¿Cómo o quién determina lo que es una obra artística? La afirmación o negación a esta cualidad no es tarea sencilla, muchos artistas y pensadores a lo largo de la historia se dieron a la tarea de esclarecer este concepto y en la búsqueda de la respuesta más objetiva encontramos uno de los planteamientos más importantes del pensamiento moderno: el de Emmanuel Kant quien intenta separar el gusto de la cualidad de la obra como objeto de arte lo que parece fundamental pero que, a su vez, niega subjetividades indispensables en el arte y no da lugar más que a una verdad que ni siquiera en el campo de las ciencias podríamos declarar que existe.
Desde su origen, el ser humano ha generado distintos medios de expresión trascendiendo el fin comunicacional hacia lo que hoy en día podríamos catalogar como estético-artístico, aunque entonces su propósito era el ritual o la comunicación con lo divino. A través del arte plástico, la música, la danza o el teatro, las sociedades intentaron rendir tributo a sus dioses, difundir sus designios o simplemente realizar ofrendas que los mantuvieran en armonía con ellos.
Quizá fue esta motivación la que contribuyó a que las expresiones artísticas se desarrollaran en la magnitud en que se dieron y a la vez con tanto detalle como lo vemos en los majestuosos vestuarios de los danzantes, en las impresionantes pirámides y esculturas de los egipcios o de nuestros pueblos indígenas, en la música con toda su complejidad y universalidad o en la poesía y las tragedias griegas que trascendieron hasta nuestros tiempos y continúan resonando sin importar la diversidad de las creencias pues lograron plasmar la esencia humana impecablemente, con todas sus virtudes, vicios y pasiones.
Los conceptos que cada grupo humano o civilización utilizó para nombrar las expresiones y campos de conocimiento humano fueron diversos y llevó muchos siglos categorizar cuáles compartían características en común para expresarse a través de un mismo concepto. En este sentido, podemos considerar que cuando se dejó de considerar a estas expresiones como producto de la inspiración divina se pudo tipificar de manera más objetiva cada uno de los campos de desarrollo humano y particularmente de lo que hoy llamamos arte .
Aunque la manera de clasificar las disciplinas artisticas hoy en día sigue siendo objeto de reflexión de muchos pensadore, el concepto de arte y todo lo que consideramos dentro de este, tiene un dominio mucho más universal pero no por ello fácil de utilizar, mucho menos en un mundo consumido por el capitalismo y los medios masivos de comunicación que si bien han utilizado el arte en sus distintas expresiones para potenciar sus alcances, no es su motivación principal. Es por esto que, al elegir una obra, es indispensable mantener abierto el cuestionamiento sobre qué es arte en lugar de conducirnos automáticamente por la vorágine del consumo que comprende, entre otras muchas otras cosas, el cine, las series televisivas y el mismo teatro.
Hace algunas semanas abordaba con mis alumnos de secundaria el tema de los medios masivos de comunicación y surgió el comentario de las populares novelas mexicanas ante lo que pregunté ¿ustedes creen que eso es arte? La pregunta era retórica pero pronto se precipitaron algunas afirmaciones lo que me hizo reflexionar en que yo no era quién para determinar esa respuesta, no creo que haya quién pueda hacerlo, sino, en este caso, se debe conducir a todas las preguntas posibles que contribuyan a descubrir la cuestión y, en ese ejercicio, dotar de herramientas al alumno para discernir las virtudes o carencias de lo que consumimos además de las implicaciones éticas que pueden tener lugar para juzgar una obra de arte que bien cabe considerar para la conformación de un criterio.
El filósofo Regis Debray propone para el estudio del arte plástico algo que denomina etapas de la mirada que sirven para situar históricamente una obra de arte pero que también ayudan a interpretar un objeto artístico. En primer instancia, desde su propuesta, al ver una pintura podemos observar los colores con los que fue realizada, la técnica que utiliza, los personajes que están representados si los hay, la disposición de los objetos, todo esto sin ninguna interpretación, simplemente desde la identificación de los elementos que componen la obra. Luego, en una segunda etapa se desentrañan los posibles motivos de esos elementos que se identificaron, ¿por qué fueron dispuestos de tal manera? ¿qué nos quiso decir el autor con esos colores? ¿a qué evocan? ¿cuál es la relación de los objetos dispuestos? Esta segunda lectura es más profunda y subjetiva que la primera. En la tercer etapa, aún más profunda y quizá en búsqueda del equilibrio entre la subjetividad y la objetividad, Debray plantea la investigación del contexto geográfico e histórico del artista en el momento de creación de la pieza en cuestión y la conformación de una nueva lectura a partir de esta información.
Creo que esta propuesta es aplicable a cualquier pieza artística y no únicamente, como en la propuesta de Debray, para interpretar determinada obra sino también para analizar su calidad artística. Aterrizando finalmente en el mundo del teatro, mi objetivo no es expresar de acuerdo a mi criterio qué es y qué no es teatro -reconocer una obra teatral ya significa considerarla una pieza artística- sino plantear algunos aspectos a considerar en la lectura de una obra de teatro.
El teatro, como toda la actividad artística en la contemporaneidad, se ha diversificado mucho y tanto los estilos como los medios que se utilizan para crear son distintos. Tenemos producciones millonarias como OCESA, en México, hasta tradiciones sobrevivientes como los Juglares que no utilizan más que su voz y cuerpo. En este sentido, los medios no son la medida de la calidad de una obra u otra sino la manera en que son utilizados y, desde luego, su contenido. En relación con los medios o recursos regresaré un poco al planteamiento inicial sobre las expresiones artísticas de los primeros grupos humanos. Sus recursos eran limitados de acuerdo a los que se tuvieron más tarde con el desarrollo de herramientas y de tecnología; sin embargo, la manufactura de las obras era detallada e impecable pues tenían un carácter sagrado y si el medio era únicamente el cuerpo del actor o bailarín se trabajaba en sus posibilidades para entregarse al ritual y ejecutar acciones que otra persona no podría realizar de la misma manera. Conviene preguntarse si una producción con todos los medios y recursos de producción los utiliza impecablemente y si son necesarios para construir la ficción o son mero ornamento.
En relación con el contenido, la posibilidad de realizar distintas capas de lectura de una obra esta vinculada con la calidad de la misma. Una vez identificados los elementos de una pieza, determinamos su significado y la manera en que se relacionan; un personaje puede ser bueno simplemente o puede tener distintas facetas, por ejemplo: amable con los amigos, grosero con la familia; depresivo en la soledad -justo como en la vida o en un juego fantasioso de ficción-, un monstruo depredador por las noches.
En fin, las posibilidades son infinitas; en el teatro se suman muchas piezas, escenógrafos, directores, músicos, dramaturgos, actores y dentro de cada uno de estos espacios las capas de lectura. Sobre las preguntas: esas quedan a criterio del lector. Entre más preguntas nos formulemos, naturalmente seremos más selectivos lo cual no significa que dejemos de consumir ciertas cosas, sino que tendremos más criterios para elegir el teatro que queremos ver.