Sor Juana Inés de la Cruz: su contexto

Carlos Campos

  · lunes 13 de agosto de 2018

Sor Juana Inés de la Cruz, mujer adelantada a su tiempo. Foto: Especial

Sor Juana es tan gran, tan extraordinaria, que, ¿en qué genealogía podía inscribirse Paz si no era en la de Sor Juana?

Margo Glantz

En una ocasión, la actriz hollywoodense Sharon Stone expresó su admiración por Octavio Paz. Fue tal su obsesión por el poeta que incluso la protagonista de Bajos instintos (1992) expresó su ferviente deseo por conocerlo[i].

La prensa, siempre incisiva en la vida privada de Paz, le preguntó en su momento a Marie José (Mariyó, como la llamaba su marido) si no sentía celos de la actriz, a lo que la también artista plástica, recientemente fallecida, respondió que, tras haber competido con Sor Juana, ya nada la arredraba.

Para el año de 1976, Octavio Paz contaba que tenía escritas las tres primeras partes de un proyecto surgido en 1950 cuando, por parte de la revista Sur, le pidieron un artículo para conmemorar el tercer centenario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz. No fue sino hasta 1981 en que Paz presentó el resultado de una investigación de largo aliento: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (Fondo de Cultura Económica, 1982). Más que de una biografía, se trata de un examen de la poesía del siglo XVII hacia las postrimerías del Barroco.

En 1989, Tetsuji Yamamoto y Yumo Awa le preguntaron al poeta mexicano “¿Qué relación tiene Sor Juana con usted?”, a lo que Paz contestó que su profunda atracción hacia ella era por el poeta que reflexiona y que ama las ideas. “Veo en Sor Juana la intelectualidad que, por fidelidad a su vocación, tiene una relación difícil, desventurada, con su medio. Sor Juana fue vencida, pero su derrota fue la de un escritor independiente frente a una ideología cerrada y una clerecía despótica. Su derrota, como ella dice en poema, también fue triunfo. En este sentido, Sor Juana es una figura absolutamente moderna, algo que no se puede decir ni de Lope de Vega, ni de Góngora, ni de Quevedo, ni de Calderón, ni de los otros grandes poetas de su siglo en España. En fin, yo no podría decir, como Flaubert de Madame Bovary, Madame Bovary c’est moi. Pero sí puedo decir que me reconozco en Sor Juana…”.

El contexto en donde surge Sor Juana Inés de la Cruz, la poeta, la monja, la escritora, la crítica, la mujer no es la colonia, sino una auténtica extensión del reino de la Nueva España administrada por virreyes. El virrey, figura política cuyo espíritu autoritario sigue vigente en la imagen de nuestro presidencialismo resucitado, congregaba en sí mismo cuatro roles específicos: gobernante principal de la Nueva España, Capitán General, Presidente de la Real Audiencia y Primer Ministro. Los mexicanos consquistados y los que posteriormente habrían de nacer mestizos o criollos, debían de entender que la figura de gobernante es monolítica.

En este sentido, el tránsito de la sociedad tradicional hacia la modernidad se realiza bajo los designios de un Estado Absolutista y autoritario, en contraste con el espíritu revolucionario de gran parte de europa occidental, con todas las consecuencias que eso implica para nuestro presente.

Dos elementos más permeaban la vida cotidiana de la Nueva España: la vida cortesana, heredera directa del poder de la corona española, y la ortodoxia religiosa del obstinado catolocismo, para quienes los nativos eran seres ajenos de la palabra de dios.

En contraste con los británicos, para quienes los nativos eran habitantes de un determinado lugar, para los peninsulares y criollos los indios eran parte de la naturaleza y, como tal, estaban contaminados por el pecado y la muerte. Por lo tanto, al ser parte de la naturaleza salvaje, había que someterlos y exterminarlos. Si para los calvinistas el fundamento de su salvación era la predestinación, para los ortodoxos novohispanos lo era la dialéctica entre el creador y sus criaturas.

Lo anterior es solamente entendible a la luz del neotomismo (vigente incluso hasta nuestros días) y de la dicotomía medieval que, al paso del tiempo, se transformará en dialéctica moderna: civilización y barbarie. ¿En qué consiste el neotomismo? En la plena recuperación de los estudios tomistas, es decir, los estudios filosóficos de Santo Tomás de Aquino (Summa Teológica), la sociedad es un sistema jerárquico en el cual cada personal y cada grupo sirven a un propósito de orden general y universal que los trasciende. Para asegurar el funcionamiento del neotomismo a favor de la conquista se fundaron asociaciones de subsociedades y subgrupos, se establecieron sistemas jerárquicos, no como un producto del contrato social, sino como un orden impuesto perteneciente al universo y a la misma naturaleza. Asimismo, la autoridad del príncipe se originaba en el pueblo, pero cuidado, el príncipe no es responsable ante la sociedad, sino ante dios. En este punto, se entenderá que la ortodoxia religiosa se convertirá en el sustento del sistema político, y acaso aquí encontremos, como lo hizo Richard Morse, las huellas primigenias del caudillo.

Consecuentemente, la evangelización (es decir, el acto de predicar la fe de Cristo y de sus virtudes cristianas) será el eje que definirá y justificará la acción histórica de España y la existencia de su Imperio. A estas alturas la única puerta de entrada a la modernidad y a la civilización es el camino de la evangelización cristiana; en contraparte, el paganismo será la manifestación viva de la barbarie anacrónica.

En este contexto, con sus virtudes y contradicciones, habría de nacer la intelectual más importante en la historia moderna de las letras hispanoamericanas: Sor Juana Inés de la Cruz.

@doctorsimulacro


[i] Gran aficionada a la literatura de Octavio Paz, se obsesionó con el escritor mexicano hasta tal punto de que decidió pagarle un billete para que la visitase en el set donde ella estaba rodando y así poder conocerle y hablar con él y, ya de paso, invitarle a comer.

Fuente: http://www.elmundo.es/album/loc/2015/04/07/552290f4ca474173648b4569_10.html