/ miércoles 9 de agosto de 2023

Vamos a ponernos en el lugar del otro... vayamos al teatro

Tinta para un Atabal


Ahora que se han retomado las actividades y con ello los festivales de teatro es momento de replantearnos (porque el teatro siempre nos lleva a ello) los porqués: el por qué de ese trabajo, el por qué de vivir en esa ciudad, el por qué de la manera en que nos relacionamos, etc.

Con la inminente expansión de la Inteligencia artificial así como la inmediatez a la que nos han acostumbrado las redes sociales con sus reels, historias, publicaciones o tuits podemos compartir opiniones y comentarios con millones de personas pero, a la vez, nos alejan de lo humano, del tacto, de sentirnos, de entendernos.

Después de vivir como espectador la Décimo Cuarta Cruzada Central por el Teatro organizada por Atabal Creación Artística A.C., donde tuve la oportunidad de observar puestas en escena de Guanajuato, Querétaro y Ciudad de México, descubrí que a través de los otros puedo comprender problemáticas, emociones, ilusiones que nunca había considerado pensar o sentir ya que, en esencia, el teatro nos permite ponernos en el lugar del otro y lo vuelve de gran importancia a medida que el espacio de butacas se llena función tras función, pues la empatía es un valor que todos entendemos, pero la experiencia de ser parte de él se puede volver realidad gracias a la magia del teatro.

Hoy más que nunca se vuelve urgente el teatro (asistir, observarlo, hacerlo, producirlo, escribirlo, difundirlo) ¿por qué? porque nos explica el pasado, nos habla de humanismo, nos plantea un proyecto y los proyectos se realizan en colectividad, en equipo; porque nos ayuda a entender al otro, porque tenemos la urgencia de encontrarnos con otros y reencontrarnos con nosotros mismos; porque se vuelve un espacio de convivencia, de pluralidad, de diversidad; porque es una forma de filosofía mundana, un arte sobre el mundo, para todo el mundo, con fuerza, con orgullo y sobre todo con las herramientas adecuadas para enfrentarnos a los miedos, a los triunfos, a los deseos, a toda esa humanidad de la que estamos tratando de huir constantemente.

El teatro nos permite, en este mundo que va tan aprisa, detenernos un momento a observarnos a través de los actos de los otros y permitir que otros se encuentren a sí mismos en nosotros porque los actos de quienes nos rodean también nos definen, así como nosotros definimos a quienes nos rodean. Cuando alguien va a ver una obra ve en ella situaciones y personajes que pudieran ser o hacer cosas similares a nosotros o a alguien que conocemos; por ello nuestro proceso de entendimiento suele comparar tanto las decisiones como las resoluciones con sucesos que pudieran pasarnos o que hemos visto les pasan a otros. Todo esto provoca un momento de reflexión por lo que, si la obra de teatro es buena, el espectador saldrá de la sala un poco mejor de lo que llegó, más introspectivo, más astuto, más perceptivo, pero si algo le hizo “clic” en su interior, tendrá más herramientas para entender la vida, para compartirla, para saborearla.

¿Por qué es importante esto? Pensemos por un momento: que tal si, de la misma manera en que los intérpretes abordamos a los personajes que nos tocan –sin importar que estén alejados o cercanos a nuestros ideales– debemos comprenderlos, interpretarlos y vivirlos como si fueramos nosotros; y qué tal si pudiéramos empatizar de la misma manera con la gente que nos rodea, con mi madre, mis hermanos, mi pareja, mi vecino, mi maestra o quien me atiende en el centro comercial; si pudiéramos descubrir y aceptar que existe otro mundo, uno donde con tantas posibilidades de pensar y de ser como personas viven en él.

Este ejercicio de entendimiento y de ponerse en los zapatos del otro puede comenzar en el teatro a través de observar cómo el otro vive y enfrenta las circunstancias que le tocaron y, por qué no, también imaginar y resolver, aunque sea en ese imaginario ¿Qué pasaría si yo estuviera en su situación?

Todos tenemos cosas que comunicar y en el teatro, haciéndolo u observándolo, aprendemos esas formas que nos ayudan a construir de manera asertiva la comunicación con los otros. En cuántas ocasiones, por timidez, por miedo o para evitar un mal momento, no decimos lo que sentimos, lo que pensamos o queremos, dejándonos con cargas emocionales, tensiones, estrés y nudos en la garganta difíciles de tratar por cualquier terapeuta.

Los actores somos una especie rara que habita el mundo desde otro lugar. Es quizá una utopía que todos y todas nos volvamos actores de nuestra vida y participemos de manera activa y significativa en la vida de quienes nos ha tocado conocer. Porque ya lo decía mi buen maestro, amigo y creador escénico Heber Banda; “Cuidado con lo que dices en la escena, porque tu palabra, tu acción puede ayudar a construir o a destruir algo en aquel que te escucha”.

Por ello y para entendernos, para empatizar, para vivirnos y vivir en la vida de los otros: vayamos al teatro, vayamos a donde la vida sucede, a donde se nace y se muere a cada minuto. Vayamos al teatro.

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**DATO

El teatro permite detenerse un momento a observarnos a través de los actos de los otros y permitir que otros se encuentren a sí mismos en nosotros porque los actos de quienes nos rodean también nos definen, así como nosotros definimos a quienes nos rodean.



Ahora que se han retomado las actividades y con ello los festivales de teatro es momento de replantearnos (porque el teatro siempre nos lleva a ello) los porqués: el por qué de ese trabajo, el por qué de vivir en esa ciudad, el por qué de la manera en que nos relacionamos, etc.

Con la inminente expansión de la Inteligencia artificial así como la inmediatez a la que nos han acostumbrado las redes sociales con sus reels, historias, publicaciones o tuits podemos compartir opiniones y comentarios con millones de personas pero, a la vez, nos alejan de lo humano, del tacto, de sentirnos, de entendernos.

Después de vivir como espectador la Décimo Cuarta Cruzada Central por el Teatro organizada por Atabal Creación Artística A.C., donde tuve la oportunidad de observar puestas en escena de Guanajuato, Querétaro y Ciudad de México, descubrí que a través de los otros puedo comprender problemáticas, emociones, ilusiones que nunca había considerado pensar o sentir ya que, en esencia, el teatro nos permite ponernos en el lugar del otro y lo vuelve de gran importancia a medida que el espacio de butacas se llena función tras función, pues la empatía es un valor que todos entendemos, pero la experiencia de ser parte de él se puede volver realidad gracias a la magia del teatro.

Hoy más que nunca se vuelve urgente el teatro (asistir, observarlo, hacerlo, producirlo, escribirlo, difundirlo) ¿por qué? porque nos explica el pasado, nos habla de humanismo, nos plantea un proyecto y los proyectos se realizan en colectividad, en equipo; porque nos ayuda a entender al otro, porque tenemos la urgencia de encontrarnos con otros y reencontrarnos con nosotros mismos; porque se vuelve un espacio de convivencia, de pluralidad, de diversidad; porque es una forma de filosofía mundana, un arte sobre el mundo, para todo el mundo, con fuerza, con orgullo y sobre todo con las herramientas adecuadas para enfrentarnos a los miedos, a los triunfos, a los deseos, a toda esa humanidad de la que estamos tratando de huir constantemente.

El teatro nos permite, en este mundo que va tan aprisa, detenernos un momento a observarnos a través de los actos de los otros y permitir que otros se encuentren a sí mismos en nosotros porque los actos de quienes nos rodean también nos definen, así como nosotros definimos a quienes nos rodean. Cuando alguien va a ver una obra ve en ella situaciones y personajes que pudieran ser o hacer cosas similares a nosotros o a alguien que conocemos; por ello nuestro proceso de entendimiento suele comparar tanto las decisiones como las resoluciones con sucesos que pudieran pasarnos o que hemos visto les pasan a otros. Todo esto provoca un momento de reflexión por lo que, si la obra de teatro es buena, el espectador saldrá de la sala un poco mejor de lo que llegó, más introspectivo, más astuto, más perceptivo, pero si algo le hizo “clic” en su interior, tendrá más herramientas para entender la vida, para compartirla, para saborearla.

¿Por qué es importante esto? Pensemos por un momento: que tal si, de la misma manera en que los intérpretes abordamos a los personajes que nos tocan –sin importar que estén alejados o cercanos a nuestros ideales– debemos comprenderlos, interpretarlos y vivirlos como si fueramos nosotros; y qué tal si pudiéramos empatizar de la misma manera con la gente que nos rodea, con mi madre, mis hermanos, mi pareja, mi vecino, mi maestra o quien me atiende en el centro comercial; si pudiéramos descubrir y aceptar que existe otro mundo, uno donde con tantas posibilidades de pensar y de ser como personas viven en él.

Este ejercicio de entendimiento y de ponerse en los zapatos del otro puede comenzar en el teatro a través de observar cómo el otro vive y enfrenta las circunstancias que le tocaron y, por qué no, también imaginar y resolver, aunque sea en ese imaginario ¿Qué pasaría si yo estuviera en su situación?

Todos tenemos cosas que comunicar y en el teatro, haciéndolo u observándolo, aprendemos esas formas que nos ayudan a construir de manera asertiva la comunicación con los otros. En cuántas ocasiones, por timidez, por miedo o para evitar un mal momento, no decimos lo que sentimos, lo que pensamos o queremos, dejándonos con cargas emocionales, tensiones, estrés y nudos en la garganta difíciles de tratar por cualquier terapeuta.

Los actores somos una especie rara que habita el mundo desde otro lugar. Es quizá una utopía que todos y todas nos volvamos actores de nuestra vida y participemos de manera activa y significativa en la vida de quienes nos ha tocado conocer. Porque ya lo decía mi buen maestro, amigo y creador escénico Heber Banda; “Cuidado con lo que dices en la escena, porque tu palabra, tu acción puede ayudar a construir o a destruir algo en aquel que te escucha”.

Por ello y para entendernos, para empatizar, para vivirnos y vivir en la vida de los otros: vayamos al teatro, vayamos a donde la vida sucede, a donde se nace y se muere a cada minuto. Vayamos al teatro.

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El teatro permite detenerse un momento a observarnos a través de los actos de los otros y permitir que otros se encuentren a sí mismos en nosotros porque los actos de quienes nos rodean también nos definen, así como nosotros definimos a quienes nos rodean.


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