Roberto Meléndez y Hans Kelsen, historia de una decepción…. I

Vitral

Alfonso Franco Tiscareño | Colaborador Diario de Querétaro

  · miércoles 13 de enero de 2021

¿Por qué se decepciona, por qué se desencanta un hombre con el mundo, qué cadena de eventos lo llevan a la más profunda melancolía y abandono? ¿Quién puede saberlo?, tendríamos que hablar de seres concretos porque cada uno de nosotros es una historia en cuyo camino confluyen una infinidad de factores muy complejos. En el caso de don Roberto Meléndez Pérez podemos indagar muy poco, no sólo por la falta de datos, sino porque es prácticamente imposible acercarse al sinnúmero de vivencias que tiene un ser humano, y en el caso que vamos a relatar se conjugan estos dos factores. Roberto Meléndez –una persona importante en nuestro entorno familiar– fue un estudiante de derecho que terminó la carrera en la UNAM en la década de los 50’s del siglo XX, en lo que entonces era el Distrito Federal.

Leyendo un texto sobre la caída del imperio austrohúngaro encontré el nombre de Hans Kelsen… Hans Kelsen, y recordé que era un nombre que le escuché repetir muchas veces al señor Roberto Meléndez, ¿qué significaba Kelsen en su vida?, ¿por qué lo nombró varias veces?, ¿acaso era un modelo a seguir, una inspiración, un ejemplo? Y si así era ¿por qué no tuvo los arrestos para iniciar un camino inspirado en su héroe quien fue un gigante de la jurisprudencia?, ¿por qué no tuvo la fuerza para imitarlo? Nos damos cuenta de que la vida de los hombres y mujeres relevantes, los que llevan a cabo grandes hazañas en el mundo, está forjada por un camino de intenso trabajo, disciplina y talento que las más de las veces no poseen todos los seres, o no son capaces de llevar más allá de los límites de su propia fuerza e inteligencia. Se debe, sobre todo, a que requiere mucho empeño, dedicación, voluntad, trabajo. Es fácil desde afuera admirar a los grandes hombres, pero no es tan fácil seguirlos. Y no es que la sociedad humana sólo esté compuesta de avatares y héroes, o de que sólo por ellos se haya logrado para bien o para mal estar donde nos encontramos. Se trata de una espiral dialéctica, de una relación compleja entre estos seres dotados y superdotados, y la gente digamos común. Ni son sólo unos los que construyen el mundo ni es la masa la que ha hecho sola a la sociedad, es una relación en la que unos y otros se influyen, unos con su individualidad y otros con el contexto de lo general.

Foto: Cortesía | claricelispector.ims.com.br / Acervo Autora / IMS

Cuando hablamos de Hans Kelsen estamos hablando del que es considerado el más grande jurista del siglo XX, cuando el sr. Roberto lo mencionaba yo ignoraba de quién hablaba y cuál era su relevancia, y no recuerdo que él me haya contado nada importante de este abogado. El licenciado Meléndez estudió derecho en la UNAM, en la época en la que en México todo hombre respetable debía estudiar para abogado, era una de las mejores formas de lograr una posición en la sociedad. Fue la antigua Escuela Nacional de Jurisprudencia la que dio origen, por la iniciativa aprobada el 29 de marzo de 1955 por el Consejo Universitario, a la Facultad de Derecho.

Es seguro que en sus estudios Roberto haya conocido por su obra a Hans Kelsen, y dada la relevancia de este hombre se haya convertido en un admirador devoto. Kelsen le significaba un gran abogado formado en lo que fue el poderoso imperio austrohúngaro. Aquí es donde los datos comienzan a ser borrosos y quizá ya imposibles de conocer con certeza. El sr. Meléndez ya no vive en este mundo, y no sabemos de nadie que haya sido su condiscípulo o amigo que pudiera proporcionar datos al respecto.

Foto: Cortesía | Editora Edusp

Don Roberto tuvo un amigo y compañero en la Facultad de Derecho de nombre Ariel Peralta. Ariel tenía varios hermanos, hijos del señor Peralta. A este último le simpatizaba el joven estudiante Roberto a grado tal que le consiguió una plaza en la Secretaría de Hacienda, lugar donde conocería a la que luego sería su esposa, doña Alicia Hernández. Debido a todo esto, Roberto apreciaba mucho al padre y a los hijos, y quizá por esto también citaba el nombre de Ariel mucho más que el de Kelsen. Peralta por aquí, Peralta por acá, Peralta más allá. Creo que era otro caso de admiración por lo que le hubiera gustado ser y alcanzar, y que no había podido o querido don Roberto. O simplemente admiraba al licenciado Ariel Peralta por sus logros indiscutibles. Este señor se había ido a estudiar un doctorado a Alemania con todo lo que eso implicaba: dominar a la perfección un idioma, abrirse paso en una país lejano y de alto nivel, haber logrado ingresar a una de las escuelas más prestigiosas del mundo: la Universidad de Marburgo, haber cumplido su meta y obtener un posgrado en Derecho en una institución de primera categoría. No era para menos la admiración y e

l orgullo que don Roberto sentía por contar con la amistad del licenciado Peralta. Sin embargo, no tenemos forma de conectar a esta familia para obtener más información valiosa. Hemos perdido toda posible pista. El paso del tiempo va borrando todo sin remedio, tan sólo queda atar algunos cabos sueltos para armar una historia que sirva de referente antropológico, o al menos como base para la construcción del edificio biográfico y familiar de sus descendientes, hijos y nietos. Que éstos tengan aunque sea una breve semblanzas de quién fue su padre, su abuelo. Esos datos, aunque escasos les darán buen sustento y bases para fundamentar sus propias vidas.

El jurista Hans Kelsen vino en alguna ocasión a México, es probable que don Roberto haya ido a una conferencia, o cuando menos haya sabido de la presencia del eminente abogado. Lo que sí es seguro es que algunos de los insignes profesores de la Facultad de Derecho de la UNAM hayan ido a alguno de los eventos en los que Kelsen estuvo en México, y seguro varios de ellos tomaron clases en Europa o Estados Unidos con el jurista internacional. Hay que señalar que a Hans Kelsen le fue otorgado un Doctorado Honoris Causa en 1951 por la UNAM. Y aunque Kelsen impartiría unos Cursos Extraordinarios en la universidad en 1943, dicha visita no se concretó hasta 1960, fecha en la cual probablemente don Roberto ya habría terminado sus estudios y estaría recién egresado.


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