Había compartido ya esta experiencia que comencé a construir a partir de mi encuentro con la Antropología, disciplina que me ofreció las herramientas para investigar un fenómeno social y llevarlo a escena. Con el tiempo, intuí que podría profundizar en estas investigaciones, ahondar en la aplicación en el teatro y que no fuera solo un espacio que se encontrara con otras disciplinas para dialogar con el público sino que se convirtiera en un espacio interdisciplinario que transitara de la investigación a la proyección escénica y viceversa, es por ello que comencé la osadía de esta propuesta que se sigue edificando, el Teatro Etnográfico.
Después de dos años de haberlo concebido así y comenzado a aplicar en mis propuestas escénicas, he llegado a otro momento de este encuentro disciplinario, un Teatro Etnográfico Interdisciplinario (TEI) que logre impactar en la mirada de la audiencia e influir en su percepción del fenómeno social que está puesto en escena. La apuesta ahora es construir un teatro con un enfoque de ciencia de frontera, es decir, un teatro que construya una nueva forma de conocimiento, que encuentre nuevos paradigmas de creación escénica atravesadas siempre por un proceso de investigación, un teatro que sea capaz de dialogar con otras disciplinas para hibridar en una nueva.
Este momento del camino que he estado construyendo desde hace ya varios años (seis por lo menos), me ha llevado a un encuentro creativo que busca explorar en la experiencia de lo que se mira, indagar en la mirada social de un hecho, reflexionar sobre qué se percibe de ese fenómeno y de dónde viene esa mirada, analizar esta mirada social desde una experiencia estética.
El Colectivo Escénico Maíz Memoria, que ha sido mi espacio de creación y proyección, se ha interesado en realizar proyectos para las infancias y la adolescencia principalmente y, a partir de la creación del Teatro Etnográfico Interdisciplinario, ha modificado sus modos creativos, involucrando al público joven en esta experiencia de dialogar sobre fenómenos sociales de su interés; la migración es uno de ellos.
Los dos últimos proyectos del Colectivo, que han ido muy de la mano de la propuesta del TEI, ponen a la luz de la escena la migración como un fenómeno que se teje por diversos hilos sociales, económicos, políticos y culturales en donde la discriminación ha sido un elemento constante de este hecho social que acompaña a las sociedades contemporáneas.
Chichilo, obra escrita por Carlos Casas y dirigida por María Fernanda Monroy, dirigida a jóvenes y adultos, es un unipersonal que a través del teatro de objetos visibiliza las realidades de la migración forzada. María y la Ferrovija, historia con los errantes arenosos es una puesta en escena dirigida al público infantil que pone de manifiesto las dicotomías de la migración, construyendo la trama desde la experiencia de una niña de ochos año que concibe el viaje hacia el norte como una aventura en un tren acompañada de su padre que es un pepenador. Esta obra escrita por Daniela Pérez y dirigida por Lucía Rosher, hace una exploración desde la estética escénica para construir un diálogo con el público infantil. ¿Cómo puede construirse un diálogo desde la experiencia de la mirada? ¿de qué manera puede crearse estéticamente un discurso dirigido a niñas y niños? ¿qué se le puede decir a las niñas y niños sobre la migración?
Cuando hablo de estética me refiero a dos dimensiones, la estética construida en la ficción y la estética que se percibe en las experiencias de las realidades, es decir, en cómo percibimos a través de nuestros sentidos un hecho social y cómo esto que percibimos ya viene cargado de diversas influencias sociales, políticas o culturales.
La migración forzada en México es un fenómeno social que está atravesado por las desigualdades y muchas veces por la discriminación. Desde un enfoque global está concebida y construida por la precariedad, pero ¿es posible mirar otros matices en este fenómeno? Si se estudia y analiza la migración desde lo individual, desde la mirada de las y los migrantes, ¿qué nos dirían estas miradas? ¿qué datos nos arrojarían sus experiencias?
Lo que interesa a la puesta de María y la Ferrovija es proyectar la migración desde la mirada del sujeto, conocer cómo conciben y viven las desigualdades, la discriminación y la opresión por parte de los grupos de poder, ¿qué significa para ellos y ellas ser migrante? ¿de qué manera se relacionan entre ellos? y ¿qué efectos tiene dentro de su sistema su relación con el exterior? El objetivo del montaje es investigar, analizar y complejizar la mirada que se tiene de la migración, logrando conocer y comprender las implicaciones negativas que la construyen, pero también indagar en aquellas que son más amables y forman parte de su complejidad, esto con la intención de visibilizar lo investigado a través del teatro con un lenguaje estético y simbólico que permee en la sensibilidad de quienes miran la historia.
¿De qué manera es posible influenciar en las miradas y las percepciones negativas que se tienen de las y los migrantes a través de una experiencia estética construida con el teatro y sostenida por una investigación etnográfica y antropológica?
Desde la dirección Lucía Rosher busca, a través de las formas, los colores y los sonidos, construir una historia, una experiencia que se filtre en la empatía de los infantes, aunque no sean migrantes, es decir, a pesar de que la migración sea una realidad ajena a ellas y ellos. A través de los personajes que son una combinación de objetos y marionetas híbridas el público va tejiendo la historia, percatándose de la complejidad que viven quienes deciden migrar.
Gracias a las posibilidades creativas que nos ha brindado el Teatro Etnográfico Interdisciplinario, desde la investigación hasta la exploración escénica, es que hemos encontrado en la experiencia de la estética una forma de influir en la mirada social de la migración, generando una reflexión sobre la complejidad que viven las y los migrantes que permita verles con mayor empatía. El TEI lleva su búsqueda para construir un teatro que pueda orbitar en las ciencias de frontera, que permita profundizar en los procesos creativos sostenidos por un trabajo de investigación de enfoque interdisciplinario o transdisciplinario.
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Esta ambiciosa mirada de vivir el teatro como una ciencia de frontera, nos ha permitido ir mutando nuestro quehacer escénico apostando a un compromiso social que influya en la mirada y las percepciones de quienes miran lo que compartimos en escena. María y la Ferrovija, historia con los errantes arenosos se encuentra dentro de esta apuesta, incluyendo a las infancias como un elemento importante en los procesos sociales que nos construyen culturalmente. Se presenta los domingos de abril a las 13:00 horas en el Foro de la Chimenea en la Antigua Estación del Ferrocarril.