/ miércoles 8 de mayo de 2019

Ser padres en tiempos de millennials

Vitral

Tener hijos no lo convierte a uno en padre…. Michael Levine

Tener una imagen certera de nuestro padres no es cosa fácil, sin embargo, es un aspecto fundamental para desarrollar un vida sana tanto física como emocionalmente. Estas reflexiones surgen al leer un resumen del libro de Sigmund Freud La novela familiar de los neuróticos (1909). Sin ser un experto en la literatura freudiana, me parece que esta lectura proporciona muchos elementos para reflexionar a propósito de la familia. La relación con nuestros padres es la primera de nuestra vida y la que más nos marca. En los primeros años nuestros padres son lo máximo para nosotros, nuestro héroes, nuestros ejemplos a seguir, pero conforme pasa el tiempo, y los niños van creciendo y captando más de la vida, comenzamos a detectar situaciones que van provocando que la imagen idealizada de ellos se nos caiga, y entonces se entra en una crisis que corre el riesgo de irse hasta el polo contrario, en donde nuestros padres son lo peor y los más malos del mundo. Y comienzan las comparaciones con otros a los que idealizamos para denostar a los nuestros.

De un polo al otro hay muchas variantes y situaciones donde las posibilidades son muchas y los eventos complejos. Hay desde quienes aparentemente nunca pasan por crisis así, hasta los que viven rupturas dolorosísimas que dejan tristeza y desolación por todas partes. Triste es cuando desde dentro, en la familia más cercana, se encargan de envenenar al alma de los niños hablándoles mal de sus padres. A veces se dejan huellas imborrables que marcan a fuego las relaciones parentales.

Cierto es también que los padres, con sus acciones y palabras, son los primeros en sembrar lo que sus hijos pensarán a futuro de ellos. El trato, las atenciones, la comunicación o la falta de ella, el cariño o su ausencia, van gestando los pilares de lo que esa relación será a futuro. Siendo la primera, la más cercana, puede convertirse en conflictiva y lejana. Es necesario que ambas partes, con serenidad y madurez, rompan los diques autocríticamente, pero éste no es un proceso fácil. Sólo la buena voluntad, la honestidad, la comunicación, pero sobre todo el amor, son las llaves para abrir las compuertas de la separación y el resentimiento.

Los que quieran ser buenos padres, buenas madres, han de acercarse a la sabiduría, la que quieran, pero a una sabiduría probada. No importan los errores cometidos en el pasado, las caídas, las equivocaciones, siempre habrán de regresar a la antorcha que proporciona luz para corregir el camino. No se puede ser un buen padre o una buena madre a ciegas, a como se te ocurra, o a como te amanezca el día. Estás enfrentado a la máxima responsabilidad que puede tener un ser humano, y has de pararte ante tal desafío de la mejor manera, y para ello se requiere acercarse a la sabiduría.

El camino de ser padres es arduo, más en los tiempos en que vivimos, en los que las niñas y los niños están rodeados de tanta maldad y malos ejemplos. Sólo una buena y sólida educación, acompañada de un inmenso amor incondicional y buenos ejemplos, podrán sacar adelante a las familias que enfrentan tan grandes retos.

A veces, y por voluntad, estamos atenazados en un dilema tremendo: ¿se puede caminar por el mundo, en estos tiempos violentos sin proceder igual, sin maldad, sin ego? Para muchos es inconcebible, pues consideran que la vida los haría pedazos. Para otros, podría haber un término medio para sacar el ego cuando sea necesario. Otros, como Cristo y Buda entre ellos, han planteado que no sólo es posible caminar sin violencia y sin egoísmo, sino que es absolutamente necesario dejar atrás el ego para gozar de una existencia plena y feliz en esta tierra. Los tres caminos son arduos, pero sólo uno proporciona salud, paz y amor a raudales.

La inseguridad social que se vive producto de la delincuencia y la impunidad es otro factor que enfría las relaciones. ¿Con qué confianza se puede compartir algo de uno con los demás cuando hay tanta amenaza rodeando nuestros actos? ¿Con qué ánimo se puede hablar, invitar, si no sabes con quién estás hablando y qué pensamientos habitan en el corazón de cada quien? Se dirá que esto ha pasado siempre, y es cierto, pero en estos tiempo está superagudizado, desafortunadamente.

Estamos cada vez más aislados y más solos, nuestras relaciones son superficiales. Ya los niños no pueden jugar en la calle sin vigilancia. Es sabido que las amistades se cultivan, pero cada vez es más complicado encontrar hermosas flores que regar.

Claro, tampoco puede uno cruzarse de brazos y quedar hundido en la amargura y la soledad. Es necesario arar apasionadamente la tierra, sembrar, abonar, regar el jardín de la amistad y la solidaridad, creyendo en la fuerza del cariño y el amor. No podemos aceptar calladamente el imperio del latrocinio y la maldad. Estaríamos hundidos. Nada tendría sentido.

Sólo el paso de los años, las experiencias, los sufrimientos y las alegrías, pueden hacer comprender a un ser reflexivo, que los padres son seres humanos con defectos y virtudes. Que puestos a buscar los errores los van a encontrar bien pronto, que si se quedan anclados en ellos, sólo les espera la tristeza y el resentimiento. Que si resaltan las bondades y aciertos encontrarán inspiración para forjar su propio vivir de manera distinta.

En la vida hay de todo, no puede correr de una sola manera, está compuesta de todas las vivencias y circunstancias, cercanas o lejanas, tristes o alegres, y la construcción de una familia corre al parejo igual. Las mejores herramientas para enfrentar lo presente y lo por venir son la disciplina, la solidaridad, el trabajo, la educación, la empatía, la responsabilidad, los límites, el cariño, pero sobre todo el amor. Saber escuchar, desarrollar una grandes orejas, poner a tiempo la solución a los problemas, prevenir antes que lamentar, experimentar en cabeza ajena, aprender de la experiencia de los que saben. Entonces, las familias, a pesar de las crisis y caídas, estarán en el camino correcto.

El papel de las mamás en todo este proceso es fundamental, clave. A últimas fechas hemos atestiguado una crisis de valores brutal en donde hemos visto que casi nada queda de aquellas madres estrictas y severas, ahora se ha pasado a madres pasalonas, débiles, complacientes, cómplices y hasta alcahuetas con las actitudes equivocadas de sus hijos.

Y ¿qué decir de los papás? ¿Qué comportamientos y conductas tienen ante sus hijos? Una sociedad que coloca sus valores principales en el tener y no en el ser, es fácil que pierda los valores de la convivencia y el desarrollo social sano, tranquilo, trabajador, en paz. Padres y madres deben evaluarse, reflexionar continuamente acerca de su labor, para ver si están realizando adecuadamente su trabajo.

Finalmente, subrayamos lo importante que es prepararse permanentemente para ser buenos padres. Es la responsabilidad más grande que puede haber para un ser humano en esta tierra. En ellos está la enorme responsabilidad de impedir que el círculo pernicioso del mal se repita inevitablemente. Una educación esmerada, crítica, lúcida, amorosa, puede intentar evitar muchos males. Este camino sólo pasa por el rumbo de la sabiduría, la cual será siempre fuente de inspiración y guía.

https://escritosdeaft.blogspot.com

Tener hijos no lo convierte a uno en padre…. Michael Levine

Tener una imagen certera de nuestro padres no es cosa fácil, sin embargo, es un aspecto fundamental para desarrollar un vida sana tanto física como emocionalmente. Estas reflexiones surgen al leer un resumen del libro de Sigmund Freud La novela familiar de los neuróticos (1909). Sin ser un experto en la literatura freudiana, me parece que esta lectura proporciona muchos elementos para reflexionar a propósito de la familia. La relación con nuestros padres es la primera de nuestra vida y la que más nos marca. En los primeros años nuestros padres son lo máximo para nosotros, nuestro héroes, nuestros ejemplos a seguir, pero conforme pasa el tiempo, y los niños van creciendo y captando más de la vida, comenzamos a detectar situaciones que van provocando que la imagen idealizada de ellos se nos caiga, y entonces se entra en una crisis que corre el riesgo de irse hasta el polo contrario, en donde nuestros padres son lo peor y los más malos del mundo. Y comienzan las comparaciones con otros a los que idealizamos para denostar a los nuestros.

De un polo al otro hay muchas variantes y situaciones donde las posibilidades son muchas y los eventos complejos. Hay desde quienes aparentemente nunca pasan por crisis así, hasta los que viven rupturas dolorosísimas que dejan tristeza y desolación por todas partes. Triste es cuando desde dentro, en la familia más cercana, se encargan de envenenar al alma de los niños hablándoles mal de sus padres. A veces se dejan huellas imborrables que marcan a fuego las relaciones parentales.

Cierto es también que los padres, con sus acciones y palabras, son los primeros en sembrar lo que sus hijos pensarán a futuro de ellos. El trato, las atenciones, la comunicación o la falta de ella, el cariño o su ausencia, van gestando los pilares de lo que esa relación será a futuro. Siendo la primera, la más cercana, puede convertirse en conflictiva y lejana. Es necesario que ambas partes, con serenidad y madurez, rompan los diques autocríticamente, pero éste no es un proceso fácil. Sólo la buena voluntad, la honestidad, la comunicación, pero sobre todo el amor, son las llaves para abrir las compuertas de la separación y el resentimiento.

Los que quieran ser buenos padres, buenas madres, han de acercarse a la sabiduría, la que quieran, pero a una sabiduría probada. No importan los errores cometidos en el pasado, las caídas, las equivocaciones, siempre habrán de regresar a la antorcha que proporciona luz para corregir el camino. No se puede ser un buen padre o una buena madre a ciegas, a como se te ocurra, o a como te amanezca el día. Estás enfrentado a la máxima responsabilidad que puede tener un ser humano, y has de pararte ante tal desafío de la mejor manera, y para ello se requiere acercarse a la sabiduría.

El camino de ser padres es arduo, más en los tiempos en que vivimos, en los que las niñas y los niños están rodeados de tanta maldad y malos ejemplos. Sólo una buena y sólida educación, acompañada de un inmenso amor incondicional y buenos ejemplos, podrán sacar adelante a las familias que enfrentan tan grandes retos.

A veces, y por voluntad, estamos atenazados en un dilema tremendo: ¿se puede caminar por el mundo, en estos tiempos violentos sin proceder igual, sin maldad, sin ego? Para muchos es inconcebible, pues consideran que la vida los haría pedazos. Para otros, podría haber un término medio para sacar el ego cuando sea necesario. Otros, como Cristo y Buda entre ellos, han planteado que no sólo es posible caminar sin violencia y sin egoísmo, sino que es absolutamente necesario dejar atrás el ego para gozar de una existencia plena y feliz en esta tierra. Los tres caminos son arduos, pero sólo uno proporciona salud, paz y amor a raudales.

La inseguridad social que se vive producto de la delincuencia y la impunidad es otro factor que enfría las relaciones. ¿Con qué confianza se puede compartir algo de uno con los demás cuando hay tanta amenaza rodeando nuestros actos? ¿Con qué ánimo se puede hablar, invitar, si no sabes con quién estás hablando y qué pensamientos habitan en el corazón de cada quien? Se dirá que esto ha pasado siempre, y es cierto, pero en estos tiempo está superagudizado, desafortunadamente.

Estamos cada vez más aislados y más solos, nuestras relaciones son superficiales. Ya los niños no pueden jugar en la calle sin vigilancia. Es sabido que las amistades se cultivan, pero cada vez es más complicado encontrar hermosas flores que regar.

Claro, tampoco puede uno cruzarse de brazos y quedar hundido en la amargura y la soledad. Es necesario arar apasionadamente la tierra, sembrar, abonar, regar el jardín de la amistad y la solidaridad, creyendo en la fuerza del cariño y el amor. No podemos aceptar calladamente el imperio del latrocinio y la maldad. Estaríamos hundidos. Nada tendría sentido.

Sólo el paso de los años, las experiencias, los sufrimientos y las alegrías, pueden hacer comprender a un ser reflexivo, que los padres son seres humanos con defectos y virtudes. Que puestos a buscar los errores los van a encontrar bien pronto, que si se quedan anclados en ellos, sólo les espera la tristeza y el resentimiento. Que si resaltan las bondades y aciertos encontrarán inspiración para forjar su propio vivir de manera distinta.

En la vida hay de todo, no puede correr de una sola manera, está compuesta de todas las vivencias y circunstancias, cercanas o lejanas, tristes o alegres, y la construcción de una familia corre al parejo igual. Las mejores herramientas para enfrentar lo presente y lo por venir son la disciplina, la solidaridad, el trabajo, la educación, la empatía, la responsabilidad, los límites, el cariño, pero sobre todo el amor. Saber escuchar, desarrollar una grandes orejas, poner a tiempo la solución a los problemas, prevenir antes que lamentar, experimentar en cabeza ajena, aprender de la experiencia de los que saben. Entonces, las familias, a pesar de las crisis y caídas, estarán en el camino correcto.

El papel de las mamás en todo este proceso es fundamental, clave. A últimas fechas hemos atestiguado una crisis de valores brutal en donde hemos visto que casi nada queda de aquellas madres estrictas y severas, ahora se ha pasado a madres pasalonas, débiles, complacientes, cómplices y hasta alcahuetas con las actitudes equivocadas de sus hijos.

Y ¿qué decir de los papás? ¿Qué comportamientos y conductas tienen ante sus hijos? Una sociedad que coloca sus valores principales en el tener y no en el ser, es fácil que pierda los valores de la convivencia y el desarrollo social sano, tranquilo, trabajador, en paz. Padres y madres deben evaluarse, reflexionar continuamente acerca de su labor, para ver si están realizando adecuadamente su trabajo.

Finalmente, subrayamos lo importante que es prepararse permanentemente para ser buenos padres. Es la responsabilidad más grande que puede haber para un ser humano en esta tierra. En ellos está la enorme responsabilidad de impedir que el círculo pernicioso del mal se repita inevitablemente. Una educación esmerada, crítica, lúcida, amorosa, puede intentar evitar muchos males. Este camino sólo pasa por el rumbo de la sabiduría, la cual será siempre fuente de inspiración y guía.

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