En la película Roma se nota la influencia del neorrealismo italiano. Ésta fue una corriente cinematográfica que después de la segunda guerra mundial impactó al mundo con películas que intentaban estar muy apegadas a lo real, actuadas por actores no profesionales y filmadas en locaciones naturales. Como puede inferirse, estas características las podemos distinguir en la cinta de Cuarón. La primera película enmarcada en este género que impresionó fuertemente al autor fue Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica. Esta obra transformó por completo la visión que el Alfonso adolescente tenía del cine. Él vivió un suceso que cambió su vida. Un día sus padres salieron de noche, y junto a un primo que estaba con él, se pusieron a ver la tele. Ahí anunciaron que pasarían una película para adultos, y por supuesto, los adolescentes se dispusieron a verla. Resultó que la película era esta obra maestra de Vittorio de Sica. Un solo momento, en televisión abierta, cambió la percepción y vida de Cuarón. A partir de ahí, buscó más películas de esa calidad, otras propuestas más allá de lo meramente comercial.
Roma es un ejercicio neorrealista que mira en retrospectiva a los principios de la década de los setentas. Es un cuadro, un mosaico, en donde a partir de una aparente historia muy sencilla, se permite desplegar variados temas complejos: el machismo, la situación de las sirvientas, el clasismo, sexismo, el autoritarismo político, la represión del Estado, el alcohonazo del 71, el ambiente clasemediero de ese tiempo, y la visión infantil del mundo en curso a partir de su propia familia.
En el contexto de los años 70 del siglo pasado, todavía estaba muy mal visto divorciarse. El hombre es un don Juan admirable si anda con varias mujeres, en cambio, ellas son unas pirujas si se atreven a lo mismo. Son ideas muy enquistadas no sólo en México, sino en muchas partes del mundo. Se trata de la sociedad patriarcal, en donde la mujer es un objeto desechable, cuyos sentimientos no importan. Lo constatamos en la actitud del doctor respecto a su esposa Sofía. Cuando la abandona no da la cara, no es sincero, no se presenta nunca, evade su circunstancia. Esa una forma de ejercer el poder machista en forma contundente, opresiva. La señora se va acabando moralmente, dislocando psicológicamente, recurre al alcohol como consuelo, y a la esperanza de un futuro con grandes aventuras. Señala el filósofo Michel Foucault en el libro antes citado que: “Si se quiere captar los mecanismos de poder en su complejidad y en detalle, no se puede uno limitar al análisis de los aparatos de Estado.” El poder dominante se gesta desde abajo. Y es en la relación hombre-mujer, y hombre-familia, en donde podemos identificar y palpar la manera en que el poder se genera y ejerce. La señora Sofía no encuentra la salida, o busca escapes falsos, y como dijo Freud: las emociones que no se expresan, se quedan enterradas en lo más profundo de la psique, y aparecerán después manifestadas de peor forma.
Dice un bloguero a propósito de la película: “Es bien sabido que tener una empleada doméstica en México es un símbolo de status, principalmente para las familias de clasemedieros (o aquellas que aspiran a alcanzar esta etiqueta), que ven como algo completamente normal que una mujer, sin importar su edad, trabaje hasta 12 horas ininterrumpidas realizando una de las labores más agotadoras que existen: la limpieza del hogar e indirectamente las tareas de cuidado y acompañamiento.” Esto es sólo verdad en parte, hubo muchos casos en que familias de clase media baja también contrataban una muchacha para las labores domésticas, porque ya desde los cincuentas, del siglo XX, se daba la situación de mujeres que trabajaban y no tenían quién les cuidara a sus hijos y les ayudara en casa. Y no era por una cuestión de estatus, sino de necesidad. Eso sí, con marcados aspectos clasistas, por ejemplo a esas trabajadoras se les llamaba sirvientas, y no por mala onda, sino por esa carga de historia añeja que las palabras cargan a sus espaldas. Palabra cuyo origen se encuentra, en el caso de México, en la etapa colonial, en donde, en efecto, existía la servidumbre como clase social. Ya en el siglo XX no se trata exactamente de sirvientes esclavizados, aunque sí de gente de clase social baja, con salarios paupérrimos, analfabetas y discriminados socialmente.
Tampoco es que esas personas de clase media baja dijeran: “mira, una indígena, vamos a explotarla”. La realidad es mucho más compleja, y por lo mismo, se dan una serie de condiciones históricas, atávicas, contextuales que propician que las situaciones sean de una determinada forma. En ese sentido podríamos hablar de una constelación social, en la cual naces y a la cual reproduces. Entorno que obedece a todo un sistema económico, social, político e ideológico, que muchas veces se reproduce de manera inconsciente y acrítica.
Los refranes reflejan mucho del sentir y la cultura de los pueblos. Allá por años 70’s se escuchaba mucho esta frase: “carne de gata, buena y barata”. Gata se les llamaba -aún hoy- a las sirvientas, a las empleadas domésticas. Es decir, que su ser como personas quedaba reducido a una carne factible de comerse, de poseerse sexualmente, de manera fácil, con engaños. Además de ser carne sabrosa, buena, y fácil de adquirir, accesible, sin complicaciones. Salía barata. Por eso Fermín puede abandonar a Cleo en el cine cuando se entera de que está embarazada. Cuando ella lo busca en la puerta, en medio de la gente, sólo una calaquita vaciladora baila a su lado. El machismo es lo que mueve a Fermín, el halcón paramilitar, que participa en la matanza contra estudiantes del 10 de junio de 1971, en la Ciudad de México, bajo la presidencia de Luis Echeverría Alvarez.
El poder opresivo de un Estado autoritario, más el poder opresivo de la cultura machista existente en México, propician una situación en que mujeres, jóvenes y niños quedan expuestos a la violencia, al abandono, a la incomprensión. Cuando Fermín en avisado de que Cleo “ha encargado”, el halcón la amenaza con la misma arma con la que agredirá a los estudiantes en la manifestación: un kendo. A tal grado llega la frialdad y maldad de este hombre que en el momento de la matanza, persiguiendo a un estudiante dentro de una mueblería, llega a apuntar con una pistola a Cleo y a la abuela quienes han ido a comprar la cuna para el próximo bebé. Fermín, por cierto, viste una camiseta con un ícono que estuvo muy de moda en aquellos días: “Amor es…”, y amor era un montón de cosas. En este caso, la camiseta del halcón decía: “amor es…recordar tu primer beso…” Después de ser amenazadas, quizá del susto, ahí mismo se le rompe la fuente a Cleo, precipitando un parto del cual nacerá una niña muerta. Qué símbolo más brutal de toda la situación tanto contextual, familiar e individual. A esta oscuridad sólo la alumbra el sol destellante de una puesta de sol en Veracruz. La luz de un ocaso, después del peligro de ahogamiento de la niña Sofí.
Un punto interesante de preguntarse es porqué siempre hay excrementos del perro “Borras” en el patio, a pesar de haber dos empleadas domésticas en la casa que podrían tener aquello muy limpio, impecable. Quizá sea debido al exceso de quehacer, o a la indolencia de las empleadas, dado que en algún momento, la dueña de la casa tiene que exigirles con bastante molestia que hagan la limpieza de los deshechos del perro. Estas escenas, una de dos: o sólo forman parte del exquisito trabajo de reconstrucción de la realidad en donde todo detalle fue cuidado, o quizá tengan algún significado, consciente o inconsciente, que simbolice el estado de la situación anímica existente en el hogar. Quizá, involuntariamente, se adoptó el punto de vista psicoanalítico, en donde el excremento, que es un tesoro para Sigmund Freud, represente que Cuarón ha querido regresar a toda la mierda del pasado, y que esos excrementos simbolizan todos los tesoros que existen en esas vivencias por más duras que éstas sean.
Puede ser que los hechos recordados por Cuarón hayan sido representados tal cual, pero quizá valga la pena la especulación cuando observamos que en la escena en que el papá se despide, disque para irse a Canadá a un congreso, pisa tremenda mierda de perro que se lleva embarrada en el zapato en su presurosa y fría huida. En ese momento su esposa lo abraza, aferrada, y él, casi deshaciéndose de ella, parte para siempre, abandonando a su familia.
Roma es un drama contemporáneo, narrado en forma neorrealista, al que sólo el tiempo dirá el lugar que le corresponde dentro de la historia del cine nacional y mundial. Hay oscuridad y pesimismo en ella, de la mano de cierta esperanza. Cuando Cleo dice: “yo no la quería (a su hija), yo no quería que naciera”, la oscuridad se hace profunda. Por mientras, esos detalles tan significativos que construyen la cinta, son un tema espejo, un punto para reflexionar en nuestro presente familiar y social.