/ sábado 2 de febrero de 2019

Shakespeare y Cervantes

Domingo 7

Lo que tenemos que contar probablemente pertenezca al ámbito privado pero no deja de tener cierto interés colectivo. Resulta que hace diecinueve años, para celebrar en Cancún el advenimiento del milenio, una cadena hotelera nos auspició el montaje de “El Mercader de Venecia” de Shakespeare. Aprovechando una magnífica traducción realizada en la UNAM, emprendimos la tarea de conjuntar un elenco con actores de todo el estado de Quintana Roo, no solamente para que participaran sino para darle razón a un pretexto: el abogado de la obra tenía que ser un sacerdote maya. En otras palabras, “El Mercader de Venecia” sucedería a finales del siglo XIX en la península de Yucatán.

Tras bambalinas había otra intención: en Cancún la formación de actores estaba limitada a la actividad teatral en una sala del ayuntamiento; entonces, para superar tal limitación nos propusimos el montaje con el propósito de realizar un taller del cual saldrían beneficiados dos de los actores más destacados del grupo que se llama precisamente La Bambalina, grupo que este año cumple 30 años de existencia. De los dos actores, que ahora son piedras angulares del teatro en Cancún, uno se distinguía por su talento histriónico y otro por sus intereses intelectuales: para éste último tramamos la experiencia.

El acercamiento a Shakespeare tuvo dos escalones: el primero se concretó cuando pusimos en escena el sainete que los artesanos de “Sueño de una Noche de Verano” montan en honor de la boda del Duque, sainete que fue el número fuerte en la temporada de teatro-bar que sin interrupciones montábamos en la sala teatral del ayuntamiento. Sobra decir que el número fue exitoso, en buena medida por el texto mismo pero también por la calidad histriónica de los dos actores arriba mencionados. El segundo escalón fue la puesta en escena de “El Mercader…”

Para no hacer el cuento largo diré que Oscar López, el actor estudioso, continuó por la ruta de Shakespeare, tanto en la ciudad de Mérida como en Cancún, y ahora se apresta a construir un parque en el centro de la ciudad, muy cerca de otro que se conoce como el jardín Sor Juana Inés de la Cruz. Obviamente el nuevo parque se llamará Shakespeare.

Tengo entendido que el proyecto camina pero no sé si llegará a buen puerto. Lo cito aquí porque los primeros pasos trazados en la ruta del poeta inglés van por buen camino y no han perdido la brújula. Con el bardo inglés no hay pierde: todos sabemos que el Bardo es de los autores más taquilleros del mundo, incluso en el cine comercial, pero para que el público lo haga suyo es necesario ante todo el respeto a la obra shakespereana que (sea quien sea el que las haya escrito) simple y llanamente es obra de un genio.

Si algún lector llegó hasta aquí se estará preguntando ¿Qué onda? Pues bien, como para la gente de teatro cuesta mucho subir la cuesta de enero, nosotros nos hemos propuesto por lo menos esbozar planes para encontrar tema para esta colaboración. Basta ver la cartelera para saber que los actores están esperando que llegue febrero para hacerse presentes en la escena queretana, en consecuencia, nosotros también estamos a la expectativa y, mientras tanto, planificamos realizar dos versiones teatrales de Don Quijote de la Mancha. Dos versiones más.

Pero de estas hablaremos en la próxima entrega, por lo pronto el discurso pretende destacar la importancia de los autores clásicos, cuya palabra siempre dice más de lo que uno suponía, pues hablan para todas las épocas desde su voz profunda y elevada que, como la de Nietzsche, asciende los peldaños de una cumbre mientras mira los abismos que dan sustento a lo alto. Los clásicos no solamente son maestros, también sin compañeros de la vida y, como a buenos compañeros, se los debe admirar y respetar.

Sin ir más lejos: los consejos teatrales que Hamlet da a la compañía ambulante que trabajará en palacio, son una clase magistral de actuación que se dio hace más de cuatrocientos años, tiempo en el cual no ha perdido vigencia. Es más, como dice Harold Bloom, Shakespeare es el inventor de la humano, en el sentido de que fue el primero que se asomó a los abismos del yo, del ello y del súper yo , por eso sus personajes siempre suscitan el interés colectivo y devienen objeto de estudio y consideración (Continuará).

Lo que tenemos que contar probablemente pertenezca al ámbito privado pero no deja de tener cierto interés colectivo. Resulta que hace diecinueve años, para celebrar en Cancún el advenimiento del milenio, una cadena hotelera nos auspició el montaje de “El Mercader de Venecia” de Shakespeare. Aprovechando una magnífica traducción realizada en la UNAM, emprendimos la tarea de conjuntar un elenco con actores de todo el estado de Quintana Roo, no solamente para que participaran sino para darle razón a un pretexto: el abogado de la obra tenía que ser un sacerdote maya. En otras palabras, “El Mercader de Venecia” sucedería a finales del siglo XIX en la península de Yucatán.

Tras bambalinas había otra intención: en Cancún la formación de actores estaba limitada a la actividad teatral en una sala del ayuntamiento; entonces, para superar tal limitación nos propusimos el montaje con el propósito de realizar un taller del cual saldrían beneficiados dos de los actores más destacados del grupo que se llama precisamente La Bambalina, grupo que este año cumple 30 años de existencia. De los dos actores, que ahora son piedras angulares del teatro en Cancún, uno se distinguía por su talento histriónico y otro por sus intereses intelectuales: para éste último tramamos la experiencia.

El acercamiento a Shakespeare tuvo dos escalones: el primero se concretó cuando pusimos en escena el sainete que los artesanos de “Sueño de una Noche de Verano” montan en honor de la boda del Duque, sainete que fue el número fuerte en la temporada de teatro-bar que sin interrupciones montábamos en la sala teatral del ayuntamiento. Sobra decir que el número fue exitoso, en buena medida por el texto mismo pero también por la calidad histriónica de los dos actores arriba mencionados. El segundo escalón fue la puesta en escena de “El Mercader…”

Para no hacer el cuento largo diré que Oscar López, el actor estudioso, continuó por la ruta de Shakespeare, tanto en la ciudad de Mérida como en Cancún, y ahora se apresta a construir un parque en el centro de la ciudad, muy cerca de otro que se conoce como el jardín Sor Juana Inés de la Cruz. Obviamente el nuevo parque se llamará Shakespeare.

Tengo entendido que el proyecto camina pero no sé si llegará a buen puerto. Lo cito aquí porque los primeros pasos trazados en la ruta del poeta inglés van por buen camino y no han perdido la brújula. Con el bardo inglés no hay pierde: todos sabemos que el Bardo es de los autores más taquilleros del mundo, incluso en el cine comercial, pero para que el público lo haga suyo es necesario ante todo el respeto a la obra shakespereana que (sea quien sea el que las haya escrito) simple y llanamente es obra de un genio.

Si algún lector llegó hasta aquí se estará preguntando ¿Qué onda? Pues bien, como para la gente de teatro cuesta mucho subir la cuesta de enero, nosotros nos hemos propuesto por lo menos esbozar planes para encontrar tema para esta colaboración. Basta ver la cartelera para saber que los actores están esperando que llegue febrero para hacerse presentes en la escena queretana, en consecuencia, nosotros también estamos a la expectativa y, mientras tanto, planificamos realizar dos versiones teatrales de Don Quijote de la Mancha. Dos versiones más.

Pero de estas hablaremos en la próxima entrega, por lo pronto el discurso pretende destacar la importancia de los autores clásicos, cuya palabra siempre dice más de lo que uno suponía, pues hablan para todas las épocas desde su voz profunda y elevada que, como la de Nietzsche, asciende los peldaños de una cumbre mientras mira los abismos que dan sustento a lo alto. Los clásicos no solamente son maestros, también sin compañeros de la vida y, como a buenos compañeros, se los debe admirar y respetar.

Sin ir más lejos: los consejos teatrales que Hamlet da a la compañía ambulante que trabajará en palacio, son una clase magistral de actuación que se dio hace más de cuatrocientos años, tiempo en el cual no ha perdido vigencia. Es más, como dice Harold Bloom, Shakespeare es el inventor de la humano, en el sentido de que fue el primero que se asomó a los abismos del yo, del ello y del súper yo , por eso sus personajes siempre suscitan el interés colectivo y devienen objeto de estudio y consideración (Continuará).

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