En las afueras de la casa que habitó el escritor colombiano yque, se dice, adquirió tras ganar el Nobel de Literatura, lucióvacía, nadie que llegara a cantarle las famosas mañanitas, nicartas, ni globos en su memoria, ni mucho menos flores, solo dosjardineros podando el césped, así como un árbol de buganviliaque decora dos ventanales del inmueble.
Notimex visitó el lugar para preguntar si se esperaba la visitade alguien importante o de arreglos florales en la memoria delautor de “Cien años de soledad”, y los trabajadores de la casadijeron no saber, pero refirieron que doña Mercedes Barcha, viudadel autor colombiano, se encontraba en el domicilio.
Mientras entraban y salían con mangueras y otros implementospara regar y recoger el pasto que estaban cortando, al interior seobservaba la camioneta que usualmente transportaba a “Gabo”,como cariñosamente le decían sus amigos, una de color grisOxford.
Minutos después, dos elementos de seguridad aparecieron, semostraron distantes, pero a la vez meticulosos con el equipo deNotimex; uno de ellos, ataviado de civil, realizaba un par dellamadas desde su celular, todo era en calma, solo transitabanvecinos por el lugar y uno que otro auto salía de suscocheras.
A las 12:15 horas llegó al domicilio otra camioneta de la mismamarca, esta vez en color rojo cereza, y del interior descendió unajoven de más de 30 años de nombre Emilia y quien dijo ser nietade García Márquez, acompañada de su perro, un bóxer alemán,muy cachorro por cierto.
Consultada sobre si en el interior de la casa se tenía unpequeño altar con flores y velas en memoria del escritor nacido enAracataca, Colombia, reveló desconocer si era así, "apenas vengollegando", dijo y segundos después ingreso de manera apresurada ala casa.
A penas dos minutos después, llego una motocicleta a entragarun paquete de mensajería, mismo que fue recibido, pero la calmacontinuaba y el Sol comenzaba a caer a plomo.
Los elementos de seguridad en el lugar recordaron que en añosanteriores, un grupo de periodistas arribaba a la casa a entonarlas mañanitas el escritor, pero "desde que murió, hace tresaños, ya nadie se acuerda de él".
Revelaron que en marzo de 2014 fue la última vez que salio elintelectual colombiano a agradecer la visita, y en aquella ocasiónno lo hizo una, sino dos veces. “Abrieron la puerta dos veces esavez, y desde entonces ya nada, ya nadie se acuerda”, dijo uno delos vigilantes.
Pero el "milagro" llegó con una joven en bicicleta de montañay casco, ataviada con un pants gris hasta las rodillas y unacamiseta fluorescente; en punto de las 12:11 de este día seapresentó para entregar un ramo de rosas amarillas, las favoritasdel escritor colombiano.
“Soy Emily”, dijo al tocar el interfon, y segundos despuésse abrió la puerta de la residencia, donde preguntó si podíaingresar con su bicicleta, lo cual le fue permitido.
Antes, se le cuestionó qué parentesco tenía con la familia, alo que respondió que solo era amiga. De igual manera confeso quecada año le llevaba rosas amarillas al multipremiado escritor,“lo hago desde que cumplió 84 años de vida y siempre lohago”, dijo la joven.
Por la calle, nada acontecía, solo el transitar de autos de lacalle de doble sentido, pajarillos cantando y, desde lo alto,Gabriel García Márquez seguramente atestiguando el que hubierasido su cumpleaños número 90.