Existen numerosos pianistas en el mundo, pero muy pocos han pasado a la historia como una leyenda. Este es el caso particular de Esperanza Cabrera, renombrada pianista queretana que pasó a la historia como una de las concertistas más talentosas de México del último siglo.
Cuando se busca en Google su nombre, los resultados arrojan todo menos una página que ahonde sobre su historia; pocas son las fuentes que abordan su paso por la historia, pese a la cantidad de espacios culturales y concursos que se encuentran nombrados en su honor. La Estudiantina de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) revive su legado al interpretar Serenata Queretana, pieza que presume ser de autoría de la concertista.
Con la intención de dar una respuesta a la incógnita de ¿Quién fue Esperanza Cabrera?, especialmente en el 100 aniversario de su nacimiento, BARROCO se dio a la tarea de realizar un recuento histórico de la trayectoria de una de las hijas de Querétaro, Esperanza Cabrera, reconocida a nivel nacional por su destreza en el piano y su labor en la enseñanza musical de nuevas generaciones.
Para ello, nos pusimos en contacto con la investigadora Oliva Solís Hernandez, especialista en Estudios Género y docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Niña prodigio
Esperanza Cabrera Muñoz nació en Querétaro el 16 de febrero de 1924 y desde su infancia se destacó por sus dotes musicales. En una foto recuperada por la investigadora Oliva Solís Hernández del Fondo Eduardo Loarca Castillo –director general del Museo Regional de Querétaro de 1969 hasta 1986– se puede apreciar a la pianista en su infancia tocando este instrumento, y recibiendo flores tras haber brindado un recital.
“Encontrar información sobre la maestra fue complicado, porque muy poco se ha escrito sobre ella. El maestro Loarca fue una pieza clave para la información que tenemos hoy en día, puesto que al fallecer la maestra, él se dedicó a escribir un esbozo biográfico que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico del Estado, tiene una extensión de unas 20 páginas. Ellos tenían una relación cercana porque durante muchos años compartieron la formación musical y trabajaron como docentes en el Conservatorio de Música, al igual que el tiempo en el que colaboraron cuando él estuvo al frente del museo. Así que por esta amistad, el maestro Loarca se dedicó a escribir sobre Esperanza Cabrera y a realizar diversos esfuerzos para mantener viva la memoria de ella”, expresó Oliva Solís.
Para poder realizar la reconstrucción de su trayectoria artística para la ponencia Mujeres de México. Siglo XIX-XX, la investigadora tuvo que dividir la vida de Esperanza Cabrera en tres momentos: sus primeros años de formación hasta que se convirtió en concertista; el período en el que la pianista desaparece de la escena pública, y su reaparición al escenario local como profesora y concertista.
La información la recuperó del archivo del Museo Regional de Querétaro –esto por los años que la artista realizó conciertos en dicho espacio cultural–, de los archivos de Eduardo Loarca Castillo –quien tuvo una amistad cercana con la maestra y dedicó parte de su carrera en enaltecer el legado de la pianista– y de las entrevistas realizadas a los estudiantes de Cabrera Muñoz.
“La primera etapa de Esperanza Cabrera, en mi propuesta, termina hasta 1948, cuando la maestra obtiene su título como concertista de piano y de ahí viene un interludio de conciertos a nivel nacional, porque ella fue sumamente reconocida por músicos y directores de la época como Manuel M. Ponce y Arnulfo Miramontes. Sobre esta etapa, el maestro Loarca llegó a escribir que esas giras mermaron su salud, ya que desde esa época se le había detectado un problema de corazón a Esperanza Cabrera”, añadió.
Para la investigadora, el tema de la salud de la pianista fue uno de los principales factores para que ella desapareciera de la escena pública durante varios años, tiempo que coincide con el comienzo de su vida matrimonial. “La interpretación que yo hago es que por estos mandatos de género que son propios de la mujer, se ve interrumpida la carrera de Esperanza Cabrera, porque entre la salud y el matrimonio, ella además tiene que dedicarse a atender la vida doméstica. Ella tiene a sus hijos, los cría y todo lo que hace durante esos años fue dedicarse a la docencia, estuvo dando clases de música en distintos colegios, en distintas escuelas aquí en la capital del estado. Digamos que eso fue por los cincuentas, y no fue hasta los setentas que, al coincidir con la llegada del profesor Loarca al museo y que sus hijos ya estaban un poco más grandes, fue que ella regresó a la vida pública y así estuvo hasta su muerte. Los últimos 10 años de su vida fue presentando conciertos para el público”, añadió.
Esperanza Cabrera murió el 24 de diciembre de 1979, un día después de que falleciera la poeta y periodista, Paula de Allende. Después de su muerte, Eduardo Loarca colocó en el Auditorio del Museo Regional una serie de cuadros de destacados músicos queretanos, entre los que se destaca el de la pianista. En 1986, los restos de Esperanza fueron trasladados al Panteón de los Queretanos Ilustres, donde le hace compañía a Josefa Ortíz de Domínguez y Josefa Vergara.
En su honor, el Patronato de las Fiestas de Querétaro instituyó un concurso de música llamado Esperanza Cabrera, mientras que la Facultad de Artes –antes Bellas Artes– de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) bautizó a su con el nombre de la concertista y propuso la creación del Concurso Nacional de Interpretación Pianística “Esperanza Cabrera”.
Más datos sobre la vida de la pianista
Esperanza Cabrera inició sus estudios musicales con su madre, Esther Muñoz, para posteriormente ser estudiante de Dolores Camacho. Durante sus años de formación compartió el escenario con las pianistas Carmen Septién Sicilia y Enriqueta Rangel.
A los ocho años tocó en la radio XEW La Voz de la América Latina un Nocturno de Federico Chopin, al terminar su interpretación, la esposa del presidente Abelardo L. Rodríguez, que se encontraba escuchando el programa y quedó cautivada por la excelsa interpretación de la pequeña, solicitó que repitiera su participación.
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En 1943 participó en un concierto en el Museo Regional donde compartió el escenario con Manuel M. Ponce, Julián Carrillo y Fany Anitua. Dos años después fue la invitada de honor de Manuel Ávila Camacho, presidente de la república de 1940 a 1946.
El 20 de junio de 1975, la pianista ofreció junto a Loarca Castillo un concierto a beneficio para la restauración del templo de Santa Rosa de Viterbo. En dicha presentación participaron sus alumnos más destacados: Leticia de la Isla Herrera, Kapadia, Fernando Muñoz, Ezequiel Martínez, Ángel Martínez y Agustín López.
Dentro de su repertorio era común escuchar piezas de Bach, Mozart, Beethoven, Domenico Scarlatti, Federico Chopin, Franz Liszt, Lecuano, Jordá, Paderewski, Manuel M. Ponce, Fernando Loyola, entre otros.