860) y posteriormente la guerra de Intervención Francesa (1862-1867).

El Museo Regional resguarda y exhibe un vasto patrimonio histórico-cultural, el cual se difunde; estas breves líneas estuvieron encaminadas en ese sentido. La mesa donde se firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo indudablemente constituye una pieza museográfica invaluable, debido a que es un objeto histórico que nos traslada a un periodo bélico que cimbró a toda la nación.


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