Para la imaginación de las infancias no hay límite alguno. Desde su mirada, la magia existe, la fe requiere de un poco de polvo de hadas y la luna es una gigante bola de queso que orbita en el espacio. ¿Qué pudiéramos, los adultos, aprender de los pequeñines? Ese planteamiento inspiró a los teatreros queretanos Ernesto Galán, director de La Miscelánea Teatro, y Lupita Pizano, directora de Las Orillas Teatro, a trabajar codo a codo en la realización del laboratorio lúdico Cazadorxs de chacharitas del tianguis. Teatro de objetos documentales para niñxs. Memorias del territorio colectivo.
Esta propuesta fue beneficiada por el programa Alas y Raíces de la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil (CNDCI) de la Secretaría de Cultura Federal, la cual busca proponer acciones destinadas al cumplimiento de los derechos culturales de niños y adolescentes indistintamente al género y la condición sociocultural en la que se desarrollen (orfandad, personas privadas de la libertad, migrantes, discapacidad, etcétera).
El proyecto propuesto por los queretanos se enfocó en las infancias trabajadoras del tianguis de Monte Sacro, ubicado en la delegación Epigmenio Gonzalez, donde han trabajado desde hace tres años tras la apertura de la sala de lectura, Centro Cultural La Bodega. En ese espacio, impulsado también por La Miscelánea, han desarrollado diversos proyectos culturales y educativos que van desde el fomento de la lectura y escritura, hasta el desarrollo de habilidades artísticas a través del teatro, la danza y la plástica.
En este nuevo proyecto, Galán y Pizano trabajaron tres meses, todos los sábados. Realizaron sesiones de teatro de objetos con grupos de entre 15 y 30 niños desde los 3 hasta los 15 años de edad.
De acuerdo con los gestores, el proyecto se enfocó en estimular la imaginación de los pequeñines, sacarlos de su rol de trabajadores porque “eso los vuelve un poco adultos y ajenos a su realidad de infante”, asevera Lupita Pizano en entrevista.
“Así que con el teatro de objetos consideramos que los niños pueden ir creando memorias y otros recursos para comunicarse con su entorno y con otros usuarios del tianguis”, agrega la artista.
Explican que en las sesiones, los niños han pasado por un proceso de sensibilización y de deconstrucción de los objetos que los rodean, como en un desfile que realizaron en los corredores del tianguis. Los pequeños utilizaron máscaras, telas, rafias, palos y objetos poco convencionales durante esta interacción con el resto de los tianguistas poniendo a volar su imaginación.
“Este desfile es una especie de recorrido que se hace a través del tianguis donde los niños van dialogando con otros objetos, con otras personas y con otros infantes. De la misma forma, las personas también fueron reaccionando a lo que los niños fueron proponiendo, desde las onomatopeyas hasta los diálogos y figuras corporales. Ellos al desestabilizar el sistema, se sienten vistos de otra manera, pero también el espacio, en este caso el tianguis, también se convierte en otro espacio porque la gente que lo visita o los mismos vendedores al ver un objeto extraño los saca de su rutina de compra y venta, se convierte ahora en un espacio cultural y familiar”, explica Galán.
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Desde su llegada al tianguis de Monte Cristo, la sala de lectura se ha convertido en un escape para los niños y para las familias que trabajan ahí. Por lo regular, Lupita y los chicos de servicio son quienes van por los niños hasta sus puestos, para preguntarles si quieren ir ese sábado a tomar la clase. Dentro del lugar, se llevan a cabo diversas actividades recreativas y lúdicas. “Nuestra intención es que la gente se pregunte porqué hay una sala de lectura en un tianguis, que se cuestione porqué debería haber una fila de niños que recorren los pasillos o porqué alguien se debería de interesar en proteger la imaginación de los niños tianguistas. Esas han sido preguntas que siempre he intentado responder y siento que siempre las respuestas han ido mutando de acuerdo a lo que hemos ido trabajando”, añade Galán.
Ambos coinciden en que trabajar con las infancias les ha permitido observar cómo estas son atravesadas por el contexto que les tocó vivir. “Al cierre de cada clase invitamos a los niños a que pidan un deseo y cada semana ese deseo es diferente, así nos damos cuenta de cómo va cambiando cada niño. Quien hace una semana pedía un xbox, la siguiente puede decir que desea que su mamá esté con él”, comparte Galán.