/ viernes 13 de octubre de 2023

Cómo contarles el mundo a las infancias

Tinta para un Atabal


Ojos de infancias,

cristalinos y profundos,

de dulces fragancias

que devuelven el sentido al mundo.

La Virgen del Escándalo


Crecí en el seno de una familia de profesionistas que, a pesar de las carencias, le procuraban lo necesario a mis hermanas y a mí. Cuando era niña veía cosas que me parecían muy peculiares, que llamaban mi atención y hasta cierto punto me obsesionaban y quería volver a mirarlas.

Recuerdo que un día que íbamos en familia, en auto, camino al centro histórico de la Ciudad de México, al ir transitando por avenida J.M. Izazaga vi por mi ventana a un montón de mujeres de pie recargadas en los muros de los edificios, con ropas muy ajustada que mostraba sus piernas y busto; pregunté de inmediato qué estaban haciendo esas señoras, por qué estaban ahí. Se hizo un silencio en el auto y mi padre solo atinó a contestar -nada, hija-. Lo mismo sucedió cuando vi a un señor que estaba tirado, muy sucio, con periódicos encima, o con unas imágenes televisivas de mucha gente cruzando un río y la policía persiguiéndoles. Entiendo la necesidad de mi madre y padre de protegerme de lo terrible del mundo, porque no es que ellos no lo entendieran sino que les resultaba tan duro que no querían que yo supiera de ello.

Para los ojos de las infancias, el mundo es siempre un golpe que estalla en sus cuerpos. La primera luz, el primer sonido, la primera canción, la primera mirada hacia el cielo, el primer alimento dulce, la primera vez que se mira un avión, que se escucha un tren, el primer abrazo, el primer raspón, la primera vez que mira a una persona en situación de calle, la primera vez que se recibe un comentario agresivo por nuestro color de piel.

El no hablar con las infancias de las distintas realidades que coexisten en nuestras sociedades o usar respuestas evasivas les inmuniza ante cualquier imagen o hecho. Se naturalizan las peores atrocidades al punto de llegar a ignorarlas. Cuando respondemos a las preguntas de las niñeces con “eso no es nada” les convertimos el mundo en nada. Entonces cualquier cosa carece de valor, tanto objetos como seres vivos. La relación con su contexto se torna violenta e insensible. No hay entendimiento de lo diverso o lo diferente, de lo injusto o lo violento. Esa es la antesala del fascismo social.

El teatro como espacio pedagógico

Si bien hay una responsabilidad de la educación de las infancias depositada en las escuelas de formación básica, hay mucho que otros integrantes de la comunidad podemos hacer para contribuir a esta compleja tarea.

Me refiero a la labor de quienes nos dedicamos a las artes escénicas generando proyectos para dialogar con nuestros barrios y ciudades. El teatro hecho para infancias es un trabajo complejo que requiere de una enorme precisión en las acciones y las palabras. En él podemos llevar a cabo ensayos de ciudadanía, es decir, hablar de la forma en la que nos relacionamos con las demás personas y cuáles son las consecuencias de nuestros actos. El teatro es, en principio, un lugar de juego y experimentación en donde las preguntas de las infancias pueden ser respondidas con paciencia, ternura y humor. Cabe señalar que no sólo es un espacio de formación de ellas sino que las personas adultas nos vemos directamente interpeladas en temas que quizá no nos fueron explicados en su momento. Tal es el caso de dos puestas en escena que a continuación abordo:

Una de ellas, María y la ferrovija, cuenta la historia de una pequeña que vive con su padre en la parte más marginada de la ciudad de Querétaro, localizada junto a las vías del tren que llaman La bestia porque es parte de uno de los fenómenos migratorios más grandes del mundo al transportar en su lomo a miles de personas que van hacia la frontera norte de México en busca de mejores condiciones de vida. El padre de María ha acordado con un sujeto que él y la niña puedan subir ilegalmente al tren. Hay intervenciones de los personajes con la policía y los militares que, lamentablemente, también violentan los derechos humanos de las personas que migran de esta manera. Se habla también de la vida marginalizada y la pobreza de quienes, por la exclusión del sistema económico, se ven orillados a habitar las periferias de esta ciudad. A su vez, la obra aborda la invisibilización de estos sectores porque no van acorde a los discursos de progreso del Estado. María, como una niña, no entiende las cosas que hacen los adultos y se relaciona con su entorno de forma amorosa, curiosa y empática. El desenlace es fatal debido a la violencia ejercida por las fuerzas de la ley.

La otra obra es Versos sin re-versos. Dos reinos en pugna por el robo de unos costales de harina. Cada reino tiene su príncipe y princesa respectivamente. El padre y madre de cada uno (rey y reina), desean que se lleve a cabo una guerra. Sin embargo, el príncipe no desea la contienda pues prefiere cocinar pasteles. Su paje le confiesa que en el pueblo piensan que es afeminado por hacer estas tareas que no corresponden a su género y que sus padres se avergüenzan de él a lo cual él responde que no le importa pues así es feliz. La princesa del otro reino es una gran guerrera vikinga aficionada a los postres al punto que organizó un concurso para encontrar el más delicioso. Lamentablemente es instigada por su padre a pelear en la guerra por su reino. Ella le confiesa que es muy mala para las negociaciones pues no sabe relacionarse con la gente porque la consideran demasiado ruda y se burlan de su apariencia. Cuando llega el momento del encuentro entre ambos, se dan cuenta que ninguno quiere la guerra, que sólo quieren cumplir sus deseos de ser quienes ellos son y vivir contentos. Comparten su gusto por los pasteles y entablan la paz entre los reinos cuando ofrecen protegerse el uno al otro.

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Podemos ver que es posible hablar y dialogar con las infancias de temas como la migración, las diversidades, las injusticias y, al mismo tiempo, de los deseos y los sueños. Como personas adultas nos corresponde dotarles de herramientas para transformar nuestras sociedades. Contribuir al desarrollo de una niñez sensible, empática, crítica y amorosa es urgente. Desde las artes escénicas existen muchos colectivos y compañías que apelan a esta labor colaborando con sus barrios, pueblos y colonias para visibilizar las narrativas y memorias que alimentan el sentido de comunidad y ofrecen alternativas a sus infancias y juventudes más allá de las necropolíticas del estado.


Ojos de infancias,

cristalinos y profundos,

de dulces fragancias

que devuelven el sentido al mundo.

La Virgen del Escándalo


Crecí en el seno de una familia de profesionistas que, a pesar de las carencias, le procuraban lo necesario a mis hermanas y a mí. Cuando era niña veía cosas que me parecían muy peculiares, que llamaban mi atención y hasta cierto punto me obsesionaban y quería volver a mirarlas.

Recuerdo que un día que íbamos en familia, en auto, camino al centro histórico de la Ciudad de México, al ir transitando por avenida J.M. Izazaga vi por mi ventana a un montón de mujeres de pie recargadas en los muros de los edificios, con ropas muy ajustada que mostraba sus piernas y busto; pregunté de inmediato qué estaban haciendo esas señoras, por qué estaban ahí. Se hizo un silencio en el auto y mi padre solo atinó a contestar -nada, hija-. Lo mismo sucedió cuando vi a un señor que estaba tirado, muy sucio, con periódicos encima, o con unas imágenes televisivas de mucha gente cruzando un río y la policía persiguiéndoles. Entiendo la necesidad de mi madre y padre de protegerme de lo terrible del mundo, porque no es que ellos no lo entendieran sino que les resultaba tan duro que no querían que yo supiera de ello.

Para los ojos de las infancias, el mundo es siempre un golpe que estalla en sus cuerpos. La primera luz, el primer sonido, la primera canción, la primera mirada hacia el cielo, el primer alimento dulce, la primera vez que se mira un avión, que se escucha un tren, el primer abrazo, el primer raspón, la primera vez que mira a una persona en situación de calle, la primera vez que se recibe un comentario agresivo por nuestro color de piel.

El no hablar con las infancias de las distintas realidades que coexisten en nuestras sociedades o usar respuestas evasivas les inmuniza ante cualquier imagen o hecho. Se naturalizan las peores atrocidades al punto de llegar a ignorarlas. Cuando respondemos a las preguntas de las niñeces con “eso no es nada” les convertimos el mundo en nada. Entonces cualquier cosa carece de valor, tanto objetos como seres vivos. La relación con su contexto se torna violenta e insensible. No hay entendimiento de lo diverso o lo diferente, de lo injusto o lo violento. Esa es la antesala del fascismo social.

El teatro como espacio pedagógico

Si bien hay una responsabilidad de la educación de las infancias depositada en las escuelas de formación básica, hay mucho que otros integrantes de la comunidad podemos hacer para contribuir a esta compleja tarea.

Me refiero a la labor de quienes nos dedicamos a las artes escénicas generando proyectos para dialogar con nuestros barrios y ciudades. El teatro hecho para infancias es un trabajo complejo que requiere de una enorme precisión en las acciones y las palabras. En él podemos llevar a cabo ensayos de ciudadanía, es decir, hablar de la forma en la que nos relacionamos con las demás personas y cuáles son las consecuencias de nuestros actos. El teatro es, en principio, un lugar de juego y experimentación en donde las preguntas de las infancias pueden ser respondidas con paciencia, ternura y humor. Cabe señalar que no sólo es un espacio de formación de ellas sino que las personas adultas nos vemos directamente interpeladas en temas que quizá no nos fueron explicados en su momento. Tal es el caso de dos puestas en escena que a continuación abordo:

Una de ellas, María y la ferrovija, cuenta la historia de una pequeña que vive con su padre en la parte más marginada de la ciudad de Querétaro, localizada junto a las vías del tren que llaman La bestia porque es parte de uno de los fenómenos migratorios más grandes del mundo al transportar en su lomo a miles de personas que van hacia la frontera norte de México en busca de mejores condiciones de vida. El padre de María ha acordado con un sujeto que él y la niña puedan subir ilegalmente al tren. Hay intervenciones de los personajes con la policía y los militares que, lamentablemente, también violentan los derechos humanos de las personas que migran de esta manera. Se habla también de la vida marginalizada y la pobreza de quienes, por la exclusión del sistema económico, se ven orillados a habitar las periferias de esta ciudad. A su vez, la obra aborda la invisibilización de estos sectores porque no van acorde a los discursos de progreso del Estado. María, como una niña, no entiende las cosas que hacen los adultos y se relaciona con su entorno de forma amorosa, curiosa y empática. El desenlace es fatal debido a la violencia ejercida por las fuerzas de la ley.

La otra obra es Versos sin re-versos. Dos reinos en pugna por el robo de unos costales de harina. Cada reino tiene su príncipe y princesa respectivamente. El padre y madre de cada uno (rey y reina), desean que se lleve a cabo una guerra. Sin embargo, el príncipe no desea la contienda pues prefiere cocinar pasteles. Su paje le confiesa que en el pueblo piensan que es afeminado por hacer estas tareas que no corresponden a su género y que sus padres se avergüenzan de él a lo cual él responde que no le importa pues así es feliz. La princesa del otro reino es una gran guerrera vikinga aficionada a los postres al punto que organizó un concurso para encontrar el más delicioso. Lamentablemente es instigada por su padre a pelear en la guerra por su reino. Ella le confiesa que es muy mala para las negociaciones pues no sabe relacionarse con la gente porque la consideran demasiado ruda y se burlan de su apariencia. Cuando llega el momento del encuentro entre ambos, se dan cuenta que ninguno quiere la guerra, que sólo quieren cumplir sus deseos de ser quienes ellos son y vivir contentos. Comparten su gusto por los pasteles y entablan la paz entre los reinos cuando ofrecen protegerse el uno al otro.

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Podemos ver que es posible hablar y dialogar con las infancias de temas como la migración, las diversidades, las injusticias y, al mismo tiempo, de los deseos y los sueños. Como personas adultas nos corresponde dotarles de herramientas para transformar nuestras sociedades. Contribuir al desarrollo de una niñez sensible, empática, crítica y amorosa es urgente. Desde las artes escénicas existen muchos colectivos y compañías que apelan a esta labor colaborando con sus barrios, pueblos y colonias para visibilizar las narrativas y memorias que alimentan el sentido de comunidad y ofrecen alternativas a sus infancias y juventudes más allá de las necropolíticas del estado.

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