¿Teatro para la niñez o teatro familiar?

Tinta para un Atabal

Lucía Rosher | Colaboradora Diario de Querétaro

  · jueves 7 de julio de 2022

Foto: Cortesía | María José Delgado

¿Cuál es el teatro para niñas y niños y qué supone esta clasificación para el público y para las y los artistas respectivamente? Aunque resulte obvio, el hecho de que actualmente se diferencie el teatro para público infantil del adulto implica que hay producción para ambos y esto es un hecho importantísimo en la historia del teatro y el arte ya que durante siglos éste fue únicamente para un tipo de público. No es que se excluyera a las niñas y niños del hecho teatral en particular, generalmente presenciaban las puestas en escena pues eran eventos a los que acudía todo el pueblo, sin embargo no se pensaba en crear contenidos específicos para ellas/ellos y tampoco en prohibirlos, si así se hacía era para el público en general justo como se representa en la famosa película Cinema Paradiso en donde vemos al pueblo entero disfrutando de la experiencia del cine y a la expectativa de esas escenas prohibidas que al instante eran censuradas.

Menciono este ejemplo por ser un referente popular aunque sea de un tipo de representación artística distinta a la que esta columna se ocupa; ahí existía la posibilidad de censurar y seguir adelante con la película, las características del cine así lo permitían; sin embargo, el teatro es un arte vivo, si la censura existía se anticipaba al momento creativo o si sucedía o sucede durante la representación es seguro que fuera su final pues detendría su curso, su tiempo, su vida que solo existe en el tiempo establecido de la ficción. En la Edad Media, por ejemplo, el teatro estaba destinado a la evangelización y divulgación de la palabra de Dios. Desde luego había censura, mas implicaba no crear absolutamente nada que no tuviera ver con la iglesia y su discurso.

Quizá la literatura es una de las formas de arte que más tempranamente atendió a las infancias; su origen, desde luego, fue la tradición oral y el objetivo de esas narraciones o historias era advertir a las niñas y niños sobre los peligros que podían correr para alejarles de ellos; Caperucita Roja, Hansel y Gretel, La bella durmiente son algunos de los cuentos más conocidos provenientes de esta tradición y rescatados por los hermanos Grimm quienes en principio conservaron la crudeza e incluso crueldad que distinguía los relatos originales pero que con el tiempo cedieron a suavizarlos para dirigirse a las niñas y niños de su época comprendida entre 1780 y 1860 aproximadamente.

Fue realmente hasta el siglo XX que el arte comenzó a dirigir la mirada al público infantil atendiendo a temas que era importante dialogar con él, pero también a sus necesidades recreativas. En esta acertada atención se comenzaron a experimentar formas y contenidos que fueran pertinentes a su edad; sin embargo, también implicó una separación tajante entre el universo de las adultas y adultos y el de las niñas y niños y el tabú o censura a determinados temas se agudizó para el público infantil.

Cuando se comienza un proceso creativo rumbo a una puesta en escena es indispensable decidir a qué público se dirigirá la obra pues con base en ello se construirá la estética y la forma del discurso de la obra. El tema es indispensable pues es la motivación que impulsa a los artistas a abrir el diálogo con su público y éste generará reflexión y tendrá eco si se logra generar un sentido de empatía entre el espectador y la ficción, principalmente con los personajes o la historia.

Partiendo de esta premisa, ¿existe algún tema que no deba ser abordado en las obras creadas para público infantil? A manera personal opino que no, pero es indispensable resolver la manera en como se abordará, encontrar el lenguaje y la estética para lograr que el niño y la niña conecte con esta ficción que le ofrecemos y que lejos de afectarle, sume a su construcción sensible e intelectual.

Foto: Cortesía | María José Delgado

Si hemos afirmado numerosas veces que el arte, que la cultura, que las identidades mutan, se construyen y reconstruyen a la velocidad de los fenómenos y contextos sociales, entonces debemos afirmar también que el teatro tiene una enorme responsabilidad con las necesidades y las diversidades sociales.

Hoy en día como sociedad nos hemos dispuesto a visibilizar todo aquello que por siglos se mantuvo en el silencio, no solo para las infancias sino para todos; nos hemos dado cuenta que los grupos de poder adquirieron su fuerza por este silencio obligado, por esta opresión de ideas, de palabras, de pensamientos y entonces gritar lo que se callaba se ha convertido en la resistencia y el arte es un espacio que en estas luchas tiene un gran camino por avanzar; no es el único, pero sí una enorme posibilidad de comunicación.

Con este compromiso y con la conciencia de que a nuestro alrededor suceden injusticias, desigualdades, opresiones, violencias y abusos de poder que afectan lo mismo a niños que a adultos, se vuelve urgente construir un diálogo con el público infantil para generar reflexiones y fomentar individuos comprometidos con sus entornos y con las diversidades contextuales.

Repito, creo firmemente que no existen temas que no puedan o no se deban dialogar con los niños, las niñas y los adolescentes, por el contrario, es necesario que se dialoguen para su protección, como lo fue en su origen con los cuentos de tradición oral, porque el conocimiento siempre será un escudo contra los peores escenarios del mundo y, desde luego, también una herramienta para construir los mejores.

Definitivamente debemos atender a la conciencia que hoy tenemos sobre las infancias, ser cuidadosos en cómo tejemos el discurso al usar los elementos de la ficción y de la estética que además son un factor esencial para atraer al público específico con el que queremos dialogar.

Existe, sin embargo, un último aspecto que me parece indispensable abordar y es la inexistencia, en su totalidad, de un teatro para niñas y niños, así lo nombramos en muchas ocasiones porque es principalmente para dialogar con este público; sin embargo, considero mejor reconocerlo como teatro para toda la familia porque es en nicho donde el hecho escénico acabará por completar su objetivo y trascender la diversión o el entretenimiento hacia la reflexión o el sentir consciente. El lenguaje del teatro es metafórico pues el discurso no solo está depositado en las palabras sino en la estética de la obra, en la manera en como suceden las acciones, en la música, en fin, en todos los elementos que construyen la escena, y desentrañar todos esos mensajes posibles es uno de los placeres de consumir arte, y en el teatro familiar es un ejercicio que conviene hacer en conjunto. Si al salir de una obra de teatro las y los adultos dialogan con sus niñas y niños sobre lo que sintieron, lo que vieron, lo que entendieron, lo que piensan después de la representación, obtendrán información transparente del mundo de sus niñas/niños y su manera de concebir el entorno y, además. con base en las experiencias compartidas de familia, podrán aterrizar la ficción a la realidad, hacerse nuevas preguntas juntos, esclarecer posibles preguntas.

El teatro no es una experiencia que termine al cerrarse el telón, sin embargo, para el público infantil no solo es enriquecedor el posible diálogo posterior a la función sino que es muy importante para el desarrollo de una mirada crítica y sensible que, al contrario de cerrarse ante lo inesperado o distinto, pueda profundizar, respetar, organizar y empatizar lo cual no solo deviene en un beneficio para ese ser sino para el entorno que le rodea. De eso se trata el teatro.

Foto: Cortesía | Aldo Alejandro Ortiz Balderas