/ miércoles 23 de octubre de 2024

Teotihuacán y el Bajío. Diásporas comerciales durante el Periodo Clásico

Recorrer el presente, re/imaginar el futuro

Desde el descubrimiento de los murales policromados de El Rosario en 1992 surgieron una serie de preguntas sobre la relación entre Querétaro y Teotihuacan. Al ampliar la visión más allá de San Juan del Río, se descubrieron muchos más vestigios arqueológicos que reforzaban la idea de una fuerte relación entre ambas regiones durante el Clásico (250 a 540 d.C.). ¿Cuál era el interés de Teotihuacan en esta región? ¿Cómo fueron las relaciones políticas y económicas entre estas dos áreas? ¿Podemos hablar de diásporas comerciales teotihuacanas en la porción oriental del Bajío Mexicano? ¿Cuáles son los correlatos arqueológicos que nos llevan a vincular estas zonas?

La política económica exterior de Teotihuacan se sustentó, por lo menos, en tres estrategias para lograr obtener tanto recursos y materias primas, como el control sobre éstos y sobre las distintas redes comerciales que pudieran abastecerla. La primera se basa en el control directo de las áreas circundantes a la gran ciudad de donde se obtenían bienes de subsistencia, principalmente. Una segunda estrategia fue la creación de enclaves comerciales para el control del comercio a corta y mediana distancia. La tercera es quizá la menos clara, ya que implica el comercio con otras ciudades o poblaciones que se encuentran ya a distancias realmente significativas (ejemplos como el área maya, el Bajío y el Occidente). Esta política exterior es la que nos interesa para explicar y comprender cómo pudieron ser esas complejas y entramadas formas de relación que permitieron a Teotihuacan y a otras regiones lejanas abastecerse tanto de bienes de prestigio, de subsistencia, de conocimientos y de nuevas ideas.

Para responder nuestras preguntas analizamos tres correlatos arqueológicos diferentes (la lítica, la cerámica y la arquitectura) de cinco sitios: El Rosario, Las Peñitas, La Negreta -en Querétaro-, Santa María del Refugio y San Bartolo Aguacaliente -en Guanajuato-.

La lítica fue sometida al análisis por fluorescencia por rayos X y, posteriormente, al análisis composicional para lograr identificar la composición química de cada objeto lítico y relacionarlo con el yacimiento específico del que provenían. En total se analizaron poco más de 80 objetos líticos entre cuchillos, cuchillos curvos, puntas de proyectil, navajillas prismáticas, raspadores, raederas y buriles todos del sitio arqueológico de El Rosario. Como resultados se obtuvo que los materiales se pudieron relacionar con cuatro yacimientos distintos: Zinapécuaro- Ucareo -en Michoacán-, Sierra de las Navajas y Tulancingo -en Hidalgo- y algunos objetos no pudieron relacionarse con la base de datos comparativa lo cual nos lleva a pensar que pueden corresponder a yacimientos locales como los de Fuentezuelas en Tequisquiapan, por mencionar alguno.

Para la cerámica se emplearon dos métodos de aproximación diferentes: el análisis cualitativo y el cuantitativo para la identificación de tipos cerámicos propios de Teotihuacan. Los resultados del análisis cuantitativo indican que hay materiales correspondientes a cuatro de las fases cronológicas de Teotihuacan: Tlamimilolpa Tardío, Xolalpan Temprano, Xolalpan Tardío y Metepec. Los materiales mayormente representados corresponden a la fase Xolalpan, fase de mayor auge y expansión de la gran urbe. Gracias al análisis cualitativo se puede señalar que las cerámicas utilizadas durante la primera fase -Tlamimilolpa Tardío, momento de la llegada de los grupos teotihuacanos a la porción oriental del Bajío Mexicano- corresponden a piezas elaboradas y traídas directamente desde Teotihuacan; sin embargo, los materiales de las siguientes fases son elaborados en la región, imitando las formas, decoración y los acabados de superficie de las vajillas originales teotihuacanas.

Durante los distintos análisis se lograron identificar, por lo menos, dos tipos que corresponden a grupos foráneos. El primero es el famoso Anaranjado Delgado -tipo emblemático e indicativo de relaciones con Teotihuacan-, pero lo denominamos foráneo ya que su producción se localizaba dentro del actual estado de Puebla. El otro corresponde a piezas semicompletas y fragmentos de vasijas relacionados con tipos cerámicos característicos de la región del lago de Cuitzeo y de otras regiones de Michoacán.

Cerámica teotihuacana. Foto: Cortesía / García Espino

El estudio de la arquitectura se fundamentó en el análisis comparativo del patrón arquitectónico, de emplazamiento y en elementos diagnósticos. De tal manera, podemos concluir que El Rosario emula la arquitectura de los barrios teotihuacanos, principalmente los recintos porticados donde habitaban las élites intermedias. Santa María del Refugio sigue el patrón de patio cerrado y San Bartolo Aguacaliente sigue la composición de tres basamentos piramidales y de patios cerrados específicamente de La Ciudadela.

En cuanto al análisis de la iconografía plasmada en los murales policromados de El Rosario, vemos que se trata de guerreros sacerdotes ataviados con los elementos del Dios de la Tormenta, mejor conocido como Tláloc, en su advocación militar, quienes cantan y hablan de guerra y sacrificio; portan armas y escudos y elementos como corazones sangrantes y cuchillos curvos y son los portadores de antorchas. Así, el discurso detalla la ceremonia de Toma de Posesión por parte del grupo de élite proveniente de Teotihuacan. De tal manera, los murales conmemoran el arribo de las élites intermedias y permanecen como constante recordatorio de la nueva política implementada en la región.

Ahora bien, tomando en cuenta los resultados obtenidos podemos concluir que, efectivamente, existió una relación estrecha entre los sitios asentados en la porción oriental del Bajío Mexicano y Teotihuacan, pero cómo y por qué se entablaron dichas relaciones es la pregunta que falta aquí por responder. De acuerdo con nuestra propuesta, los asentamientos antes mencionados conformaron una compleja red de intercambio interconectada que buscaba impulsar y mantener relaciones comerciales, es decir, conformaron una diáspora comercial. Este tipo de estructuras suelen crearse cuando existen relaciones de intercambio a larga distancia y donde la institución central no puede asegurar la protección económica y física de los comerciantes, por lo que forman diásporas comerciales estableciendo un grupo del lugar original (en este caso de Teotihuacan) en los territorios deseados o en las rutas comerciales.

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En el caso de esta región, tenemos una diáspora comercial compuesta por cinco nodos, donde cada uno cumplió tareas específicas: El Rosario –el dominio político e ideológico-, Las Peñitas -habitacional-, La Negreta -económico-, Santa María del Refugio -económico administrativa- y San Bartolo Aguacaliente, -político administrativo-. En conjunto, todos estos asentamientos conformaron una diáspora comercial que se fundó para controlar las rutas de comercio, el tránsito de mercancías y conectar mercantilmente diferentes regiones. Aunque no había el interés por una materia prima o producto específico -como en otras diásporas- se pudieron aprovechar los recursos disponibles, pero su función principal fue, como hemos mencionado, fungir como nodo de interconexión entre Teotihuacan y otras regiones como Michoacán, Hidalgo, Estado de México, Centro de México, por lo menos.

En conclusión, los sitios de la porción oriental del Bajío Mexicano se conformaron como una entidad corporativa –financiada e impulsada por las élites intermedias- con capacidad de actuar política y económicamente, lograron coordinarse con otras diásporas y con el centro para conformar y fortalecer una extensa y sumamente compleja red comercial por la que transitaron y se intercambiaron diversos productos, materias primas, personas, ideas, modas, ideologías y recursos de infinita índole.

Las relaciones entre el Bajío y Teotihuacan fueron sumamente complejas. Falta mucho por investigar y comprender…. Y este es sólo el principio.


*Centro INAH Querétaro

Desde el descubrimiento de los murales policromados de El Rosario en 1992 surgieron una serie de preguntas sobre la relación entre Querétaro y Teotihuacan. Al ampliar la visión más allá de San Juan del Río, se descubrieron muchos más vestigios arqueológicos que reforzaban la idea de una fuerte relación entre ambas regiones durante el Clásico (250 a 540 d.C.). ¿Cuál era el interés de Teotihuacan en esta región? ¿Cómo fueron las relaciones políticas y económicas entre estas dos áreas? ¿Podemos hablar de diásporas comerciales teotihuacanas en la porción oriental del Bajío Mexicano? ¿Cuáles son los correlatos arqueológicos que nos llevan a vincular estas zonas?

La política económica exterior de Teotihuacan se sustentó, por lo menos, en tres estrategias para lograr obtener tanto recursos y materias primas, como el control sobre éstos y sobre las distintas redes comerciales que pudieran abastecerla. La primera se basa en el control directo de las áreas circundantes a la gran ciudad de donde se obtenían bienes de subsistencia, principalmente. Una segunda estrategia fue la creación de enclaves comerciales para el control del comercio a corta y mediana distancia. La tercera es quizá la menos clara, ya que implica el comercio con otras ciudades o poblaciones que se encuentran ya a distancias realmente significativas (ejemplos como el área maya, el Bajío y el Occidente). Esta política exterior es la que nos interesa para explicar y comprender cómo pudieron ser esas complejas y entramadas formas de relación que permitieron a Teotihuacan y a otras regiones lejanas abastecerse tanto de bienes de prestigio, de subsistencia, de conocimientos y de nuevas ideas.

Para responder nuestras preguntas analizamos tres correlatos arqueológicos diferentes (la lítica, la cerámica y la arquitectura) de cinco sitios: El Rosario, Las Peñitas, La Negreta -en Querétaro-, Santa María del Refugio y San Bartolo Aguacaliente -en Guanajuato-.

La lítica fue sometida al análisis por fluorescencia por rayos X y, posteriormente, al análisis composicional para lograr identificar la composición química de cada objeto lítico y relacionarlo con el yacimiento específico del que provenían. En total se analizaron poco más de 80 objetos líticos entre cuchillos, cuchillos curvos, puntas de proyectil, navajillas prismáticas, raspadores, raederas y buriles todos del sitio arqueológico de El Rosario. Como resultados se obtuvo que los materiales se pudieron relacionar con cuatro yacimientos distintos: Zinapécuaro- Ucareo -en Michoacán-, Sierra de las Navajas y Tulancingo -en Hidalgo- y algunos objetos no pudieron relacionarse con la base de datos comparativa lo cual nos lleva a pensar que pueden corresponder a yacimientos locales como los de Fuentezuelas en Tequisquiapan, por mencionar alguno.

Para la cerámica se emplearon dos métodos de aproximación diferentes: el análisis cualitativo y el cuantitativo para la identificación de tipos cerámicos propios de Teotihuacan. Los resultados del análisis cuantitativo indican que hay materiales correspondientes a cuatro de las fases cronológicas de Teotihuacan: Tlamimilolpa Tardío, Xolalpan Temprano, Xolalpan Tardío y Metepec. Los materiales mayormente representados corresponden a la fase Xolalpan, fase de mayor auge y expansión de la gran urbe. Gracias al análisis cualitativo se puede señalar que las cerámicas utilizadas durante la primera fase -Tlamimilolpa Tardío, momento de la llegada de los grupos teotihuacanos a la porción oriental del Bajío Mexicano- corresponden a piezas elaboradas y traídas directamente desde Teotihuacan; sin embargo, los materiales de las siguientes fases son elaborados en la región, imitando las formas, decoración y los acabados de superficie de las vajillas originales teotihuacanas.

Durante los distintos análisis se lograron identificar, por lo menos, dos tipos que corresponden a grupos foráneos. El primero es el famoso Anaranjado Delgado -tipo emblemático e indicativo de relaciones con Teotihuacan-, pero lo denominamos foráneo ya que su producción se localizaba dentro del actual estado de Puebla. El otro corresponde a piezas semicompletas y fragmentos de vasijas relacionados con tipos cerámicos característicos de la región del lago de Cuitzeo y de otras regiones de Michoacán.

Cerámica teotihuacana. Foto: Cortesía / García Espino

El estudio de la arquitectura se fundamentó en el análisis comparativo del patrón arquitectónico, de emplazamiento y en elementos diagnósticos. De tal manera, podemos concluir que El Rosario emula la arquitectura de los barrios teotihuacanos, principalmente los recintos porticados donde habitaban las élites intermedias. Santa María del Refugio sigue el patrón de patio cerrado y San Bartolo Aguacaliente sigue la composición de tres basamentos piramidales y de patios cerrados específicamente de La Ciudadela.

En cuanto al análisis de la iconografía plasmada en los murales policromados de El Rosario, vemos que se trata de guerreros sacerdotes ataviados con los elementos del Dios de la Tormenta, mejor conocido como Tláloc, en su advocación militar, quienes cantan y hablan de guerra y sacrificio; portan armas y escudos y elementos como corazones sangrantes y cuchillos curvos y son los portadores de antorchas. Así, el discurso detalla la ceremonia de Toma de Posesión por parte del grupo de élite proveniente de Teotihuacan. De tal manera, los murales conmemoran el arribo de las élites intermedias y permanecen como constante recordatorio de la nueva política implementada en la región.

Ahora bien, tomando en cuenta los resultados obtenidos podemos concluir que, efectivamente, existió una relación estrecha entre los sitios asentados en la porción oriental del Bajío Mexicano y Teotihuacan, pero cómo y por qué se entablaron dichas relaciones es la pregunta que falta aquí por responder. De acuerdo con nuestra propuesta, los asentamientos antes mencionados conformaron una compleja red de intercambio interconectada que buscaba impulsar y mantener relaciones comerciales, es decir, conformaron una diáspora comercial. Este tipo de estructuras suelen crearse cuando existen relaciones de intercambio a larga distancia y donde la institución central no puede asegurar la protección económica y física de los comerciantes, por lo que forman diásporas comerciales estableciendo un grupo del lugar original (en este caso de Teotihuacan) en los territorios deseados o en las rutas comerciales.

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En el caso de esta región, tenemos una diáspora comercial compuesta por cinco nodos, donde cada uno cumplió tareas específicas: El Rosario –el dominio político e ideológico-, Las Peñitas -habitacional-, La Negreta -económico-, Santa María del Refugio -económico administrativa- y San Bartolo Aguacaliente, -político administrativo-. En conjunto, todos estos asentamientos conformaron una diáspora comercial que se fundó para controlar las rutas de comercio, el tránsito de mercancías y conectar mercantilmente diferentes regiones. Aunque no había el interés por una materia prima o producto específico -como en otras diásporas- se pudieron aprovechar los recursos disponibles, pero su función principal fue, como hemos mencionado, fungir como nodo de interconexión entre Teotihuacan y otras regiones como Michoacán, Hidalgo, Estado de México, Centro de México, por lo menos.

En conclusión, los sitios de la porción oriental del Bajío Mexicano se conformaron como una entidad corporativa –financiada e impulsada por las élites intermedias- con capacidad de actuar política y económicamente, lograron coordinarse con otras diásporas y con el centro para conformar y fortalecer una extensa y sumamente compleja red comercial por la que transitaron y se intercambiaron diversos productos, materias primas, personas, ideas, modas, ideologías y recursos de infinita índole.

Las relaciones entre el Bajío y Teotihuacan fueron sumamente complejas. Falta mucho por investigar y comprender…. Y este es sólo el principio.


*Centro INAH Querétaro

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