Teatro Escolar y Muestra Nacional

Domingo siete

Leonardo Kosta

  · jueves 14 de marzo de 2019

Los cambios en los programas de Teatro Escolar y Muestra Nacional han generado incertidumbre entre el gremio teatral. / Cuartoscuro

Tan pronto como se escuchó que vienen cambios en los programas de Teatro Escolar y Muestra Nacional la comunidad teatral se puso nerviosa; y no es para menos, las noticias que tienen que ver con las guarderías para los hijos de las mujeres que trabajan o con las organizaciones de la Sociedad Civil son inquietantes. Por lo pronto, la comunidad teatral se ha colocado en “alerta amarilla” hasta ver hacia donde apuntan los mencionados cambios que, como en otras ocasiones, se presienten terribles porque cuando hay urgencia (sobre todo económica) las cuestiones del arte y la cultura se posponen o se olvidan.

Aunque la frase “comunidad teatral” le viene un tanto generosa a la gente de teatro, pues los intereses comunes con mucha frecuencia no son tan comunes que digamos, hay barruntos de ella en la capacidad organizativa que han desplegado tres o cuatro actrices, cuyas cualidades sociales han permitido entablar diálogos, de alguna manera fructíferos, con el sector burocrático que con frecuencia es reacio a conversar. Pero este asunto merece reflexiones más sesudas. Tal vez sea conveniente detenerse en la valoración social de la actividad dramática, valoración que con mucha frecuencia pasa desapercibida, sobre todo entre la gente de pro (palabra tan antigua como fifí).

No sé si por el cambio climático o el cambio de gobierno, o como un cayado para subir la cuesta de los primeros meses del año, su servidor se ha puesto a leer a Nietzsche (pese al trabajo que le cuesta recordar el orden de las consonantes del apellido alemán). En “Más allá del bien y del mal” el filósofo afirma que cuando Platón murió “bajo la almohada de su lecho de muerte no se encontró ni ‘biblia’, ni escrito egipcio, pitagórico o platónico, sino un ejemplar de Aristófanes. ¿Cómo hubiera podido soportar la vida Platón –aquella vida griega a la cual decía no- sin Aristófanes?” (28. Pág. 414. Ed. Gredos).

En otras palabras: haciendo maletas para su viaje al territorio de las ideas puras el aristocrático Platón necesitó del sarcasmo plebeyo del comediante. Así de importante es el teatro. Así de importantes son todas las expresiones del arte. Cuando los gringos preparaban la guerra contra Irak, como pretexto esgrimieron desde la palestra de la ONU una mentira; para hacerlo, y antes de que el halcón encargado del discurso se sonrojase ante el furor pictórico de Picasso, mandaron a tapar la copia del “Guernica” que orna una de las paredes del recinto. Así de poderosas son las pinceladas de la pintura.

Los estudiosos dan cuenta de todo lo que Segismundo Freud les debe a Shakespeare y al teatro griego. Llamar “complejo de Edipo” a cierta conducta familiar es abrir una cuenta de débito en beneficio de Sófocles. Y si repasamos algunas escenas de “Hamlet” veremos como el príncipe recurre al sicodrama para corroborar las verdades que le confiara el fantasma.

La película “Roma” saca a la luz pública los prejuicios raciales que mantenemos ocultos y nos permite una terapia colectiva, lo cual abona en el beneficio social que algunos han dado en llamar “reconstitución del tejido”, a pesar de lo cual no deja de haber ocasiones en las cuales se emplea el oficio para el escarnio y el menosprecio de sus practicantes, aunque probablemente se lo haga con cierta frivolidad, pues nadie podrá negará que Alfonso Cuarón observa con un microscopio los acontecimientos de la década de los setentas del siglo pasado.

Entonces hay que hacer changuitos para que los nuevos lineamientos para el Teatro Escolar y la Muestra Nacional (programas de suma importancia: Teatro Escolar tiene algo así como setenta años de existencia) sean escritos por funcionarios que tomen en cuenta su trascendencia social, pero si no es así los actores tendrán un motivo más para seguir tejiendo la trama de la comunidad teatral.